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Cultura

El periodismo salva vidas

Manuel Tejada Loría

Notas al margen

José Martí se adscribe a la generación de intelectuales que fusionaron una labor magisterial y periodística. Por una parte era de trascendencia elevar el nivel del periodismo, que en el siglo XIX ya era visto como mercancía, con el consecuente peligro de banalización; pero también, requería un enfoque educativo que orientara sobre todo a las nuevas generaciones. Así lo señala Mayra Beatriz Martínez, periodista e investigadora del Centro de Estudios Martianos, en su ensayo “Sección constante: vértigo y servicio”, del libro Periodismo como misión, donde nos recuerda que para Martí “escribir era servir” y que concibió “la conveniencia de un periodismo más informativo –aún a costa de ser menos literario– capaz de llegar a grandes mayorías latinoamericanas y que con ello propiciara la función instructiva”.

Un siglo después, y ya en lo prolegómenos del XXI, es de relevancia reflexionar cómo es el periodismo de nuestros días, en un contexto de cambio constante, y con la consolidación plena de plataformas digitales, nuevas tecnologías y redes sociales. Las noticias, en un contexto de digitalización global, prácticamente fluyen en un santiamén, incluso antes de llegar a televisión o radio. Un claro ejemplo ocurrió con la muerte del cantante Celso Piña, que se viralizó en cuestión de minutos, mucho antes de ser anunciado en televisión.

Pareciera un panorama sombrío para la prensa escrita, pero es más un reto que pocos medios, escritores y periodistas se atreven a enfrentar. Si bien la función instructiva del periodismo quizá ha sido remplazada con el internet o con el acceso a repositorios de centros de estudios cada vez más especializados, lo único que atraviesa las centurias desde aquella época de Martí es la necesidad de que el periodismo no corra una suerte de banalización. El potencial de la prensa escrita quizá hoy recae en un periodismo de opinión o especializado que esté en contacto directo con la sociedad y sus necesidades, vínculo que las redes sociales paradójicamente no han podido cubrir.

Es el caso extraordinario de una columna periodística llamada “Diagnosis” que publica la periodista Lisa Sanders en el The New York Times desde 2002, la cual aborda casos médicos muy extraños. Por supuesto, ella es una médica estadounidense, profesora de la Facultad de Medicina en Yale, que optó por el periodismo como un medio de vinculación y difusión de la medicina. Nacida en 1956, fue consultora para la empresa televisiva Fox, específicamente para la serie “House”, el cual trató temas similares a su columna periodística. Este año, Netflix produce un documental bajo el nombre de “Diagnosis”, mostrando parte de las historias que ha registrado.

Sus columnas, disponibles en línea en el sitio del The New York Times, a pesar de los temas que trata (enfermedades raras sin diagnóstico), son muy amenas. La narrativa médica en sí lleva un valor estético implícito por la terminología y metáforas que usa para hacerse entender, pero además, Lisa Sanders tiene una prosa muy literaria al momento de contar las historias médicas. Es el caso de su columna del pasado 8 de agosto, titulada “Le gustaba trabajar los fines de semana al aire libre ¿lo estaba matando?”, que aborda la situación de un apicultor que de pronto se desvanece y es llevado al hospital sin presentar síntomas claros para un diagnóstico preciso.

En un primer momento la sospecha era el trabajo que hacía al aire libre con las abejas, pero con el tiempo resulta que pudo infectarse con bacterias provenientes de huesos de zarigüeya y mapaches que descubrió bajo una bodega que reconstruyó en su domicilio. El médico que lo atendió, el Dr. Chamalee Weratunge recordó que había visto casos similares en Sri Lanka con campesinos arroceros, y las posibilidades de diagnóstico eran dos: leptospirosis, que es una infección bacteriana por roedores; o bien, coccidiridomicosis causada por un hongo, cuyas cepas al ser respiradas causaba neumonía. Después de 8 días y el diagnóstico preciso el paciente estuvo fuera de peligro.

Lo interesante de esta columna periodística “Diagnosis”, y es algo que puede verse en el documental de Netflix, es que los lectores, que bien pueden ser pacientes con los mismos síntomas, médicos o investigadores de ciencia, establecen contacto con Lisa Sanders para ayudar a los pacientes de los casos que presenta, y es a través de ese contacto, que la mayoría de las ocasiones se llega a un buen diagnóstico, y por consiguiente, al tratamiento adecuado para salvar una vida.

Este pareciera ser uno de los periodismos que nuestro presente requiere, uno que corresponda a las necesidades de una sociedad inmersa ya en la cultura escrita, y que aún continúa en contacto con el periódico como vínculo de información o de extensión reflexiva. Escribir para servir, como diría José Martí, de auténtica solidaridad.

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