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La Filosofía en Cuba

Rita M. Buch Sánchez*

IV

La irrupción masiva del marxismo en los años sesenta

Según el filósofo cubano e historiador del pensamiento filosófico latinoamericano, Pablo Guadarrama González, la recepción de las ideas marxistas en América latina contó desde un inicio con premisas muy distintas a las del mundo europeo y norteamericano, por el diferente grado de maduración de las relaciones capitalistas y, por consiguiente, del movimiento obrero. Sin embargo, no dejan de existir, a su vez, determinadas similitudes, según el grado de influencia de corrientes filosóficas e ideológicas que también tuvieron sus representantes en esta región.

Un antecedente significativo de la difusión del marxismo en América latina durante el siglo xix, puede considerarse la labor periodística de numerosos intelectuales que, aunque no estaban directamente vinculados con el movimiento obrero y sus luchas, sí se encontraban al tanto de los acontecimientos más importantes en sus respectivos países, y sobre todo en Europa, por lo que reflejaban en sus publicaciones el eco de los grandes sucesos como la Comuna de París, así como las corrientes de ideas que circulaban a su alrededor, donde el marxismo tomaba cada vez mayor auge. Entre ellos, destacó Juan Mata Rivera, en México, quien publicó la primera traducción al español del Manifiesto Comunista, en 1884.

Muchos de los hombres que deben ser considerados como parte de los antecedentes del marxismo en América Latina compartían a su vez las ideas de diversas concepciones filosóficas, por ejemplo, el espiritualismo, el eclecticismo, el positivismo, el darwinismo social, etc., por tanto, no podían ofrecer un cuadro armónico y coherente de toda la teoría marxista. Los múltiples lados débiles de su cosmovisión serían en ocasiones atribuidos al marxismo, cuando en verdad solo se conocían y se aceptaban de éste algunas de sus tesis fundamentales, básicamente las vinculadas a la política, ya que su dimensión filosófica era prácticamente desconocida.1

La generación de filósofos formada en los años sesenta del siglo xx, al calor del triunfo revolucionario del 1.o de enero de 1959, asumió el marxismo desde una situación muy difícil, cuando esta filosofía parecía tener su centro y su legitimidad en la URSS. Pero en realidad, el marxismo aparece en Cuba mucho antes, a finales del siglo xix, en la figura de Carlos Baliño2 y, posteriormente, en los años de la Revolución del 30. Recordemos el marxismo de Julio Antonio Mella, y el marxismo relacionado con el intento de liberar al país, de Antonio Guiteras. Después hubo cubanos que sostuvieron un marxismo independiente que concurre, por un lado, en la formación de las ideas del movimiento insurreccional del 26 de Julio, y en “La historia me absolverá”, y por otro, en el gran movimiento cultural que se producirá en los sesenta.

Según Guadarrama:

Rubén Martínez Villena, Juan Marinello, Alejo Carpentier, Carlos Rafael Rodríguez, José Antonio Portuondo, Sergio Aguirre, Julio Le Riverend y Raúl Roa, encuentran justo lugar en la historia de las ideas marxistas en la Isla.

Cuando se produjo una elevación del nivel cultural de muchos cuadros del partido de extracción obrera, otros paulatinamente se destacarían también por su preparación teórica, como es el caso de Blas Roca, Gaspar Jorge García Galló y Salvador García Agüero. Tal ofensiva en el plano cultural, posibilitó que los comunistas fuesen cada vez más reconocidos no solo como líderes políticos, sino también como personalidades de la vida intelectual del país. Esta ha sido una regularidad del ámbito cultural y político latinoamericano […].

Destaca, el papel de vanguardia que ha desempeñado en la Revolución cubana el marxismo en el pensamiento de su líder indiscutible, Fidel Castro, y en el de Ernesto Guevara, y señala que, asimismo, la Revolución cubana ha tenido en otros de sus dirigentes, entre los que sobresalen Carlos Rafael Rodríguez y Armando Hart, una obra teórica significativa en la historia del pensamiento marxista.

