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Los éxitos y fracasos en los festejos taurinos. Los trofeos y los castigos

 

Por Ele Carfelo

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Como en todos los espectáculos, los protagonistas obtienen por su labor, premios o castigos. En la fiesta de los toros, los protagonistas son el toro y el torero.

Cuando Dios ha repartido suerte y el diestro salió bien de la lidia y de la estocada, puede recibir, según el resultado, premios adecuados al triunfo. O bien, si no hubo suerte y el torero fracasó en sus intentos, también puede haber castigos.

Lo mismo en el caso del toro, si sus cualidades le hacen facilitar el triunfo a su lidiador, será premiado, y si lo dificulta, será censurado. En ambos casos, el que decide si hay premio o castigo, es EL PUBLICO.

Es curioso observar que en ningún otro espectáculo, el éxito de los protagonistas y los premios a que se hacen acreedores, sean del otorgamiento directo del público. La AUTORIDAD, llámese Juez de Plaza o Presidente, es únicamente su representante ejecutivo, y es quien directamente la administrar. Así, en una plaza de toros, es el público quien por su libre voluntad y criterio, otorga las recompensas o repudia la actuación de toros y toreros. Realmente, la autoridad del Juez de Plaza o Presidente, es en cuanto a velar por el cumplimiento de lo legislado por la concurrencia, pero en cuanto a la obtención de las recompensas, obra siempre al dictado de la opinión pública. Hoy me voy a referir únicamente a los castigos y premios para el TORERO. Los de los toros, los dejamos para futuras columnas.

La repulsa del público, los silbidos, las broncas, no tienen medición posible. El torero los aguantará cabizbajo mientras se retira al callejón, y el público deberá abstenerse de arrojar al ruedo, como protesta, cualquier objeto. Lo contrario es de muy mal gusto y pésima educación. El grado intermedio es el silencio. Y a partir de ahí, comienza el éxito al recibir unos cuantos aplausos, que el diestro puede agradecer separándose más o menos de las tablas, según su intensidad. Si son mayoritarios, a juicio del propio torero, dará la vuelta al ruedo, devolviendo las prendas que le sean arrojadas por la anuencia del respetable. Si la actuación y la estocada fueron brillantes, el mismo público saca a flamear pañuelos blancos, pidiendo que la OREJA del toro sea concedida al lidiador por el Juez de Plaza, atendiendo a la petición mayoritaria del público.

El corte de oreja, que es únicamente un “simbolismo”, tiene una justificación histórica. En los primeros tiempos del toreo de a pie, cuando los matadores no cobraban por sus actuaciones, si el diestro alcanzaba un éxito considerable, se le otorgaba como premio, el mismo toro muerto. El cadáver bovino se le entregaba, si daba la oreja del toro, que se le había entregado como “comprobante” para la entrega. La costumbre de otorgar la oreja como premio únicamente, pues el torero cobra honorarios por torear, es moderna. La primera vez que se otorgó oficialmente, fue el 2 de octubre de 1910, por una lucida faena de Vicente Pastor, a un toro de la ganadería de “Concha y Sierra”, en Madrid. Los Reglamentos Taurinos dicen que la segunda oreja, lo mismo que el rabo, serán otorgados según el criterio del Juez de Plaza, lo cual, no es cierto, pues es la insistencia y la intensidad de las peticiones de la concurrencia, las que norman el criterio de la Autoridad.

Por último, un premio importante para un torero es la SALIDA EN HOMBROS, que se llama popularmente, “Salir por la Puerta Grande”.

Sucedió que en épocas pasadas, hubo gente “desvergonzada” tanto de toreros como de espectadores, que por unos cuantos billetes, contrataban a unos mozalbetes para que los sacaran en hombros después de sus actuaciones, por lo que esta costumbre no se ha desechado, pero sí se ha “reglamentado”, sin estar escrita en ningún lado, pero que se ha hecho costumbre en casi todas las plazas de toros del mundo taurino, tanto en Europa como en América. En la actualidad, para merecer “Salir por la Puerta Grande”, se realiza únicamente, si el torero se ha hecho acreedor por su triunfo, al corte de cuando menos, DOS OREJAS. En  algunas plazas, como la “Real Maestranza de Caballería” de Sevilla, en España, es necesario cortar cuando menos TRES OREJAS, para salir en hombros, y lo hacen por la puerta grande sevillana, que es la famosa “PUERTA DEL PRINCIPE”.

Nos ocuparemos próximamente, de los premios y censuras para EL TORO, que, en realidad, los recibe su criador.

 

elecarfelo@hotmail.com

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