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Cultura

Mitos y costumbres ancestrales mayas relacionados con el cuerpo, género y sexualidad1

José Iván Borges Castillo / Georgina Rosado Rosado

Que me perdonen los científicos y estudiosos de la cultura maya, pero es preciso reconocer que la ideología patriarcal que se impuso en América durante la conquista y la colonia aún permean las concepciones sobre lo femenino, el cuerpo y la sexualidad de amplios sectores de la sociedad, incluyendo a la academia. Esto explica el silencio, desinterés, androcentrismo y la perspectiva prejuiciada y occidental con la que, hasta hace muy poco, se abordaban dichas temáticas desde las diferentes disciplinas, incluyendo la arqueología, la historia y la antropología. Aunque hay que decir también que la perspectiva de género que se hizo presente felizmente en las universidades en la década de los ochenta y permitió que poco a poco esto cambiara y que al menos para el caso de Mesoamérica, estudiosas como Noemi Quezada, Araceli Barbosa o Adriana Leona Rosales, entre otras, nos permitan tener hoy una perspectiva menos androcéntrica y prejuiciada sobre estos importantes temas. Sin embargo, al menos para Yucatán, coloquialmente hablando, están aún “en pañales” los estudios realizados que tocan los temas de la sexualidad y el erotismo en la cultura maya, sin importar de que tiempo nos hablen.

Si además consideramos que Yucatán es un estado que se encuentra entre los tres primeros lugares en violencia sexual de todo México, lo que incluye en estas estadísticas a las comunidades mayas, no nos queda más que reconocer que nos enfrentamos a elementos ideológicos asociados a estereotipos y creencias que explican este nada honroso lugar, que debemos conocer y analizar para proponer políticas públicas que pongan las bases de una verdadera equidad entre los géneros.

Comencemos recordando lo que nos dice Araceli Barbosa en su libro Sexo y conquista sobre la llegada de los habitantes del Viejo Mundo a América: “Una vez que el hombre europeo pudo confrontarse con el Otro y logra vencerlo (militarmente añadiría yo), se asume como un ‘ego’ descubridor, colonizador, que cobraría su máxima expresión a través del soldado conquistador, poseedor de un ego violento y guerrero, pero también poseedor de un “ego fálico”, que impone su individualidad para someter al Otro mediante la dominación de los cuerpos” (Barbosa Araceli, 1994, p.14).

La idea de la inferioridad de las mujeres estaba bien arraigada en la mentalidad de los invasores, que las vinculaban al mundo de la naturaleza, alejadas de la razón y de la cultura y, por lo tanto, sujetas de dominio. El invasor recién piso esta tierra también expresó su miedo a sentir, elemento de origen estoico que incorporan los primeros católicos, que consideraban el alma y el cuerpo enemistados y en constante lucha. Convencidos de que el sentir y, sobre todo, el placer nos aleja de lo espiritual o de lo divino y, por lo tanto, nos vincula con nuestro lado animal, perverso y demoniaco.

Es por eso que la “naturalidad” o forma positiva de concebir la sexualidad mesoamericana, tanto la sagrada representada en las iconografías prehispánicas: códices, estelas y demás, como la cotidiana ligada a la reproducción humana o únicamente al placer, fueron combatidas durante toda la colonia, y esta lucha se continúa hasta hoy en día. El concepto dicotómico del bien y el mal en la moral de los invasores llevó a polarizar las figuras femeninas entre una Virgen casta y la Eva erótica asociada con el caos, transmisora del pecado original y que tentada por el diablo, transfigurado en culebra, llevó a la humanidad a la perdición. Esa misma culebra que corona y se alza en la cabeza de Isis, Astarté y Atenea y que de manera idéntica se enrosca en la de Xchel, para representar el poder femenino de la regeneración y la vida, que finalmente en Yucatán terminó siendo asociada a la figura sincrética de la Xtabay, que representa todo aquello a lo que le temen los occidentales, el erotismo y el poder de un ser femenino.

