José Iván Borges Castillo*
Entre letras y lágrimas
¡Chumayel del bendito amor! Tierra predilecta de devoción y fiesta mestiza, yo te canto y te venero por tu grandeza, por la calidez que me ofreces, y por toda la riqueza que bajo la mirada de tu milagroso crucifijo he conseguido. Dame la paciencia de ver llegar de nuevo la feliz aurora de un nuevo abril... ¡Bendice a tu pueblo, Señor!
Aunque algo en nosotros nos decía y nos predisponía para esto, la noticia cae como roca sobre uno. ¡Duele hasta el alma! Sabemos y somos conscientes de todo lo que está pasando, pero es mejor este dolor a peores circunstancias que pudiéramos experimentar.
Este año no estará el Rey de las Vaquerías, nuestro nunca bien llorado Arturo González Castillo, no estará tampoco don Juan Pérez “el Campechano”, cuyo eco de voz parece resonar en esos corredores del Palacio. Y, para terminar, no habrá vaquería este año.
¡Señor milagroso, tú que desde ese altar en tu pueblo de Chumayel quisiste permanecer siempre y desde ahí mirar el pozo donde fuiste encontrado, ayúdanos y bendice a este tu pueblo yucateco, que desde los remotos caminos de este Mayab se conduce hasta tus plantas para llegar con sus sudarios y flores, con sus velas y kexitos, y así poder elevar ante ti la ferviente plegaria que nace del corazón!
No resonarán los “Aires Yucatecos” en los bajos del Palacio Municipal, al que se suma el regocijo y el estruendo de los pasos de los jaraneros, que se pierden entre el polvo y el humo de la pólvora anunciando a los cuatro vientos que Chumayel está de fiesta. No habrá, no, no habrá la Alborada y sus cabezas de cochino, no entrará el Santo Gremio, y dicen que el tres de mayo no saldrá el milagroso Señor de ese pueblo en procesión. Es lo mejor, ciertamente, pero como sus devotos no podemos quedarnos estáticos, por todo Yucatán arderán ante sus cuadros y cruces verdes, veladoras y cirios; se le arropará de flores y, mientras todos lloramos en nuestras casas por no poder visitarlo, se levantará desde los corazones nobles la ferviente plegaria para pedir su auxilio y que esta maldita pandemia pronto se extinga. El que todo lo puede, El lo hará cuando así convenga a todos.
Me atrevo a decir que en las escaleras de su templo, si éste se encuentra cerrado, hasta ahí irán los peregrinos más cercanos a su pueblo a encender sus velas votivas, a colocar sus flores, a llorar su misericordia.
Tengo una piedra en el corazón, algo que me apremia en el sentir desde aquella tarde de sábado cuando se dio a conocer la noticia, en la que se suspendía la fiesta tradicional de Chumayel, ¡tanto tiempo esperando y todo clausurado! Pero que no se haga la voluntad humana sino la tuya, Señor nuestro.
No saldré de mestizo enjoyado desde la casa de mi apreciado hermano Pablo Iván Mis Tuz, para ir a visitar a mi Señor de Chumayel y luego de dar gracias y quemar velas, salir presuroso al Palacio Municipal a bailar la famosa vaquería hasta que raye el sol de la mañana. Ya no saldremos con convite con los amigos jaraneros y las mestizas que cada año, como parte de un rito, nos reunimos, nos saludamos y reafirmamos nuestra amistad provincial.
Ya no estrenará su terno mestizado de hilos contados en xocbichuy ésta o aquella jaranera; ya no portará el nuevo pañuelo tal o cual mestizo. Ya no llegará la Orquesta de don Julián que desde el pueblo de Xaya cada año alterna la vaquería, y que ya va haciendo historia también. Ya no veremos danzar a esos viejitos, nuestros abuelitos y abuelitas de pueblos cercanos, que animados y contentos brincan y bailan la jarana de Yucatán.
¡No habrá fiesta, amigos! Pero Chumayel no es sólo fiesta, Chumayel es el áncora de nuestra memoria maya, es mi pensamiento y mi evocación, es el punto de mi peregrinación, es el lugar predilecto donde anida el alma del buen mestizo yucateco.
Ojalá que en agosto o septiembre, cuando también es bajado el Cristo para novenarios solemnes, se animen a hacer las dos vaquerías en su honor, y que no pase este año sin el tributo de los mestizos jaraneros a su indiscutible Señor, como marca ya la tradición y lo cantan tantas jaranas.
¿Llegará el venturoso 28 de abril del 2021? Sólo Dios lo sabe, a mí no me queda más que redoblar mi ánimo, reafirmar mi confianza y comenzar a contar de nuevo los días en el calendario, apenas concluya el 29 de abril.
No puedo escribir más... ¡Que viva Cristo Rey! ¡Señor de Chumayel!
*Unión de Escritores Comunitarios de Yucatán