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Cultura

Ecos de mi tierra

Luis Carlos Coto Mederos

José Orpí Galí

V

1781

Glosas a un ciervo herido

*

De mi desdicha espantosa

que nadie a olvidar me obligue

si el estruendo me persigue

en su ronda sigilosa

incitando al que me acosa

con odio letal y fiero.

Lo mismo en julio que enero

camino rumbo al espanto

de nada vale mi canto

siento ¡oh estrellas! que muero.

Yo quiero vivir, yo quiero

verter las mieles, los vinos

entre asustados molinos

donde el azar traicionero

no destruya al verdadero

sentido vital que esboza

la astucia cuando reposa

y en el silencio se enreda

para que nunca yo pueda

ver a una mujer hermosa.

**

Yo he visto en la noche oscura

partir un hombre a la muerte

y entre ventiscas, inerte

enarbolar la locura.

Sobre un paisaje que apura

el delirio que me apresa

he visto una sombra espesa

desvanecerse en mis manos

y los más fieros arcanos

llover sobre mi cabeza.

Los rayos de lumbre pura

que acrisolan mis sentidos

estallan enfebrecidos

ante la noche que augura

desdibujar mi figura.

He visto muerte y tristeza

desfilar frente a mi mesa

mientras la vida galopa

desbordándose en la copa

de la divina belleza.

***

Todo es hermoso y constante

luz de abismo, eternidad.

Cuece el tiempo su verdad

–un relámpago, el instante

un infierno, llora Dante–

ególatra invocación

que no acalla mi oración.

¿Qué es la vida? ¿Qué es lo hermoso?

¿Cuándo termina el acoso?

Todo es música y razón.

Y todo como el diamante

simula la transparencia

en la pérfida aquiescencia

de quien lo acoja y espante

demonios del rutilante

brillo que encierra traición.

El fuego que en su ocasión

arde con llama infinita

de la sombra necesita:

antes que luz es carbón.

****

Duermo en mi cama de roca

un tiempo de amarga ruta

cual ermitaño en su gruta

sin más razón que la poca

paciencia que me disloca.

Un miedo tenaz e inmundo

me desgarra en un segundo

el anhelo, la utopía

devorando en su osadía

mi sueño dulce y profundo.

*****

Mi verso es de un verde claro

cuando regresa del vicio

que le ha servido de hospicio

en un templo necio y raro

donde comulga lo caro

que cuesta al hombre el olvido

de algún bienestar fingido

en nombres con rostro oscuro

rodeados de un halo puro

y de un carmín encendido

Mi verso es un ciervo herido

deudor de gozo y belleza

que corre a campo traviesa

buscando un sitio escondido

donde acallar el quejido

que lo salve del disparo.

Y sin ponerle reparo

al fulgor de una centella

se estremece cual estrella

que busca en el monte amparo.

******

Qué importa que este dolor

se me convierta en cadena

sin la esperanza que ajena

muta y me cambia el humor

con su incesante furor

para quebrarme el anhelo.

No importa que en mi desvelo

pierda su voz la inocencia

y al burlar la transparencia

seque el mar y nuble el cielo.

El verso, dulce consuelo

como un perfume se extiende

quiebra la luz, corta, hiende

y por insólito celo

funde la espada de hielo

donde se escuda el amor

para empuñar con vigor

la verdad –tenaz falencia–

cuando el tiempo de la ausencia

nace alado del dolor.

 

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