Sin embargo, y por suerte para nosotras, este proceso de colonización ideológica se topó no solo con concepciones diferentes, sino de resistencia cultural por algunos grupos rebeldes. En Mesoamérica y, sobre todo, en el área maya, según López Austin, el pensamiento mesoamericano no aceptaba la posibilidad de seres puros; todo lo existente, aun los dioses, era una mezcla de las esencias de lo masculino y lo femenino. El predominio de una de ellas determinaba la clasificación y el grado de pertenencia de cada uno de los dos campos taxonómicos. Las identidades de género se movían a lo largo de un continuo cambiante, donde el factor concluyente era el logro y el mantenimiento del equilibro.2

Esta concepción de la unidad dual referida por Austin se corrobora en el Popol Vuh, donde a K’ucumatz se le menciona como padre y madre de la vida y la creación, corazón del cielo. Así mismo Carolyn Tate nos señala que el hermoso Dios Maíz (Ixiim, Ix mujer iim seno) comparte ambos géneros y lleva un tocado de tiburón, asociado con las mujeres. Otro ejemplo fundamental lo encontramos en el Códice Dresde, donde se describe a Itzamná como un dios andrógino, representado con indumentaria de mujer y arrojando agua desde una vasija, con lo cual se destaca su función genérica femenina.

El concepto de unidad dual, donde lo femenino sagrado es preponderante, se mantuvo a pesar de siglos de dominio colonial, lo cual se evidenció durante la conflagración que inició en 1847, en la cual los mayas, después de revelarse del dominio y explotación que sufrían fundaron una nueva nación teocrática militar en el territorio que hoy ocupa Quintana Roo. En la religión de estos mayas cruzoob se puede observar el vínculo de la planta del maíz –sustancia sagrada andrógina– con los cruces cristianas, lo que permitió que, como acertadamente señala Reed, no resulte contradictorio que su símbolo religioso representara a Dios y a su vez tuviera un carácter femenino.

Tal como en la época prehispánica, la unidad dual se hallaba en el símbolo de la cruz: padre y madre de los cruzoob. Sin embargo, también dio origen a los binomios complementarios, como sucede con Jesucristo y la Virgen María, quienes sustituyen a los dioses Itzamná e Ixchel. La fusión entre la Virgen María e Ixchel se facilitó por la asociación simbólica entre ambas. La primera, producto de sincretismos anteriores con otras diosas, estaba vinculada en la iconografía con la luna, los mares el agua y la fertilidad, lo mismo que la segunda. Aunque es preciso también reconocer las diferencias importantes en sus contenidos. Por ejemplo, como lo demuestra el trabajo de Pete Sigal, lo femenino representado por la Virgen María está asociado con la virginidad y la pureza sexual, a diferencia de Xchel vinculada en la iconografía maya con el erotismo. De acuerdo a los trabajos de José Iván Borges, la nombrada en algunas comunidades mayas como Kolelbil María, producto de esta fusión sincrética, no tiene referencias con la virginidad y sí con lo divino (bil) y ambos aspectos la diferencian con la Virgen católica.

Este elemento femenino positivo en la religión de los cruzoob que no estaba basado en la castidad y que además de la maternidad incluyó el arte de la guerra y el ejercicio del poder explica por qué, contrario a la versión misógina de la mayoría de los historiadores, en la nación de los cruzoob las mujeres desempeñaron papeles protagónicos como santas patronas, oráculos y jefas militares, tal fue el caso de Hilaria Nahuat, María Uicab y Agapita Contreras entre otras.

Ahora bien, ¿hasta qué punto esta concepción no dicotómica de los géneros y positiva sobre lo femenino y la sexualidad que existía entre los mayas antiguos y que se mantuvo por siglos se expresa aún entre sus actuales descendientes? La falta de estudios sobre la sexualidad donde se puedan distinguir los elementos de origen prehispánico y los que corresponden a los siglos de evangelización entre los mayas nos hace difícil tener una respuesta.

