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Un caballero de la vida y del tablero

Juan Diego  Casanova Medina

¡Usted, con blancas, Don Fernando!...le dijo el Maestro Carlos Torre Repetto a Don Fernando Roche Martínez, quien le insistió una y otra vez para escoger una de sus manos donde tenía ocultas las piezas de distinto el color para iniciar la partida. ¡No, Don Fernando, por favor, usted las blancas! No muy de su agrado, Don Fernando Roche se quedó con los trebejos albos y empezaron a jugar.

Llevaban menos de 15 movimientos cuando le dice Carlos Torre: Ingeniero, ¡tablas! Y la respuesta fue urgente: ¿por qué tablas? Tablas, exhortó y repitió la pregunta anterior: ¿por qué?

La respuesta fue contundente: “porque en 8 jugadas le voy a dar mate”. ¡Cómo!, exclamó extrañado Don Fernando Roche, quien una vez que el Maestro yucateco culminó su obra, se levantó de la silla, y se dirigió al baño para lavarse la cara después de la tensión que le provocó el final de la partida.

Esta es una de las vivencias que compartió Manuel Díaz Rubio, quien acompañó a Carlos Torre en los últimos años de su vida.

En aquella ocasión, nos comentó, Don Fernando Roche, un buen jugador de Ajedrez que sostenía partidas en su computadora y siempre lo acompañaba su perro, en una visita a su domicilio en La Ceiba, le platicó de Carlos Torre y sorprendido, le preguntó si lo conocía.

Como la respuesta fue afirmativa, le pidió que lo invite a jugar en su vivienda y acudió con el Maestro Carlos Torre, a quien le concedió los honores como si se tratara del Presidente de la República, ya que lo recibió con la formalidad del caso: de traje y corbata.

Realizó 2 o 3 visitas más a la casa de Don Fernando Roche, pero ya no jugaban, más bien la reunión tenía fines instructivos porque a cada pregunta que le formulaban recibían sus valiosas enseñanzas.

Además de ser un virtuoso del tablero, la caballerosidad y Don de gente de Carlos Torre fue su principal fortaleza como ser humano, ya que prefería ofrecer tablas antes que aniquilar a sus rivales.

Díaz Rubio tuvo la oportunidad de aprender con él, y aunque reconoció que jugó un tiempo y le gustaba mucho el Ajedrez, su hermano Silvio Díaz Rubio (q.e.p.d.), tomó muy en serio las enseñanzas de Carlos Torre.

Con su padre, Don José Díaz Bolio, cuando viajaba con Silvio, así con pantalón corto, entraba a los Clubes de Ajedrez y barría con todos porque aprendió muy bien del Maestro Torre.

La nostalgia se apoderó de Manuel Díaz Rubio mientras transcurría la charla sobre Carlos Torre, un hombre muy sencillo, muy tranquilo, al que recuerda con afecto. Cuando le pidió que le explique lo que es el Ajedrez le dijo: “es una estrategia de vida”.

Las torres, recibió de respuesta cuando le preguntó, cuáles son las piezas más importantes, porque es el castillo del rey. Pero lo más trascendente, confirmó, es la combinación estratégica de los caballos, porque si un jugador tiene la habilidad de combinar los corceles en los ataques, hay una fortaleza, y acompañado de un alfil, se vigoriza sobre manera.

No recuerda con exactitud la fecha de su fallecimiento pero lo relaciona con el cumpleaños de su esposa Patricia Roche Ancona que lo celebra en marzo.

Pasados unos días después de su onomástico se enteró por las noticias de la muerte de Carlos Torre y le dijo: “algún día presumiremos que en esta casa durmió varios fines de semana con nosotros”.

Asegura que a su regreso de la Ciudad de México, en donde vivió 9 años, de alguna forma, Dios lo puso en su camino para estar con Carlos Torre en los últimos años de su vida. En su casa en Buenavista, se entera que estaba en el asilo Celarain, lo que lo dejó sorprendido.

Debido a la cercanía del albergue con su domicilio, relata que lo iba a buscar al Celarain los viernes y lo llevaba a su casa, en donde pasaba el fin de semana. “Conversaba yo con él, le tuve mucho cariño porque a través de mi padre lo conocí”, afirma.

Considera que Carlos Torre Repetto debió de tener un reconocimiento en vida, en la sociedad y no terminar en el asilo Celarain, porque de tantas gentes apreciables que ha habido en Yucatán, a las que no se les da el valor que tienen, un reconocimiento en vida enaltece a la persona.

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