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Gabriel Zapata BelloAndarines yucatecos

En agosto de 1912 pasó por Mérida el célebre andarín español Juan Domingo Llavería, quien había ganado el premio de 800 mil francos por dar la vuelta al mundo a pie en 12 años; de aquí partió a La Habana para embarcarse a Havre y de ahí a Paris a cobrar el premio.1 Años antes, patrocinados por La Revista de Mérida, salieron de esta ciudad Eduardo y Arturo LLoraca, Juan Gómez y Arturo Ceballos en un viaje a pie con destino a Buenos Aires; tomaron la ruta de Campeche, pero después no hubo más noticias sobre el destino de su travesía.2

Quizás como un reflejo del poema Caminante del Mayab del literato Antonio Mediz Bolio musicalizado por Guty Cárdenas, en las primeras décadas del siglo pasado no era extraño que algunos jóvenes yucatecos emprendieran rutas a pie para conocer Norte o Sudamérica; estamos hablando de los años veinte cuando ni siquiera en el interior del estado había caminos y solamente algunos municipios estaban en la ruta del tren, por lo que pensar adentrarse por propio pie al centro del territorio nacional era una empresa de aventureros.

Efectivamente, hubo un inquieto andarín yucateco de nombre Manuel G. Canto, bajito, de entonces 18-20 años, que salió de Mérida el 12 de octubre de 1928 acompañado de José E. Díaz y de Gaspar Rivas Cabañas, con el propósito de llegar caminando hasta Nueva York. En Sabancuy, Campeche, Díaz desistió y regresó a Mérida; siguieron en la ruta Canto y Rivas. Al llegar a Villahermosa cada uno tomó distinto camino hacia la ciudad de México, si bien se prometieron reencontrase en diez años en la Plaza Grande de Mérida. Rivas enfermó de paludismo pero aún así llegó en enero de 1929 a Jalapa.3 Canto se adentró por Chiapas, Oaxaca, Puebla y México; hubo noticias de él nuevamente el 31 de marzo del mismo año en Fresnillo, Zacatecas donde concedió una entrevista al semanario Redención, en la que narró su travesía y su propósito de llegar a Nueva York.4

El atrevido andarín yucateco llegó a la frontera norte y se adentró en territorio norteamericano, donde, según él, “observó el maltrato que dan a los mexicanos las autoridades yanquis”5 y decidió regresar de nuevo caminando a la capital de la República, a la cual llegó en junio de 1929. Era osado y aventurero este Manuel Canto, pues inmediatamente después se dirigió, siempre a pie, por la costa del Pacífico, a Guatemala y de ahí a El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica; retornó a Mérida el 3 de mayo de 1930.6 Caminó durante 18 meses poco más de 9 mil km, un promedio de 17 km diarios, entre selvas, valles, pantanos, montañas y desiertos en una época en que ni brechas o caminos blancos había en varias partes del país. Firme en su espíritu de trotamundos, Canto salió una mañana de noviembre de 1930 de las puertas de un periódico local para fotografiarse y despedirse en su nueva ruta hacia Buenos Aires, de la cual no se tuvo más noticia.

Varias décadas después, coincidencia o no en la mejor actuación olímpica del atletismo mexicano, en Los Ángeles 1984, un andarín capitalino de ascendencia yucateca, también apellidado Canto —Ernesto Canto Gudiño— se colgó la medalla de oro en la competencia de marcha de 20km un 3 de agosto; ocho días después, compitió en 50 km y llegó en 10º. Ernesto Canto es hasta la fecha el único atleta mexicano que en su carrera deportiva ha sido campeón de todas las competencias del denominado ciclo olímpico (Centroamericanos, Panamericanos, Mundial y Juegos Olímpicos).

1 La Revista de Yucatán, 11 de agosto de 1912, p.4.2 La Revista de Mérida, 10 de marzo de 1906, p. 2.3 Diario de Yucatán, Las tribulaciones de un andarín yucateco, 27 de enero de 1929, p. 7.4 Diario de Yucatán, 11 de abril de 1929, p. 2.5 Diario de Yucatán, 9 de junio de 1929 p. 4.6 Diario de Yucatán, 10 noviembre de 1930, p. 3.

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