Luis Carlos Coto Mederos
Juan Cristóbal Nápoles y Fajardo
XVII
578
A Rufina
Desde una ciénaga
Aquí, mi prenda querida,
de esta ciénaga en el centro,
gratos solaces encuentro
y paso alegre la vida.
Aquí se ve entretejida
la verde y silvestre grama,
el agua que se derrama
forma dúlcidos rumores,
y ostenta variadas flores
la ensenada de Virama.
No se alzan aquí caobas,
cedros, ceibas ni palmeras,
pero se extienden rastreras
las flores de verdes ovas.
Aquí entono yo mis trovas,
aquí te canto, mi bien,
oigo del mar el vaivén
cuando el céfiro lo arrulla,
el graznido de la grulla
y el murmullo del jején.
Me distraigo algunos ratos
los pantanos recorriendo,
y entre los juncos oyendo
las yaguasas y los patos.
Los manglares inmediatos
crujen noches y mañanas,
y allá en las playas lejanas
pasan cantando la vida
los patos de la Florida,
los títeres y guananas.
Si bellas de Cuba son
las selvas y las colinas,
si sus flores peregrinas
halagan mi corazón,
hoy de dulce inspiración
siento aquí el influjo santo,
pienso y medito y en tanto
que mi corazón delira,
al son de mi pobre lira
gozoso la voz levanto.
Bellas son estas riberas
donde se arrastra el carey,
donde florece el quibey
entre verdes cortaderas.
Bellas son las tembladeras
cubiertas de verde lama
y si sobre ellas derrama
su blanco brillo la luna,
es bella como ninguna
la ciénaga de Virama.
Cantan aquí los guareaos
y silban los gavilanes,
y entre el agua los caimanes
persiguen a los dajaos.
Se alzan corpulentos guaos
allá en las costas vecinas,
y en las aguas cristalinas
suelen verse retratadas
las numerosas bandadas
de mil aves peregrinas.
De estos floridos pantanos
junto a las márgenes bellas
casi distingo las huellas
de los antiguos cubanos.
De algunos montes lejanos
contemplo el verde capuz,
y cuando del sol la luz
esparce tibios reflejos,
me gozo viendo a lo lejos
las rocas del Cabo Cruz.
¡Oh!, si me vieras, bien mío,
tal vez te causara asombro,
con una escopeta al hombro
entre el junco y el macío:
Cuando ruge el mar bravío
y brama iracundo el trueno,
palpita mi joven seno
de mis venturas en pos,
y pienso en Cuba y en Dios,
con rostro firme y sereno.
Si me vieras caminando
al son de dulces rumores
sobre estas plantas y flores
que arrulla el céfiro blando:
Si vieras de vez en cuando
la concha de una caguama,
sobre la menuda grama,
a suspirar te pusieras
y conmigo bendijeras
la ciénaga de Virama.
Aquí se goza, y aquí,
sobre las blancas espumas,
ostenta sus bellas plumas
el precioso colibrí,
aquí nada el bonasí,
brilla la arena en las playas,
se elevan como atalayas
los mangles verdes y bellos
y alegres cantan en ellos
encarnadas guacamayas.
En medio de estos manglares
que se columpian gentiles
brillan las conchas, reptiles
y caguamas de los mares.
Al compás de mis cantares
y al son de mi pobre lira,
la garza en el aire gira,
cantan las bellas gaviotas,
y el murmullo de mis notas
entre bázaros expira.
En fin, entre mil delicias
y bellezas que resaltan,
únicamente me faltan
tus besos y tus caricias.
Gozo aquí gratas franquicias,
contemplo este panorama,
aquí mi mente se inflama
y bendigo mi fortuna,
que es bella como ninguna
la ciénaga de Virama.