Marta Núñez Sarmiento*
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Seguiré comentando algunos de los mitos sobre la sexualidad, que aunque han ido mermando, aún persisten en Cuba. Su disminución relativa en el imaginario popular sobre el género en mi país permite progresar en el respeto hacia las personas no heterosexuales. Por esto los incluyo en este trabajo.
Llamar despectivamente solteronas a las mujeres que rebasan, digamos, los 26 años y no han tenido una pareja estable, es un término que prácticamente desapareció del argot popular. Ello se debe al progreso que evidencian las cubanas en los últimos sesenta años. Sobre esto he escrito mucho. Solo me sirve para argumentar otro adelanto en la relaciones de género que borra esta ficción, lo que abre más las puertas para que los cubanos y las cubanas dignifiquen a las personas LGBTI y a las “queer”.
Despreciar la sexualidad entre las personas que rebasan los sesenta años hasta el punto de calificarla como indecente es otra falacia que poco a poco se ha esfumado. Los medios de comunicación han contribuido a esto. Recuerdo una telenovela cubana que se trasmitió por los años ochenta del siglo pasado titulada Los abuelos se rebelan que tenía como personajes centrales a una pareja de adultos mayores que se enamoraban. Tuvieron que enfrentarse a la crítica de sus hijos y de algunos de sus nietos, quienes consideraban escandalosa esa conducta y que, además, rompía las funciones que esta “prole” les asignaba en el hogar: ocuparse de las labores domésticas, entre las que estaban comprar los alimentos y cuidar a los nietos. Pero lograron vivir juntos. A partir de ese antecedente el tema de la sexualidad entre persona de sesenta años y más forma parte de muchísimas telenovelas “del patio”. Los cineastas cubanos también incluyeron este tema en sus largometrajes. Una de las pioneras fue Los pájaros tirándole a la escopeta, refrán que caracterizaba las conductas reprobatorias de los hijos de dos adultos mayores que se enamoran. La popular orquesta Los Van Van compuso el tema musical con igual título que pueden buscar en Youtube.
Pues, como les contaba, cuando se desmantelan mitos como estos, la sociedad muestra no solo que “tolera” las conductas que los refranes reprobaban, sino que reconoce y respeta la decisión de cada quien de asumir las orientaciones sexuales que prefiere, ya sean las heterosexuales o las que se alejan de estas conductas. Entonces, estos avances abren los caminos para erradicar las actitudes homofóbicas, esto es, que no solo las personas se enquisten en declarar que están en desacuerdo con ellas, sino que las enfrenten, que las combatan en la cotidianidad. Es preciso reconocer que las personas de la amplísima gama de orientaciones sexuales e identidades de género LGBTI tienen los mismos derechos que los heterosexuales. Solo así se superará la fase de “tolerarlas” para ascender a la de dignificarlas.
¿Cuáles son los “eventos” que han sucedido en Cuba a lo largo de sesenta años que suscitaron que las mujeres disfrutaran de iguales derechos que los hombres y que combatieran el machismo? Me remito a ellos para ejemplificar resumidamente cuáles han sido los programas que aseguraron los desarrollos de las cubanas que, específicamente, permitieron borrar los antiguos patrones sobre la sexualidad y, a la larga, ayudaron a combatir la homofobia en los hechos, en el día a día.
A inicios de los sesenta se instituyeron medidas para erradicar la prostitución que ofrecían a las prostitutas alfabetizarse y asumir otras profesiones. A la vez se promovió que las empleadas domésticas aprendieran a leer y escribir, avanzaran al menos hasta el tercer grado y cambiaran sus empleos. Estas eran dos de las ocupaciones que mayormente empleaban a las cubanas, por lo que estas mujeres pudieron desembarazarse de empleos que las explotaban sexualmente.
Las movilizaciones militares que comenzaron en Cuba durante la invasión a Playa Girón y en la Crisis de Octubre incorporaron a las mujeres a las milicias y las brigadas sanitarias. Ellas convivieron con los hombres en las operaciones que se sucedieron durante estos acontecimientos, rompiendo esquemas de divisiones sexuales y, por qué no, en muchos casos facilitó amores que condujeron a un boom de la natalidad que se produjo en 1963. Busquen otra vez en Youtube el dibujo animado Nikita Chama Boom, de Juan Padrón (2010), que abordó, con el típico humor criollo, este efecto poco conocido de la movilización militar conocida también como “Crisis de los misiles”.
La nacionalización de todos los centros de educación privados en 1961 aseguró la educación gratuita y universal para todos los ciudadanos y, además, adoptó la coeducación. La campaña de alfabetización de ese año contó con un 62 % de muchachas entre los alfabetizadores. Ellas y ellos, en su mayoría, vivieron en los campos y en las montañas durante más de seis meses, alejados de sus familias, y, por supuesto, muchos de estos jóvenes también rompieron tabúes sobre la sexualidad. Una vez concluida la campaña, estos jóvenes continuaron sus estudios de bachillerato en La Habana o en las capitales de sus provincias bajo el régimen de becarios. Desde 1968 los alumnos a partir del séptimo grado acudieron a las “escuelas al campo”, que consistían en permanecer en zonas rurales por un mes o 45 días realizando labores agrícolas. A inicios de los años setenta se instituyeron las “escuelas en el campo”, donde estudiaron adolescentes desde el séptimo grado hasta concluir el doceavo. Todas estas modalidades educativas para los adolescentes llevaron aparejadas la convivencia de ambos sexos en instituciones apartadas de sus padres, “evento” que propició los descubrimientos sexuales de los jóvenes.
