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Entretenimiento / Virales

Metodología de los 'por qué”

Marta Núñez Sarmiento*

El análisis de contenido: un método para estudiar los mensajes trasmitidos en el proceso de la comunicación masiva

XXXII

Concluyo hoy la explicación pormenorizada de cómo hacer el análisis ideológico de los mensajes. Para mostrarles cómo se puede hacer de manera más simplificada y expedita, pero siempre con rigor, les presentaré mi análisis del discurso que el presidente Donald Trump pronunció en Miami a mediados de 2017, que inauguró la arremetida brutal de su Administración contra mi país.

Pasemos a elaborar la escala de puntajes. Este es un código de valores numéricos que el investigador atribuye a cada una de las unidades de análisis, según la relevancia que el emisor les ha otorgado al ubicarlas en la diagramación del órgano de prensa. No existe una escala de puntajes única para todos los diarios o revistas. El investigador debe construirla tras identificar las características de diagramación del medio de difusión que estudia. Esta escala es un instrumento que auxilia a clasificar las informaciones sobre el tema de interés, atendiendo al lugar que ocupa en el medio de difusión.

Saber las fechas en que aparecen las informaciones sobre el tema permite aproximarnos a la periodicidad con que se trasmite el mensaje. Clasificar las informaciones según la escala de puntajes permitirá conocer qué relevancia les confiere el emisor. Los valores más altos de la escala se conceden a los lugares más destacados, y disminuyen según se minimice la importancia en que se publiquen las informaciones. Pongamos, por ejemplo, una escala de 3 puntos. El valor máximo (3) se otorga a las informaciones que aparezcan en la página editorial o en la primera. Dos puntos se otorgan a las que se divulguen en la última página o en las centrales. Un punto se dará al resto de las informaciones. Cada una de las informaciones extraídas de los medios se somete a esta escala para asignarle una puntuación de acuerdo con las características de “la página” en que aparece y su “ubicación física”.

En las informaciones que constituyeron las unidades de análisis de la investigación que tomamos como muestra, hay varios aspectos o subtemas que integran el tema central. Estos aspectos o subtemas recibirán la puntuación que reciba la información en que está incluida. Por ejemplo, en una información hay tres subtemas: “Cuba injerencista”, “fracaso del modelo económico cubano” y “Cuba autocrática vs. tradición democrática chilena”. Cada uno de ellos recibe la puntuación atribuida a la información en la que aparecen publicados. Para conocer cuáles son los subtemas dentro de la imagen de Cuba a los que el emisor atribuyó más relevancia, se suman los puntos obtenidos por cada subtema, y se relacionan con el valor total que resulte de sumar todos los puntos obtenidos por el conjunto de las informaciones del tema general de estudio. Por ejemplo, el subtema “Cuba injerencista” obtuvo el 60 % de los puntos de las informaciones referidas a mi país en “El Mercurio”. El resto de los subtemas obtuvieron 25 %, 10 % y 5 %, respectivamente.

El paso final de este procedimiento consiste en sintetizar los contenidos de las informaciones una vez que fueron clasificados en actores, las funciones que realizan, las cualidades que se atribuyen, y las circunstancias en que discurren sus acciones, así como sus opuestos. El analista procede a integrar los componentes semánticos en los subtemas que integran el tema que estudia para reconstruir los mensajes que divulga el emisor, y explicarlos de acuerdo con la lógica de la ideología que este último sustenta. Por ejemplo, en la investigación sobre la imagen de Cuba en la prensa de oposición a Allende, se reconstruyeron dos temas: “Cuba interfiere en los asuntos internos de Chile” y “el modelo de desarrollo cubano fracasó”. El primero de ellos contaba con varios subtemas: “existen nexos entre dirigentes de la UP y del gobierno cubano” y “los miembros de las delegaciones oficiales cubanas que visitaron Chile opinaron sobre asuntos internos de ese país”.

Con el fin de mostrar que estos fueron los temas más importantes, y para identificar los subtemas que los componían, se resumieron los componentes semánticos, se determinó la relevancia con que aparecía publicado cada uno de ellos (con las puntuaciones que tenía cada uno) y de acuerdo con la periodicidad con que se divulgaron (atendiendo a los días en que fueron publicados).

Cuando concluyamos cualquier análisis de los contenidos de los mensajes en los medios tenemos que tener en cuenta:

- Cuáles son los componentes semánticos para conocer qué se comunica, y cuál es la relación de estos mensajes con la ideología del emisor y de la clase cuyos intereses representa.

- Qué puntuación asignamos a cada subtema y cada tema para saber la relevancia con que fueron trasmitidos.

- Y, por último, revelar la periodicidad con que el medio informó los temas investigados.

Ahora les expondré cómo estudié el discurso que Trump pronunció en Miami el 16 de junio de 2017, que interrumpió los pasos que dio el presidente Obama para restablecer relaciones diplomáticas con mi país y proceder a normalizarlas.

Trump escogió a un auditorio de cubanos norteamericanos recalcitrantemente anticastristas para argumentar por qué firmaría el “Memorándum presidencial de seguridad nacional para fortalecer la política de Estados Unidos hacia Cuba”, que desató la versión más moderna de la brutal política que EE. UU. ejerce contra la Isla hace 60 años. Evidentemente, lo hizo presionado por el senador cubanoamericano Marco Rubio, quien en ese momento desempeñaba un papel clave en las deliberaciones del Comité de Relaciones exteriores del Senado de la nación sobre las posibles conversaciones que allegados a Trump habían tenido con representantes del presidente ruso Putin, que contribuyeron al fracaso electoral de Hillary Clinton.