Sin embargo, una interesante entrevista hecha a don Amado Aké, Yum Men de Tekal de Venegas, nos da importantes elementos para discernir, y como resultado de esta les compartimos lo siguiente:

Un elemento que resalta en la cultura mesoamericana y en las representaciones iconográficas de los mayas es la naturalidad con el que se observa y describe el cuerpo humano, a diferencia del pudor cristiano, producto de la vinculación de este con el pecado que, además de su ocultamiento, implica el uso de eufemismos para nombrarlos de esta manera: “la conchita”, “la cucaracha”, “el pito”, etc. A diferencia de esto, el uso de palabras en maya para referirse a los órganos reproductivos, tanto del hombre como de la mujer, es muy explícita de esta manera entre mujeres es común oír decir en tono de burla “A pel”, que significa “Tu vagina” o entre hombres: “A Pool a Kep”, que es el glande del pene. En los mitos y cuentos mayas es común las referencias explícitas al hablar de los órganos sexuales y del coito. En el mismo Chilam Balam de Ixil, en su recetario médico se habla de curaciones o medicinas caseras y la manera de aplicarlas con mucha claridad se habla del “kep” en el caso del hombre o “pel” en el caso de la mujer.

La naturalización del cuerpo femenino se denota en los pechos descubiertos de las mujeres mayas que amamantan, o que por el calor del fogón realizan sus labores con la mitad del cuerpo descubierto, lo que también se expresa en la siguiente explicación del don Amado el Yum men de Tekal de Venegas:

“Entre nosotros no había –secreto– de andar desnudos entre adultos o niños. Recuerdo cuando íbamos al monte a recoger leña en épocas de sequía, cuando pasábamos donde había cenote nos bañábamos, ahí quitábamos nuestra ropa, mi papá, mis tíos, yo que tenía como 10 o 11 años junto con mis primos, era normal ver a los mayores desnudos cuando era necesario”.

Contrario a las concepciones sobre la falta de erotización en las relaciones sexuales entre los mayas que han llevado a considerar que en ellas no hay variedad y que son realizadas con un mínimo de placer y de manera mecánica, hay que decir que esa incluye su manifestación erótica, la cual se denota en la existencia del término “Baxa mis” baxa / jugar y mis / gato, que se aplica para el calentamiento previo a la penetración, y que se refiere al acto íntimo de jugar entre pareja.

Otras manifestaciones de erotismo entre los mayas son el uso de algunos términos y variaciones sexuales, según nos explica don Amado Aké. Entre ellas las siguientes en lengua maya:

1.-Julca Tzi´s. Juntar dos cuerpos, cohabitar, 2.- Pí Cutz. Pi / enterrar y cutz / pavo, aquí el pavo es sinónimo de pene que es enterrado. 3.-Paacal Ooc. Paacal es cargar desde lo hombros y ooc es pies o piernas en este caso. 4.-Kaal Kan. Kaal / brazo y kan / hamaca, la mujer se coloca en el brazo de la hamaca y va descendiendo hasta que se da la penetración. 5.-Chí kan. Chi / boca / orilla , Kan/ hamaca, la mujer u hombre se coloca en la orilla y el activo de pie (puede referirse tanto a un coito heterosexual u homosexual) realiza el acto de penetración. 6.-Xactaj Tzi´s. Penetración anal, aplica tanto para hombres o mujeres. 7.-Jotoc bal. Empinarse para recibir la penetración 8.-Tzi´s / coíto, coger.

La naturalidad para referirse al acto sexual se manifiesta en la frase “U Tzi´s kubaoo”, para indicar que dos personas tienen un encuentro sexual. Siendo común en diversas comunidades mayas que cuando visitas una casa, a cualquier hora del día, y llamas a la puerta y nadie sale, no falta el vecino que salga y diga: “U tzi´s kubaoo”.

Estas expresiones y términos –señaladas en la memoria de los habitantes maya-hablantes de Tekal– no son las únicas pero sí comunes y significativas, lo que nos indica que el acto sexual no se considera exclusivo para la reproducción, ya que en la concepción entre los mayas, referida por el Yum Men, es una necesidad del cuerpo humano, que debe realizarse para tener equilibrio y una salud estable.

