Jorge Cortés Ancona
Hace unos 18 años dos conocedores de la historia literaria de Yucatán me preguntaban si sabía de un escritor llamado Everardo García Erosa, apodado el Chato, que le daba nombre a un premio literario de ese momento. Contesté que no y me dijeron que ellos tampoco, lo cual era de tenerse en cuenta, dado el amplio conocimiento que tenían acerca de la literatura yucateca, para cuestionar la denominación de ese premio.
Sin embargo, otros escritores sí tenían noticia de él, en especial el poeta Roger Campos Munguía, que lo catalogaba como uno de los cuentistas más relevantes de Yucatán. Y luego de haberlo leído, pasado el tiempo, podemos afirmar que realmente lo es, con un solo libro de cuentos publicado en 1955: La ñapa y otros cuentos, con prólogo de Leopoldo Peniche Vallado, y reeditado por la UADY en 1994, con algunos textos añadidos y un nuevo prólogo de don Leopoldo.
Esta última edición se compone de 15 relatos que se desarrollan en diferentes ámbitos: Tabasco, Chiapas, Chetumal, sur de Veracruz, Ciudad de México, La Habana y diversas partes de Yucatán. Cuentos ajenos a la idealización de regionalismos y que no se ahogan en palabras, sino que relatan historias redondas, centradas sin digresiones en el argumento y escritas con claridad y estilo sobrio.
Sin establecer distingos de valor entre los relatos, destaco algunos de tema urbano: las conversaciones de los pasajeros en un autobús que en conjunto forman el relato y permiten a la vez una representación de la sociedad meridana; el consentido hijo único de una pareja de inmigrantes libaneses que en su carísimo auto empieza a tomar conciencia de su vida gracias a un modesto empleado de su misma edad (un relato de ejemplo, que evita todo moralismo); el cachirulo que se cuela a la Navidad de un millonario yucateco en la ciudad de México, que no pudo contar con sus coterráneos intelectuales, asiduos al Café París; o la obsesión por la guerra de Corea de un joven “marine” norteamericano en su parranda en La Habana.
En general, temas de pobreza, violencia, venganza, inmigración, soledad. Cuentos que se conectan en temas y estilo con los de otros narradores mexicanos de mediados del siglo XX y que prefiguran a otros posteriores como ocurre en el titulado “Solamente el sol”, que conduce hacia Un tigre con ojos de jade, la primera novela de Joaquín Bestard.
Es una lástima que esta obra haya tenido tan poca difusión y sus dos ediciones hayan pasado casi inadvertidas. Y en cuanto a eso, sí vale el “hubiera”: si se hubiera conocido mejor en décadas anteriores, este libro habría contribuido a marcar un rumbo a la narrativa yucateca en cuanto al manejo de distintos contextos y escenarios, moderarse en el empleo de regionalismos, tratar concentradamente temas del presente en lugares reconocibles, otorgarle peso a la acción sin enredarse en el lenguaje. Sin embargo, por su propio valor literario, podemos ahora leerlo sin ese tipo de consideraciones historicistas.
Everardo García Erosa nació en Espita en 1908 y murió en Mérida en 1971. Peniche Vallado indica que ejerció durante mucho tiempo el oficio de viajante de comercio, por lo cual vivió y conoció experiencias que empleó como asunto de sus cuentos. Colaboró en el Diario del Sureste, trabajó en la Secretaría de Agricultura, fue secretario particular del gobernador José González Beytia –precisamente sustituyendo a don Leopoldo– y secretario de la Dirección General de Bellas Artes. Este libro es accesible en diversas bibliotecas públicas.