Luis Carlos Coto Mederos
Juan Cristóbal Nápoles y FajardoXV576A RufinaInvitación Segunda
Con sus aguas fecundantes
tenemos aquí el octubre
y ya la tierra se cubre
de bellas flores fragantes.
Los jobos se ven boyantes
en las corrientes del río;
el guajiro en su bohío
canta con dúlcido afán,
y pronto se acabarán,
los calores del estío.
Tengo, Rufina, en mi estancia
paridas matas de anones,
cuyos frutos ya pintones
esparcen dulce fragancia:
Hay piñas en abundancia
dulces, así como tú;
hay guayabas del Perú
y mameyes colorados
que comeremos sentados
bajo el alto sabicú.
Tú en mi caballo alazán
y yo en la yegua tordilla
de la estancia por la orilla
correremos con afán.
Verás qué verdes están
los palmares inmediatos,
contemplarás los boniatos
y las cañas bulliciosas
y en éstas y en otras cosas
pasaremos bellos ratos.
Pronto verás las orillas
del arroyo y las barrancas,
como se cubren de blancas
y fragantes campanillas.
Las ciruelas amarillas
están madurando ya,
muy pronto sazonará
la fresca y sabrosa caña,
y el mijo allá en la montaña
también madurando está.
De tarde recogerás
los huevos del gallinero
y mi ordinario sombrero
lleno a la casa traerás:
Un gallo giro verás
que pienso poner en traba,
porque los pollos me acaba
con su maldita fiereza;
ven, chinita, que ya empieza
a madurar la guayaba.
Te llevaré a un colmenar
con cuyos productos medro,
y que está bajo de un cedro
al fondo del platanal;
la miel te daré a probar
si miedosa no te alejas,
y sobre unas palmas viejas,
alterosas por demás,
a los pitirres verás
acechando a las abejas.
Si a caminar te sonsaco
por las riberas del río,
contemplarás, ángel mío,
lindas vegas de tabaco.
Allí oyendo el chinchiguaco
por entre una y otra calle
tu pulidísimo talle
sin rival te lucirá,
y esbelto se mecerá
como la palma en el valle.
De un ingenio que hay vecino
te enseñaré los primores,
los negros trabajadores
y las pailas y el molino.
De blanco azúcar refino
verás al sol los tendales,
y allá en los cañaverales
has de oír, aunque te inquietes,
fuertes golpes de machetes
y voces de mayorales.
De un cafetal inmediato
entre mil bellos objetos
los florecidos cafetos
también de enseñarte trato:
Allí descansando un rato
a la fresca sombra de ellos,
cantaré tus ojos bellos,
tus encantos soberanos,
y te estrecharé las manos
y besaré tus cabellos.
Y, en fin, cuando nos cansemos
de tanto correr ufanos,
cantando versos cubanos
a mi estancia volveremos.
Allí mil cosas haremos
que quedarán inter-nos
y descansando los dos
sobre rústicos asientos,
bendeciremos contentos
a nuestra patria y a Dios.