La sexualidad es importante para la fecundación para los mayas, pero también para el disfrute del esposo y la esposa. Y su carácter sagrado y fundamental para los ciclos de la reproducción de la naturaleza se patentiza en la costumbre de generaciones atrás, consistente en que los adolescentes hombres eran enviados a las milpas cuando estas ya estaban preparadas para la siembra, en los meses de marzo o abril, para llevar sus líquidos, “su sabor” a la tierra para fecundarla, tanto con sus orines como con su semen pues la masturbación, contrario a la visión bíblica, es “kool kep”, una ofrenda a la tierra.

La concepción positiva de la sexualidad entre los mayas no es ajena a la necesidad de una regulación y de la moderación, siendo así que según don Amado los hombres promiscuos que todo lo toman en exceso son vistos luego como débiles y que desagradan a los señores del viento, yumtsiles, dioses. El que no se mide o modera puede padecer problemas en su cuerpo, como algunas enfermedades o debilidad para el trabajo. Por eso los hombres promiscuos no deben estar cerca de los altares cuando hay primicia o petición, porque ellos no son agradables para los señores del monte o del viento.

Otro elemento importante en la sexualidad entre los mayas es el que se refiere a la diversidad sexual, de lo que encontramos evidencia desde los primeros años de la colonia en las referencias que se hacen sobre la homosexualidad en el Chilam Balam de Ixil, donde se describen: “Las señales para conocer si su hijo o hija es homosexual.”

“Si su muchacho tiene ix yoom (homosexual), rápido es su andar, fuerte su mirada. Sus pechos aumentaran, su mano derecha será más pequeña, el lado izquierdo de su seno será bermejo. Este joven se sentará del lado izquierdo. Si es mujer, lo dicho anteriormente, es al revés, será una mujer valiente y robusta”.

Esta descripción simple sin calificaciones o prejuicios de ninguna clase puede estar asociada a lo que el Yum Men nos explica sobre el hombre homosexual, al cual según él no se le rechazaba en generaciones pasadas entre los mayeros, ya que según sus palabras “había mucho respeto que se ha perdido, eso sí entre los dzulitos si era mal visto y sufría muchas burlas. También entre los campesinos, pero aquí era más burlas, pero “en relajo”, cuando lo veían pasar decían: Ay te vas y todos se reían”.

Don Amando aclara también que el uso del Ix (femenino) para referirse a los homosexuales, es generalmente utilizado por las mujeres mayas de Tekal, por ejemplo si se llama Juan, Fernando o Francisco será llamado como Ix Juan, Ix Fernando y Ix Francisco. Las mujeres, según nos cuenta, ven a los homosexuales como competencia, lo cual implica que los hombres que no son considerados como tales puedan tener algún tipo de relación con ellos. Es decir, que la bisexualidad entre los hombres, al margen de la identidad genérica, es un fenómeno claramente reconocido. Y al igual que entre los griegos y romanos, que tenían una clasificación para distinguir a los hombres dependiendo de la actitud activa o pasiva durante el coito, a los primeros se le llama coloquialmente “Dzon tah”, refiriéndose a la penetración anal.

Mucho más se puede decir sobre este tema, pero las investigaciones son aún incipientes, esperamos que esta exposición compartida con ustedes contribuya a motivar nuevos estudios e investigaciones en Yucatán que aborden esta problemática con perspectiva de género e intercultural. Esperamos también que dichos estudios sean la base para el diseño de políticas públicas que logren erradicar la violencia sexual, machista y homofóbica en nuestro estado.

1 Ponencia presentada en la XVIII Semana Cultural de la Diversidad Sexual organizado por el INAH y diversa instituciones, entre ellas la UADY, el 13 de mayo del presente.

2 “Los opuestos complementarios. La parte femenina del cosmos”, Arqueología mexicana, la mujer en el mundo prehispánico, Volumen V, núm. 29, enero-febrero, México, 1998.

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