Los principales actores del análisis de este discurso, sus funciones y calificaciones fueron Trump como el presidente todo poderoso, duro, simpático, burlón, representante máximo de los ideales de la democracia, los derechos humanos y la libertad para Estados Unidos y para Cuba; Marco Rubio, líder de los intereses de los cubanoamericanos; el vicepresidente Mike Pence; el secretario de Estado Rex Tillerson; el gobernador de la Florida Rick Scott; los “amigos de la Pequeña Habana” que son “víctimas del castrismo”; los disidentes residentes en Cuba a quienes el castrismo impidió viajar, y el pueblo cubano que sufre bajo la opresión del comunismo.

Los antiactores, sus calificaciones y funciones fueron: el comunismo que destruyó a Cuba y a cualquier nación donde imperó; el régimen castrista que asesinó y encarceló a decenas de miles de cubanos, que intentó expandir su sistema fuera de sus fronteras y fracasó, que amenazó con usar armas nucleares contra EE. UU., que promueve el tráfico de personas, el trabajo forzado y la explotación en todo el mundo, que envió armas a Corea del Norte, que ha asilado a asesinos, terroristas, secuestradores. Otro antiactor fue la política de Obama hacia Cuba, que calificó de carente de sentido común porque llegó a acuerdos terribles con el castrismo, que alienta la violencia y la ingobernabilidad en la región.

La principal función que desempeñó Trump fue demonizar al liderazgo cubano; llevar a la práctica su promesa electoral de eliminar el comunismo que sufren los cubanos y venezolanos para que retorne la libertad a esos países. Revertirá la política de Obama hacia Cuba, puesto que cuando flexibilizó las restricciones de viajar a Cuba para los norteamericanos no ayudó al pueblo cubano, sino que enriqueció al régimen, a sus militares y provocó más represión. Anunció que reforzará el embargo y asegurará que las inversiones fluyan directamente al pueblo para que abran negocios particulares y comiencen a construir un futuro “inmenso”.

Trump dedicó el 87 % de las palabras de su discurso a los temas que encarnan los “actores” de su arenga. Manifestó “empatía” con los presentes concediéndoles “thank you” más de 50 veces y diciéndoles que los amaba en 31 oportunidades. Los cubanoamericanos del auditorio proclamaron a viva voz su “cubanía” cuando cantaron el himno de EE. UU., gritaron “USA, USA, USA”, corearon varias veces “Trump, Trump, Trump” y hasta le cantaron “Happy Birthday”.

Resumiré tres mentiras que Trump pronunció. La primera fue afirmar que los cubanoamericanos de Miami votaron por él, lo que prestigiosas empresas encuestadores negaron recién concluidas las elecciones presidenciales de 2016. La segunda quimera consistió en declarar que la recién reinaugurada embajada de EE. UU. en Cuba se mantendría abierta. Pocos meses después inventaron los “ataques sónicos”, retiraron al personal del consulado americano y expulsaron a 17 funcionarios consulares cubanos de nuestra embajada en Washington. La tercera falsedad fue decir que EE. UU. aceptará el derecho de todas las naciones a escoger sus caminos, porque poco tiempo después Tillerson proclamó a los cuatro vientos la vigencia de la Doctrina Monroe.

Con este discurso, la Administración Trump organizó una estrategia comunicativa diseñada para sembrar miedos e inseguridades en los norteamericanos que pretendían viajar a Cuba. Tal pareciera que retomaron la trama de Joseph Heller en su novela Catch 22 (Trampa 22), publicada en 1961. Una de las interpretaciones de este término es que quienes crearon la situación de “catch 22” inventaron reglas arbitrarias para justificar y ocultar sus abusos de poder.

Además, en una de sus conferencias de prensa en esos días el presidente Trump repitió varias veces que Cuba había hecho cosas “malas”. Se dice que los tuits de Trump los leen diariamente 800 millones de personas en el mundo.

Esta estrategia comunicativa ejemplifica la tesis que el profesor canadiense Marshall McLuhan enunció como “los medios son los mensajes”, contenida en su libro Understanding Media de 1964. Esta idea pondera la importancia de los medios de comunicación para que los contenidos de sus mensajes penetren en las masas. Desde junio de 2017 hasta ahora la Administración lanzó a través de los medios de comunicación de alta tecnología, como los tuits, mensajes cortos y falsos que proyectaron una imagen de una Cuba peligrosa, casi terrorista. Quienes los leyeron reprodujeron sus interpretaciones en sus tuits personales, en Facebook y en los blogs, que inundaron el universo mediático “alternativo” con hipocresías apocalípticas sobre Cuba. Poco pudieron hacer los mainstream media para contrarrestar estas mentiras porque ya no son los que dictan las ideas entre los norteamericanos. Los han sustituido los medios de comunicación que se llevan en los bolsillos.

El miedo y desconcierto que suscitó esta estrategia provocó que declinara dramáticamente el número de visitantes de EE. UU. que viajaron a Cuba desde fines de 2017 hasta la actualidad. Muchas compañías de seguro no concedieron sus servicios para viajar a Cuba, lo que contribuyó a que los norteamericanos cancelaran cualquier tipo de proyectos de viajes a la Isla, incluyendo los educacionales. Sin embargo, pareciera que al comenzar la temporada alta de turismo 2018-19, los norteamericanos reanudarán poco a poco sus visitas a Cuba.

¿Cuándo se aplicará a la guerra ideológica de EE. UU. hacia Cuba lo que sentenció Abraham Lincoln, “Se puede mentir a pocos mucho tiempo. Se puede mentir a muchos poco tiempo. Pero no se puede mentir a todos todo el tiempo”?

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