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Cultura

Todo por Chopin

El culto por la obra pianística de Federico Chopin crece sostenidamente en el mundo. En Polonia es una figura tutelar irrevocable y los habitantes del país europeo están dispuestos a defender tal dominio jerárquico, a pocos meses de que tenga lugar la décimo octava edición del Concurso Internacional de Piano que lleva su nombre.

Fijado entre el 2 y el 23 de octubre de este año en Varsovia, el único obstáculo acaba de ser salvado por los organizadores del evento, al desplazar las rondas destinadas a la clasificación de los aspirantes a la segunda quincena de septiembre. En el cronograma, esa fase debía llevarse a cabo en abril (del 18 al 27), pero varios de los aplicantes anunciaron la imposibilidad de viajar debido a la emergencia sanitaria en sus países de residencia, afectados por la enfermedad del coronavirus.

Un total de 164 pianistas de 33 países, incluidos de Asia, Europa, América del Norte y Australia, actuarán ante un jurado en el Salón de la Cámara de la Filarmónica de Varsovia en la previa para el evento de otoño.

La única ocasión en que se extendieron las fechas de las eliminaciones para permitir que los participantes asistieran fue en 2010, cuando las cenizas de la erupción de un volcán en Islandia impidieron temporalmente el tráfico aéreo.

El concurso se convocó por primera vez en 1927 y sólo fue interrumpido entre 1937 y 1949, por la invasión nazi a Polonia y la prioridad a los trabajos de restauración de los daños de la guerra y la ocupación. Este último año, al reanudarse, el trono fue compartido por la entonces soviética Bella Davidovich y la extraordinaria intérprete local Halina Czerny-Stepanska. A partir de 1955, con la mira puesta en elevar sus valores, se realiza cada cinco años. La próxima edición tendrá sus finales del 18 al 21 de octubre, las cuales podrán ser seguidas a distancia en transmisiones directas para el público que acuda a zonas especiales habilitadas en Nueva York, Londres, París, Tokio, Budapest, Moscú, Jerusalén y Seúl.

No pocos ganadores del primer lugar han escalado con posterioridad alturas profesionales de altísimo nivel. En el planeta se reconocen nombres y ejecutorias, como los del italiano Maurizio Pollini (1960), la argentina Martha Argerich (1965), el estadounidense Garrick Ohlsson (1970), el polaco Krystian Zimerman (1975) y el ruso Stanislav Bunin (1985). En 2000 el chino Yundi Li, de tan sólo 18 años de edad, se convirtió en el laureado más joven, y en el último certamen brilló la sensación coreana Seong Jin Cho.

Es tan fuerte el certamen, que intérpretes que han obtenido segundos lugares ostentan hoy día una notable e indiscutible categoría. ¿Quién no aprecia las enormes virtudes del ruso Vladimir Ashkenazy (1955), del brasileño Arthur Moreira Lima (1965), de la japonesa Mitsuko Uchida (1970) y del uzbeko Alexei Sultanov? Por no hablar de la meteórica ascensión del ruso Daniil Trifonov, tercer puesto en 2010.

Incluso basta un cuarto lugar –en música a determinado nivel el escalafón de los concursos se relativiza– para ser considerado como un chopiniano de raza. Así lo ha demostrado Eric Lu, quien ocupó esa plaza en el último certamen, el de 2015, cuando contaba sólo con 17 años de edad.

El intérprete chino-estadounidense llamó la atención del sello Warner Classic, para el que grabó en 2018 como plato fuerte el Concierto No. 4, de Beethoven, y añadió la Sonata No. 2 y Balada No. 4, de Chopin. De acuerdo con la reseña de BBC Magazine, Lu obtuvo máxima puntuación en la Balada, “con un claro sentido de la melodía, sensible y poderoso a la vez”.

Recién en las primeras semanas de 2020 confirmó su cercanía con el autor polaco, también con la Warner, en una entrega que comprende la serie Preludios op. 28 en un álbum que se completa con las Variaciones fantasmas (Geistervariationen), de Robert Schumann.

Tan retadoras se presentan una y otra selección. Los preludios van y vienen en el repertorio de la mayoría de los pianistas por exigencias propias –pocos resisten la tentación de transitar por ellos– y de audiencias que los tienen como paradigmas del romanticismo europeo. Consciente de esa realidad, Lu intenta aquí desentrañar las claves de un entendimiento de la obra a la altura de los días que corren.

Muchos otros chopinianos saltan a la palestra, uno de los últimos es el pianista británico Benjamin Grosvenor. Acaba de salir del horno de la compañía Decca Chopin: Piano Concertos, un álbum con las dos obras para teclado y orquesta escritas por el autor romántico.

Grosvenor se asoció con la Royal Scottish National Orchestra, bajo la batuta del director de Hong Kong, Elim Chan. El pianista, a los 11 años, ganó en 2004 el Concurso de Jóvenes Músicos de la BBC, punto de partida de su reputación internacional basada en deslumbrantes actuaciones y su trabajo junto a algunos de los directores y orquestas más prestigiosos del mundo.

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