Concluye que la producción intelectual marxista en Cuba, a partir del triunfo de la Revolución, se ha incrementado considerablemente, a pesar de relativos estancamientos en algunas esferas de las ciencias sociales, cuyas causas y consecuencias en la actualidad son objeto de investigación.3

En Cuba, a principios de la década de 1960 –a pesar de la reanimación que se había experimentado en los años cincuenta, en relación con los intentos de recuperación y conservación de nuestro legado cultural–, las producciones filosóficas eran prácticamente inexistentes, lo que sumado, poco después, al éxodo masivo de intelectuales y profesionales en 1961, condujo a la ausencia casi total de producciones teóricas en el campo de la filosofía.

Sin embargo, no ocurrió lo mismo en el campo de la historia y la historiografía.

Sobre este aspecto, la investigadora Yaíma Martínez Alemán, de la Universidad Central de Las Villas, en su interesante artículo “La función ideológica de la historiografía cubana en la década del sesenta del siglo xx”, destaca la riqueza de este período en la formación de historiadores, en las publicaciones de libros sobre Historia de Cuba y en la creación de entidades e instituciones que coadyuvaran a lograr un salto cualitativo, desde lo descriptivo hacia lo valorativo.

Sobre esto refiere:

La Revolución Cubana constituyó la concreción de un proceso marcado por sucesivas frustraciones y reafirmaciones en la conformación de una nación verdaderamente soberana; el triunfo de una revolución que se consideraba centenaria. Esta conciencia de su papel como sujeto histórico llevó a la vanguardia revolucionaria, encabezada por Fidel Castro, y a la intelectualidad ligada a ella, a buscar los fundamentos del proceso revolucionario en la tradición de lucha del pueblo cubano: “Nuestra Revolución, con su estilo, con sus características esenciales, tiene raíces muy profundas en la historia de nuestra patria. Por eso decimos, y por eso es necesario que lo comprendamos con claridad todos los revolucionarios, que nuestra Revolución es una Revolución, y que esa Revolución comenzó el 10 de Octubre de 1868”.4

En este mismo sentido, Fidel hace explícita la importancia de la historia de Cuba en el presente revolucionario, cuando expresa:

Nada nos enseñará mejor a comprender lo que es una revolución, nada nos enseñará mejor a comprender el proceso que constituye una revolución, nada nos enseñará mejor a entender qué quiere decir revolución, que el análisis de la historia de nuestro país, que el estudio de la historia de nuestro pueblo y de las raíces revolucionarias de nuestro pueblo.5

Según la opinión de la citada investigadora, es así como se institucionaliza la historia de Cuba. Señala que, en 1962 las condiciones de profesionalización del historiador superan las de la época republicana: se abre la Escuela de Historia en la Universidad de La Habana y en la Universidad de Oriente; se fundan centros de investigación, entre ellos un Instituto de Historia adscrito a la Academia de Ciencias, y se crean redes nacionales de archivos, museos históricos e instituciones especializadas en la investigación, la publicación y la divulgación de la historia nacional. Estos cambios responden a la necesidad de formar a los nuevos historiadores que necesitaba el presente revolucionario, con conciencia socialista. “La nueva sociedad que se aspiraba a construir necesitaba que los hijos de obreros y campesinos fueran capaces de hacer la nueva historia de Cuba”.

Asimismo, cita datos y cifras que hablan por sí solos:

Entre 1959 y 1962 se imprimieron cerca de noventa obras de historia de Cuba, además de biografías y trabajos sobre la Revolución. La “Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana” se encargó de publicar las obras de Emilio Roig de Leuchsenring. El Consejo Nacional de Cultura y la Comisión Nacional Cubana de la UNESCO publicaron obras historiográficas clásicas, como las contenidas en la colección “Biblioteca de Autores Cubanos”. El Archivo Nacional y la Academia de Historia asumieron la publicación de documentos históricos. El Ministerio de Educación emprendió la publicación masiva de textos con carácter marxista: Lecciones de historia de Cuba, de Sergio Aguirre; El marxismo y la historia de Cuba, de Carlos Rafael Rodríguez; y Los fundamentos del socialismo en Cuba, de Blas Roca.

La Biblioteca Nacional y las universidades emprendieron una labor de divulgación, además de orientar sus publicaciones a diversos temas de la historia nacional.

La Comisión de Investigaciones Históricas de las Escuelas de Instrucción Revolucionaria (EIR) edita obras colectivas destinadas a la docencia en las EIR: Cronología de la Revolución Cubana 1952–1965, 40 aniversario de la Fundación del Partido Comunista de Cuba, Regímenes precapitalistas.

La importancia de la labor desarrollada por este grupo está en los documentos originales y las fuentes testimoniales con las que cuenta, lo que permitió ampliar la información sobre el período republicano.

En torno a la celebración del centenario de la Guerra de los Diez Años se produce otro boom editorial y ven la luz obras novedosas y también nuevas colecciones de clásicos como la “Colección Centenario”, además de la realización de eventos como el Concurso Centenario, auspiciado por la Universidad Central de Las Villas, en el propio año 1968.

Para comprender de una forma más cabal cómo se da este rescate de la historia de Cuba y la función política que se le confiere en los años sesenta, es imprescindible abordar el fundamento ideológico de la nueva historiografía. Tema bastante susceptible dada la poca información sintética y objetiva que se tiene al respecto.

Información sobre la ideología de la Revolución Cubana hay suficiente, nacional e internacionalmente, pero desde un punto de vista científico-objetivo, ha sido muy poco estudiada, por ello no son muchas las fuentes a citar en este sentido.

Generalmente, la opinión interna carece de objetividad al sublimar la épica revolucionaria y la opinión externa, al pretender ver más manchas que luz en el sol de la Revolución.6

La Filosofía en los sesenta

Sobre este tema se ha escrito poco y de manera dispersa. Por ese motivo, el investigador en busca de datos se ve obligado –en ocasiones como esta–, a buscar en otras fuentes, tales como entrevistas y conversaciones que han sido publicadas sobre el asunto. Este es el caso del filósofo cubano Fernando Martínez Heredia (1939-2017),7 quien ha aportado abundantes datos sobre este período, en entrevistas y conversaciones que han sido recogidas en varios textos, entre ellos, en el libro A viva voz.8 Según este investigador, después de 1960 se produce […] una explosión tremenda de la Filosofía en Cuba. Cuestionado sobre el tema, refiere en una entrevista:

[…] De pronto el pueblo de Cuba entero se abalanzó sobre la filosofía, palabra que hasta ese momento no utilizaba casi nadie. Incluso muchas personas, en la primavera y el verano de 1961, buscaban la Filosofía en las novelas soviéticas. En Los hombres de Panfilov y Así se templó el acero trataban de encontrar la filosofía del proletariado. A la vez pareció necesario, y así sucedió, que se empezaran a preparar escuelas, profesores, planes de estudio, a importar textos, etc., para lograr que la Filosofía fuera algo generalizado.9

El orden de los factores está claro: la Revolución trajo al marxismo, no el marxismo a la Revolución. Eso es así.10

El autor citado, considerado por algunos estudiosos del tema, como uno de los más controvertidos filósofos marxistas cubanos de la segunda mitad del siglo xx, quien durante años estuvo en el vórtice de fuertes polémicas en relación con el marxismo cubano de los sesenta, atribuía en sus escritos y entrevistas gran importancia al hecho de que, en ese tiempo, cambió el lugar, la entidad y la función de la Filosofía en Cuba, y que este cambio ocurrió por una razón extrafilosófica, e incluso, extrateórica: Hubo una gran revolución. Eso motivó que la Filosofía ocupara un lugar central, pero no cualquier filosofía, sino una entre ellas: el marxismo.

Según su opinión, las causas fundamentales de este hecho, se sostienen sobre los siguientes argumentos:

- Si bien la Filosofía en Cuba tuvo un lugar importante en estrecha relación con la sociedad criolla entre 1790-1840, tuvo un lugar más importante desde 1961, en las nuevas condiciones históricas, en medio de una revolución tan desmesurada que planteaba muchos problemas de todo tipo. Porque los cambios íntimos de las personas, los de las relaciones entre las personas y los de las instituciones, fueron sumamente radicales.

- La Revolución estaba necesitada de un discurso y un orden mental, de cierto saber establecido, para que fueran viables su poder y su proyecto.

- Se acabó con la propiedad privada y se impuso el igualitarismo. En aquel momento fue necesaria la teoría, y la necesidad puede más que las universidades.

- Esa perla del marxismo dogmático, la obligada correspondencia que nos sujeta a “las fuerzas productivas”, no podía regir de ninguna manera y, por tanto, era necesario pensar. En aquel momento Fidel y el Che eran los pensadores por excelencia de Cuba.

Según la investigadora Yaíma González, es precisamente Martínez Heredia uno de los pensadores cubanos que más ha abordado el tema de la ideología revolucionaria con agudeza y objetividad, quien al caracterizar el mundo ideológico de los sesenta, comienza por definir la Revolución como “socialista de liberación nacional”, como un proceso contradictorio en el que se sintetizan los ideales socialistas y nacionalistas del pueblo cubano. Por ello, concibe el “socialismo cubano” como una expresión particular, que tiene como esencia el “patriotismo radical”, un socialismo que se situaba en el centro de la liberación nacional.

Según este investigador, el marxismo en Cuba, a partir de los años sesenta, atravesó por varias etapas bien definidas, en correspondencia con los años transcurridos desde el triunfo revolucionario del 1.o de enero de 1959. Al respecto, plantea en su periodización una primera etapa que sintetiza de la manera siguiente:

1) En los años sesenta, en los que el pensamiento vivió avances extraordinarios y batallas muy duras […], y comenzó a echar las bases de una cultura propia de liberación […]. La situación de la teoría era muy difícil, los medios con que contaba el pensamiento eran insuficientes y los escollos eran enormes, pero la acumulación cultural cubana previa y la fuerza de la necesidad de la Revolución se reunieron y se impusieron. Fidel, el Che, Dorticós y algunos otros líderes de la Revolución, plantearon las cuestiones esenciales y los rumbos posibles.

Detengámonos en los argumentos que expone este investigador para fundamentar su criterio. Para ello, se hará referencia en particular al escrito “Conversación sobre los años sesenta”,11 que se corresponde con el contenido de la entrevista que le realizara a Martínez Heredia en 1999, la investigadora Yohanka León del Río, del Instituto de Filosofía, Citma, La Habana.12

Yohanka comienza la entrevista-conversación, a modo de introducción, de la manera siguiente:

La conversación que ahora ve la luz lo hace acompañando este primer empeño de hacer un boceto de la historia del pensamiento cubano marxista en la fragua de la década prodigiosa de los sesenta.

Agradecemos infinitamente a Fernando el habernos hecho realidad este sueño y de incorporarle aliento y esperanza.

Podría afirmar sin temor a equivocarme que estoy conversando con alguien cuya vida es testimonio del bregar difícil, heroico y romántico de la intelectualidad cubana por la rebelde década de los sesenta. Es por eso que quisiera empezar por conocer cómo Fernando Martínez Heredia, joven de Yaguajay, vivió esa tremenda efervescencia política revolucionaria.13

A continuación se exponen textualmente, las respuestas de Fernando a las preguntas que se infieren por sí mismas o aparecen explícitamente planteadas por su interlocutora, como aspectos a tratar en la entrevista:14

Sobre la declaración del carácter socialista de la Revolución cubana en 1961 y su repercusión en la enseñanza del marxismo-leninismo en Cuba.

Tras la victoria del pueblo cubano contra los mercenarios que desembarcaron por Playa Girón se declara el carácter socialista de la Revolución cubana, en el entierro de los mártires que dieron su sangre por mantener la independencia.

La gran cuestión ideológica era: ¿Qué vamos a hacer con Cuba? Y la respuesta era: “Somos socialistas, seremos comunistas” ¿Por qué? Pues porque derrotamos a nuestros enemigos, que son los burgueses y los imperialistas, nos apoderamos del país y lo repartimos todo, reinarán la igualdad, la honestidad y las oportunidades para todos”. Esta fue una nueva interpretación, con más alcance que las de los dos años anteriores, porque incluía un proyecto trascendental, a la altura de los sentimientos y acontecimientos”.15 Ese proyecto que al fin es formulado es el socialismo y el comunismo populares.16

En aquel momento (tras Girón, en 1961 y en 1962), la Revolución creó las Escuelas del Partido para enseñarles marxismo-leninismo a sus militantes. En ellas se comienzan a explicar Materialismo Dialéctico e Histórico I y II.17

En el 62 se proclama la Reforma Universitaria. Yo revisé el texto de la Reforma y de todos los programas de las diferentes carreras que en aquella época se desarrollaban en la Universidad; en el currículum de cada una de ellas están incluidas las asignaturas “Materialismo Dialéctico e Histórico I y II”.18

En el texto no lo dice exactamente, pero cuando uno revisa la documentación, sí están las asignaturas curriculares.19 […] En realidad, había un consenso general en que se estudiara marxismo, es decir, tres materias: Filosofía, Economía Política y Comunismo Científico. En 1962 aparecieron en todos los programas de estudio. En la Universidad de La Habana comenzaron a dar Filosofía con solo 5 profesores. No había más.20

Continuará.

Notas

1 Pablo Guadarrama González: Bosquejo histórico del marxismo en América Latina (versión digitalizada).

2 Uno de los tempranos identificados con el marxismo en América Latina fue el cubano Carlos Baliño (1848-1926), quien dada su estancia por la década del ochenta en Estados Unidos tuvo un vínculo con las ideas marxistas que ya se divulgaban en ese país, aunque con algunas influencias lasalleanas y reformistas. En su pensamiento, a pesar de no evidenciarse un conocimiento amplio y profundo de las obras de Marx y Engels, debido a su condición de obrero autodidacta, se aprecia un dominio básico de la concepción materialista de la historia y de las categorías principales del materialismo histórico. Véase Pablo Guadarrama González: Ob. cit.

3 A partir de los años treinta, el marxismo en América Latina y en Cuba, quedaría marcado por la distinción entre la línea de los partidos comunistas recién fundados, que adoptarían las orientaciones de la Komintern (III Internacional) –en manos de Stalin hasta su disolución durante la II Guerra Mundial– y su base teórica, sería elaborada como doctrina marxista-leninista, considerada como exclusiva interpretación científica de la obra de Marx, Engels y Lenin, frente a los que eran considerados por Moscú como traidores, revisionistas, enemigos del marxismo, etc., entre los cuales había muchos marxistas y leninistas, como los trotskistas y algunos socialistas que se enfrentaban a las concepciones y a la política del Partido Comunista de la Unión Soviética. La confrontación entre distintas interpretaciones del marxismo se fue haciendo más común en el ámbito latinoamericano, con la recepción del trotskismo y especialmente durante la estancia de León Trotsky en México, hasta su asesinato en 1940. Hasta sus últimos momentos, Trotsky recomendó al proletariado latinoamericano hacer realidad las perspectivas de la revolución permanente y no esperar por la emancipación de los países desarrollados para emprender la revolución. Cuba no escapó a esta regularidad; sin embargo, algunos intelectuales estuvieron vinculados más que otros al Partido Comunista. Véase Pablo Guadarrama González: Ob. cit.

4 Fidel Castro acuña esta idea en su discurso: “Velada conmemorativa de los cien años de lucha”, en octubre de 1968, en Historia de la Revolución Cubana: Selección de discursos sobre temas históricos, Editora Política, La Habana, 1980, p. 50.

5 Ídem.

6 Yaíma Martínez Alemán: “La función ideológica de la historiografía cubana en la década del sesenta del siglo xx”, en Latin American Research Review, vol. 48, no. 3, Latin American Studies Association, 2013, pp. 169-171.

7 Fernando Martínez Heredia (Cuba, 1939-2017). Doctor en Derecho. Durante más de cuarenta investigó sobre problemas históricos y contemporáneos de Cuba y de América Latina. Profesor (1963-1971) y director (1966-1969) del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana. Director de la revista Pensamiento Crítico (1967-1971). Investigador y jefe de áreas en los Centros de Estudios sobre Europa (1976-1979) y sobre América (1985-1996), adscritos al Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Investigador titular, profesor titular de la Universidad de La Habana. Académico titular de la Academia de Ciencias de Cuba. Autor de doce libros y coautor de otros quince. Premio “Casa de las Américas” de Ensayo en 1989. Premio Nacional de Ciencias Sociales en 2006. Le fue dedicada la Feria Internacional del Libro, Cuba, 2011. Director general del Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello y presidente de su Cátedra Antonio Gramsci, hasta su muerte. