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Cultura

La literatura de Jaime Labastida, uno de nuestros máximos escritores y poetas

Conrado Roche Reyes

El escritor Jaime Labastida es uno de nuestros grandes valores literarios. El hombre ha oscilado entre poesía y filosofía, entre poema y ensayo, entre la emoción y el pensamiento. En los dos oficios, sin embargo, se ha impuesto la misma tarea, escribir al menos bien por una parte, pero hace filosofía rigurosa por otra, los dos oficios le proporcionan, al parecer, placer interno.

Escribe por una necesidad interior, acosado por un deber que le nace con entera libertad, sin esperar recompensa alguna por su trabajo y que se le considere digno de ser reconocido. En él se añade una alegría inesperada.

Se inició publicando en un periódico un fragmento de su poema Estaciones de un pueblo y dos años después apareció el libro colectivo La espiga amotinada, que dio nombre a su generación literaria.

El escritor afirma que debe su carrera –como los que personalmente mejores– a Juan José Arreola, a quien considera uno de los más altos escritores de nuestro país, cuya prosa por su poder verbal y el ritmo que la caracteriza, por la belleza de sus imágenes, por la gracia que le impregna, por la elegancia y fluidez de su construcción… se acerca a los dominios de la poesía.

Cuenta Labastida, que como todos los escritores de su generación, leyó los libros Confabulario y Varia invención. “De inmediato advertí que se trataba de una nueva forma de escritura, alejada de los temas recurrentes a que nos había orillado la novela de la revolución, como el campo, la violencia y la denuncia social; los relatos de Arreola, por el contrario, ponían el acento en el goce mismo de las palabras y en el disfrute de la imaginación”.

Considera que no hay novedad ni reforma si no nos convertimos en verdaderos autodidactas y que nos exijamos en la universidad ser autodidactas –dice el escritor–, yo creo que tiene razón. El “taller” proporciona si acaso un método, un inicio de rigor, pero debe dotar de la capacidad para salir de ello, emprender un camino lleno de obstáculos que hemos de salvar por nosotros mismos –como es su caso.

Nadie recibe el título de poeta o escritor. La innovación y la creatividad son fruto del esfuerzo propio, afirma Labastida.

En la obra de este escritor magnífico, hay una voluntad del lenguaje por trascender al silencio. Es un escritor comprometido con la transformación de sus circunstancias, construyendo instituciones para que la literatura mexicana abreve de su presencia ya diluida e indisoluble a lo largo del tiempo. Es un referente central de la literatura. Uno de los poetas mayores de nuestro tiempo. Es indispensable leerlo para conocer y entender en consecuencia el arte, la historia y el presente de nuestro país. Es para leerse y gozarse, para entender que la palabra escrita puede ser una forma de increpar el mundo.

Pese a su prolífica trayectoria literaria, Jaime ha sabido encontrar el reposo, el tiempo ideal para madurar su poesía, por ello tarda entre un libro y otro, varios años, y es que el fruto poético y su prosa, lo alimenta con los trabajos y los días.

Las lecturas, los viajes, el asombro y la consternación requiere atender la mano que dicta, ciega, cuanto ha de borrarse. Jaime Labastida, uno de nuestros máximos exponentes de la literatura en México.

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