A fines de la década de los setenta del siglo pasado se creó un programa de educación sexual para el sistema educativo cubano desde la primaria hasta el grado 12. Fue un experimento inteligente que se proponía enseñar los aspectos de la sexualidad humana de acuerdo a las distintas edades de los estudiantes. Pero como no era una asignatura obligatoria, las maestras no la enseñaban debidamente, bien porque estimaban que no era necesaria, porque carecía de relevancia o, simplemente, la tildaban de inmoral. Solo a partir de 2011 se convirtió en una asignatura obligatoria que incorporaba los contenidos de aquel primer programa y los muchos otros que la vida impuso que se incorporaran. La diversidad sexual forma parte de esta asignatura.
Las cubanas cuentan con los medios para controlar sus cuerpos y su sexualidad. A ello contribuye que desde 1962 el aborto es legal y gratuito, porque es uno de los servicios de la salud pública. Lo mismo sucede con la planificación familiar, otro de los servicios que el Ministerio de Salud Pública suministra a mujeres y hombres desde 1964. Junto a estas acciones, existen programas para prevenir las infecciones de trasmisión sexual y el VIH-SIDA. Por tanto, existen las condiciones para que las parejas heterosexuales o LGBTI practiquen el sexo seguro.
Las medidas que he resumido me permiten concluir que ellas, junto a otras, contribuyeron a que las mujeres alcanzaran la igualdad con los hombres también en lo concerniente a disfrutar la sexualidad sin prejuicios ni discriminaciones. Si esto ha sido posible para ellas, ¿por qué no podemos reconocer que podemos eliminar progresivamente los prejuicios inherentes a la homofobia?
Entre los obstáculos para lograr esta meta están los estigmas que persistieron y que todavía persisten hacia las personas no heterosexuales. Mencionaré tres de ellos.
Las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP) se instituyeron en Cuba aproximadamente entre 1965 y 1967. En ellas vivieron y trabajaron los gays jóvenes que no eran admitidos en el Servicio Militar Obligatorio (SMO) por ejercer esta orientación sexual. Fidel Castro explicó a Ignacio Ramonet en su larga entrevista conocida como Cien horas con Fidel cuáles fueron las condiciones prevalecientes en el país que provocaron su surgimiento y resumió: “Yo ahora no voy a defenderme de esas cosas, la parte de responsabilidad que me corresponda la asumo”.
En mi opinión, este fue un error que se enmarcó en esos años, que nunca más se repitió, pero que en el mundo persiste la idea que todavía se mantienen en Cuba campos de concentración para los homosexuales. Esta percepción la reafirman los medios de comunicación aún hoy. Uno de los argumentos más usados para trasmitir esta idea consiste en mencionar la película norteamericana Antes que anochezca (Before night falls) que apareció en el año 2000, basada en la novela homónima del escritor cubano Reinaldo Arenas, quien describió en ella sus experiencias en la UMAP de manera desgarradora.
Cuando converso con los ciudadanos de EE. UU. que visitan La Habana y con mis alumnos de universidades norteamericanas en la Casa de las Américas, les sugiero que comparen los mensajes que comunica este largometraje con los de la película cubana Fresa y chocolate (1992). Esta última trata desde la visión cubana dos intolerancias que persistían en mi país durante la crisis de la década de 1990, la primera hacia los gays y, la segunda, hacia quienes emigraban de Cuba. Este largometraje fue muy bien recibido por el público cubano, a pesar de la homofobia que imperaba y que todavía subsiste aquí. Estimo que ello se debió a la manera inteligente y artística con que la película enfocó estos dos delicadísimos temas, hasta concluir con el abrazo final de los dos personajes centrales: un joven comunista dogmáticamente homofóbico que poco a poco comprende los motivos que llevan a abandonar a Cuba al segundo personaje, un gay lleno de la chispa criolla, quien ama y conoce profundamente a “su Habana”, pero que decide marcharse para mantener su identidad genérica sin perder su condición de cubano. El afiche de este film también lo pueden hallar en internet: las manos de los dos amigos que se abrazan cuando se despiden. El filme, de 1993, fue la única película cubana que hasta el momento ha sido nominada al Óscar.
El segundo ejemplo de estigma que existió en Cuba para afianzar la homofobia consistió en que los textos de la enseñanza universitaria de medicina que se estudiaron hasta mediados de la década de 1980, consideraban la homosexualidad como una enfermedad. Esto legitimó las conductas de muchos padres y madres de llevar a consultas médicas a sus hijos e hijas que no asumían los patrones “propios” de sus sexos que dictaba la sociedad. Ya esta barbaridad quedó atrás, tanto, que pocas personas recuerdan este hecho.
Comentaré el tercer estigma en el artículo próximo.
Continuará.