Pilar Faller Menéndez
Delfos es un sitio arqueológico en Grecia, declarado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, alberga un famoso y mítico oráculo de Apolo que en la Grecia clásica, la sibila o pitonisa, transmitía el mensaje de los dioses. Son muchos los autores clásicos que afirman que el poder de la sibila se debía a la aspiración de los gases que emanaban del fondo de la Tierra, pero tal teoría fue rechazada por los primeros arqueólogos.
Fue a finales del siglo XX, cuando las historias de los griegos clásicos como Plinio, Cicerón, Esquilo, Platón, Diódoro y otros dejaron de ser un mito, ya que gracias a la investigación realizada por el arqueólogo John R. Hale, quien ofreció nuevas claves científicas, entre las que descubrió que existen fallas y elementos geológicos los cuales proveen una explicación sobre los vapores que la pitonisa aspiraba.
Delfos fue uno de los sitios arqueológicos más importantes del mundo griego, el cual se encuentra situado cerca del golfo de Crisa, rodeado del monte Parnaso. En este sitio arqueológico se encontraban varios monumentos, pero el principal era el templo de Apolo, por albergar el oráculo donde la pitonisa, quien hablaba en nombre del Dios Apolo, otorgaba respuestas a quienes acudían a este sitio.
El oráculo llegó a ser tan importante, que fue visitado por Filipo II, rey de Macedonia, Pirro, el rey de Epiro, Juliano, Cicerón y muchos otros, pero no todo el que visitaba este lugar comprendía los mensajes y las palabras que ofrecía la sibila, ya que eran ambiguos y era necesario interpretarlos. El filósofo Heráclito de Efeso, quien vivió en el siglo VI antes de Cristo, dijo: “El oráculo no oculta ni revela la verdad, sólo la insinúa”.
En el templo de Apolo estaba inscrita la famosa máxima de Sócrates: “Conócete a ti mismo”, lo cual no era una casualidad, ya que era necesario conocer el interior del hombre para que el mensaje fuera comprendido. El lugar en donde se hallaba la mujer sabia se llamaba adyton, y en él estaba inscrito lo siguiente: “Te advierto, quienquiera que fueres tú, que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el Tesoro de los Tesoros. Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los dioses”.
La pitonisa, quien era escogida por los sacerdotes, era entrenada desde muy pequeña y debía de poseer cualidades especiales, así como vivir rodeada de pureza espiritual, psíquica y física. Ella se encontraba en el adyton que significaba “lugar en el que no se puede entrar”. La mujer recibía sentada en un trípode de madera de laurel a quien fuera a consultarle. Las patas del trípode simbolizaban los tres tiempos: presente, pasado y futuro, lo cual era otra enseñanza interesante: “Sin aceptar el pasado, sin conocer el presente, ningún futuro puede construirse”.
Cuentan los historiadores y filósofos clásicos griegos, que antes de revelar los mensajes, la sibila aspiraba unos gases que provenían del fondo de la tierra, y entraba en un estado de trance, durante el cual revelaba el mensaje de Apolo, lo cual no fue aceptado por los primeros arqueólogos que realizaron las excavaciones en Delfos.
El auge de la arqueología se dio a finales del siglo XIX y a la Escuela Francesa de Arqueología de Atenas, se le concede libertad total para realizar excavaciones en Delfos para el Gobierno francés, por lo cual se traslada en 1891 a la población de Kastri la cual vivía en el yacimiento arqueológico, a lo que es hoy en día, la moderna ciudad de Delfos.
En 1894, el jefe de la escuela francesa, Theófophile Homolle, dio comienzo a las excavaciones, primeramente en el adyton esperando poder descubrir sus misterios, pero para su desgracia, el pozo de la excavación se inundó: ¿casualidad?
Fue hasta el año de 1913 que se pudo llegar al fondo de la misteriosa cueva, pero no encontraron fallas o fisuras ni grietas subterráneas, que pudieran explicar la procedencia de los famosos vapores que aspiraba la pitonisa.
Las afirmaciones de un artículo publicado en 1900 sobre la imposibilidad de la existencia de vapores por la carencia de actividad volcánica, fueron respaldadas por años por otros arqueólogos, como Pierre Amandry, francés, dejando al oráculo relegado a la religión, como un mito que fue solamente un falsa ilusión.
Dicen que el que busca, encuentra, y en el año de 1985, el geólogo estadounidense Jelle Zeilinga de Boer, contratado por el Gobierno griego para realizar un estudio de la actividad sísmica de la zona, el cual era un proyecto que la ONU promovía, con el objetivo de buscar alguna falla oculta.
Durante su primera visita, De Boer vio a unos obreros que excavaban una montaña y encontraron una falla la cual, después de seguirla, descubrió que se unía con otra falla de la que ya tenía conocimiento, la que se encontraba oculta en sedimentos rocosos, y que pasaba precisamente por debajo del templo. De Boer conocía las historias de los vapores pero no les dio importancia, porque pensó que ya algún arqueólogo lo habría descubierto.
En 1995 De Boer conoció al arqueólogo John Hale, en unas ruinas romanas en Portugal, y hablaron sobre la falla de Delfos, y Hale insistía que no existía y De Boer afirmaba haberla visto, por lo que en 1996 realizaron un viaje a Delfos para estudiar sus fallas, y a través de mapas geológicos, pudieron detectar en los estratos subterráneos un 20% de aceites de color negro, lo cual aclaró que a pesar de que no existía una actividad volcánica, habían elementos petroquímicos.
En 1998 realizaron una segunda visita, en la cual encontraron una segunda falla la cual fue nombrada Kerna, por un conocido manantial que corría de Norte a Sur por debajo del templo, y que el cruce de las fallas se encontraba justamente en donde la adivina profetizaba: en el adyton.
El geoquímico Jeffrey Chanton se unió al equipo, y halló en los manantiales secos etano y metano que en concentraciones elevadas podían embriagar al inhalarse. De Boer pensó que podía haber etileno, un psicoactivo más difícil de hallar si había pasado mucho tiempo. Chanton encontró etileno en un manantial activo cerca del templo, con lo cual se resolvió el misterio de los trances de la pitonisa.
Los análisis químicos de agua en el adyton demostraron que en el pasado emitían pequeñas cantidades de gases de hidrocarburos como metano, etano y etileno. El etileno fue usado en el siglo XX como anestésico quirúrgico.