Por Ele Carfelo
Representa Manuel Rodríguez “Manolete”, sin duda alguna, una de las cumbres mayores en la historia de la Tauromaquia. Además, su figura desborda los límites de los ruedos. Su trágica muerte lo convirtió en un mito: simboliza toda una época en la historia del toreo mundial.
En el ruedo, “Manolete” se convirtió en el máximo representante contemporáneo de la forma de torear llamada cordobesa, caracterizada por la seriedad, el valor sereno, el estoicismo relacionándolo con Séneca, pero esa personalidad poco común.
Su toreo se basaba en la verticalidad, la quietud, el juego de la muñeca. No tenía un repertorio amplio, se limitaba a los pases esenciales. Sin adornos floridos, emocionaba a todos los públicos. Fue un excepcional estoqueador (“en corto y por derecho”), sin enmendarse ni salirse de la suerte.
Su historia artística consigna que su faena “cumbre”, la mejor de su vida, la hizo en la Plaza de Las Ventas de Madrid, la tarde de la “Corrida de la Prensa” del año de 1944. Y cuentan que en esa ocasión, Don Agustín Foxá, un muy famoso célebre taurino, periodista y poeta español, mientras “Manolete” realizaba esa faena, se puso de pie en el tendido y levantando los brazos al cielo, exclamó teatralmente: “¡Señor, no nos lo merecemos!”
El también célebre y no menos famoso actor norteamericano ORSON WELLES, gran aficionado a la fiesta, definió así la importancia taurina de “Manolete”: “He visto grandes faenas de ‘Manolete’, pero no he conocido a otra persona que sea más grande, como hombre, que ‘Manolete’. Si yo fuera español, estaría orgulloso de haber vivido en el mismo siglo que él”.
Muchas veces, el tema de mi columna en POR ESTO! ha tenido como protagonista a este gran torero. Y ayer, 28 de agosto, día en que se cumplen SETENTA Y DOS años del día en que en plena madurez taurina, el toro “ISLERO”, toro de la ganadería sevillana de “MIURA”, en la Plaza de Linares, España, le clavó el pitón izquierdo en el muslo derecho, arrancándole la vida, los recuerdos tristes vuelven a las mentes aún de muchos aficionados, especialmente de los que tuvimos el privilegio de verlo torear.
La leyenda dice que “Manolete” llevaba la muerte escrita en la cara antes de salir al ruedo de Linares. La crónica del periódico español A.B.C., cuenta que el torero se dio cuenta enseguida de las malas condiciones de “Islero”, pero venció su raza de figura y su infinito amor propio, en sus personales muletazos y manoletinas tremendas. Cuentan que entró a matar “un poco sesgado”, marcando mucho el “volapié”, y al mismo tiempo arrancó el toro, y le clavó el asta izquierda. La cornada fue seca. Los esfuerzos médicos por salvar su vida fueron vanos… y el gran torero de la enorme personalidad, del toreo sobrio, que actuaba con emocionante sabiduría, pero siempre con entrega, había muerto.
28 de agosto de 1947. Manuel Rodríguez Sánchez había fallecido, y con él, una época gloriosa del toreo. Desde entonces descansa en la GLORIA DEL SEÑOR.
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