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Cultura

Fin de semana con rock en el Teatro Daniel Ayala

Víctor Salas

Cuando el historiador Adonay Cetina fue director del ICEY y me nombró director del Teatro Daniel Ayala, realicé una serie de eventos inusuales para su época. Entre ellos el primer concierto de rock en un ámbito teatral. Lo hice con el grupo del gran armoniquista Alberto Angulo. El éxito fue mayúsculo. Hubo necesidad de cerrar las puertas del teatro para evitar que la gente siguiera entrando.

A más de treinta años de distancia de tal evento, la Sedeculta promueve a tres grupos de corte rockero y les dio entrada a uno de sus teatros: el Daniel Ayala Pérez. La diferencia entre uno y otro concierto es enorme. En el que fue, los jóvenes llegaron y llenaron el recinto de manera total. En el de ahora nos encontramos con una sala ni a medio llenar. Y eso que los músicos de cada grupo suenan muy bien y se les percibe encarnando la pasión rockera.

El evento me pareció digno y plausible; de calidad musical. La falta de asistencia la atribuiría a la falta de divulgación. Insistiré en que la postal electrónica no es suficiente para conectar con todos los públicos. La publicidad debe diversificarse.

También me pareció acertada la promoción de este género musical, porque con él salimos de la saturación de la trova yucateca que, en realidad, representa tan sólo a un pequeño sector de nuestra sociedad. Se debe tener la responsabilidad cultural de mostrar a la Mérida diversa, pluricultural, ubicada en las costumbres del orbe.

Muy incómoda me pareció la idea de hacer los cambios de grupos e instrumentos en la penumbra. Los plugs tardaban en ser conectados, algunos de ellos provocaban “giseo” o un sonido quebrado. Hubieran cerrado el telón de boca, hubieran puesto luz de trabajo y haber hecho los cambios con tranquilidad. De cualquier manera, entre uno y otro grupo se llevaron de nueve a once minutos, para las adecuaciones, que es el equivalente a un intermedio teatral.

No entendí cuál fue la producción oficial porque no se dieron programas de mano. El primer grupo presentó a Iván Martínez, en la batería; Omar Castro, en el bajo, y Edgar, en la guitarra. Luego se presentó un grupo de cinco músicos muy prendidos y han de ser conocidos porque parte del público les gritaba incentivos y motivaciones. Este colectivo musical tuvo a bien decir, antes de abandonar la escena: “viene Everest, una gran banda”.

Es terrible esa costumbre de no dar información escrita. En una hoja de papel bond tamaño carta, doblada a la mitad y fotocopiando cuatrocientas hojitas, el problema quedaría resuelto. ¿Cuánto cuesta cada paquete de papel bond? Una cosa de nada. ¡Es más!, en los cibers, hay promociones de impresiones a muy bajo costo.

La Sedeculta debería sostener iniciativas valiosas, como es este caso, con los detalles que ahondan la calidad del evento, especialmente cuando no hay que ir a bajarla a la Luna para ponerla a los pies de alguien.

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