Roger Aguilar Cachón
Sin lugar a dudas, los mexicanos y los yucatecos, no podemos permanecer al margen de lo que ocurre en el centro de nuestro país y en nuestra ciudad. El desarrollo social y el beneficio de las redes sociales que nos mantienen informados todos los días y a todas horas de los diversos acontecimientos que ocurren, tanto dentro de nuestro país como en nuestro entorno doméstico.
En esta ocasión haremos una reflexión en torno de los acontecimientos que se están suscitando de manera ya casi cotidiana y que rompen con la armonía social, con la moral y el respeto con nuestro prójimo. Cuando en una sociedad se pierden las bases morales que rigen un buen funcionamiento social, ésta se manifiesta de muchas maneras y se refleja de manera visible.
Los medios de comunicación han cumplido con su objetivo de informar y formar opinión y dentro de ese maremágnum de noticias que nos llegan, nos hace partícipes de lo que está pasando y que en ocasiones lo vemos muy alejados de nuestra realidad y entorno social. Pero la realidad es otra, lo que pensábamos que nunca tendríamos la experiencia que tienen los demás ciudadanos del centro del país, lo que parecía para nosotros lejano, ya está sucediendo, y eso lo trataremos líneas abajo.
Comenzaremos platicando los acontecimientos que han estado ocurriendo de manera seguida en el centro de nuestro país, día a día nos enteramos por medio de la prensa escrita y por las redes sociales, de las atrocidades que ocurren y que los ciudadanos comunes y silvestres, como somos la mayoría de los yucatecos y mexicanos, nos dejan atados y sin poder hacer algo al respecto.
Leemos la manera en que las mujeres son golpeadas por sus parejas, son secuestradas, se les priva de su libertad y de su vida. Es un rosario de hechos que cada vez nos impresionan por la atrocidad de la manera en que se cometen los delitos y la forma en que son tratados los delincuentes, que en ocasiones por llevar mal las detenciones y mal armar los documentos del ilícito, como consecuencia salen libres.
Las muertes de las mujeres mexicanas son el pan diario en nuestro país, no importa cuántas instituciones sean creadas con la finalidad de proteger a las mujeres y proveerles de los recursos para su atención. Los programas no están funcionando y las muertes siguen a la alza. Se han realizado marchas, se han compuesto canciones, se han manifestado gritando los familiares ante las autoridades correspondientes pidiendo mayor protección. Alzan la mano, gritan ¡Basta! Pero eso no resulta, los oídos están sordos ante estas demandas y exigencias sociales.
Las muertas siguen apareciendo, las golpeadas y violadas también, la sociedad crece y se desarrolla y los homicidios también. Qué le pasa a nuestra sociedad, aquí no es necesario que llegue algún virus del extranjero para acabar con nosotros. Son los mismos mexicanos y mexicanas que ya están acabando con lo más preciado de nuestra sociedad, las mujeres.
Pero el problema no queda en este tenor, hay una parte o sector de la sociedad que está sufriendo y haciendo que las familias entren en un letargo que les impide vivir como Dios manda. Están matando a nuestras niñas, sí, caro y cara lectora, nuestras niñas, esos pedacitos de ángeles que están en su familia hoy, y mañana se les encuentra tiradas en lotes vacíos dentro de una negra bolsa de basura. Están matando a nuestras niñas y tal parece que en México no pasa nada. Causando un profundo dolor dentro de su familia y en la sociedad misma. México me dueles tanto que no hay letras para expresar este dolor. Dónde quedan las miradas inocentes de nuestras niñas, dónde quedan las sonrisas y los planes futuros de nuestras Fátimas.
No sabemos cuántas Fátimas hay en nuestro México que sufren maltrato infantil, cuántas se levantan desde la madrugada, no para ir a la escuela, sino para trabajar ya sea para ayudar a su familia o bien son explotadas por personas ajenas a ellas. Cuántas son explotadas sexualmente, cuántas son vendidas al mejor postor. México, no sabes cómo me dueles.
También tú, Mérida, me dueles, desde el interior de mi corazón se siente la impotencia de hacer algo para que muchas personas de la tercera edad dejen de sufrir. Nuestra Mérida, la ciudad más tranquila del mundo, también sufre y hace sufrir. Por medio de la prensa nos enteramos de algo que pensábamos era muy ajeno a nosotros. Cuándo íbamos a leer que un hijo matara a su abuela y a su mamá por medio de la asfixia. Cómo es posible que un hijo estrangule, ahorque con sus propias manos a su abuela y mamá, dónde quedan los valores. Y eso no sucedió, como podría pensarse, en el Sur profundo, no, sino en un fraccionamiento al Norte de nuestra tranquila ciudad.
Los asaltos a las personas de la tercera edad no se encuentran ajenas a mi tranquila Mérida, hace algunos días, por medio de la prensa y redes sociales, nos enteramos que en un fraccionamiento populoso y popular, allá por la calle 65, rumbo de Miraflores, una pareja de esposos –que a la postre eran conocidos del hijo menor del de la tinta– fueron asaltados en horas de la noche por una tercia de bandidos, de malhechores, de crápulas de la sociedad, quienes iban en pos de robar dinero en efectivo, y claro que lo lograron, aunque fue una cantidad menor, pero ante el coraje de no poder localizar más efectivo, golpearon de manera salvaje, dejando tiradas en el suelo a la pareja, mismas que fueron llevadas a atención médica hasta el otro día, ante el asombro de un familiar que se preocupó por ellos al no tener noticias y al acudir a su casa se encontró con una dantesca escena.
Esto no sólo ocurre en nuestra ciudad, en el interior del estado es ya algo común tener noticias de personas de la tercera edad que son abusadas por sus hijos o parientes, quienes los despojan de lo poco que tienen o bien que los maltraten. En días pasados nos enteramos que en una población de nuestro Yucatán, un hijo, bajo los influjos del alcohol y seguro de alguna sustancia tóxica, discutió con sus progenitores y como consecuencia, tomó un machete y con él le propinó varios golpes y cortes tanto al padre como a la madre, causándoles graves heridas, mismas que le quitaron la vida al padre y la madre sufrió graves heridas, entre ellas una profunda que le hizo perder un ojo.
Lo anterior solamente manifiesta que nuestra tranquila Mérida no es ajena a lo que ocurre en la capital del nuestro país. La violencia y las faltas o carencia de las bases morales están por los suelos y dan como consecuencia este tipo de manifestaciones que enferman a nuestra sociedad y enlutan a las familias.
Es necesario crear y luchar desde las aulas y desde temprana edad por establecer y formar a las nuevas sociedades bajo un esquema de valores sociales y morales. Me dueles Mérida por todo lo que ocurre. Es necesario que en las escuelas se dejen de juegos, se haga a un lado el nepotismo que impide que personas profesionales trabajen en las aulas y no aquellos hijos de mamá o papá que bajo la sombra del compadrazgo y amiguismo solamente perjudican a la educación.
Necesitamos profesionistas comprometidos que inculquen los valores morales, que pongan por lo alto el valor de la familia, de la mujer, de las personas de la tercera edad. Que luchemos porque nuestros niños y niñas logren cumplir sus sueños.
Estamos a tiempo para hacer que nuestro dolor por México y por Mérida, cada vez sea mejor, hasta llegar el momento en que lo que hoy acontece a diario, en el futuro sólo sea un mal recuerdo. Empecemos hoy mismo, respetando a nuestros mayores, a nuestros padres y protegiendo en todo lo que podamos y en lo que no, a nuestros niños y niñas.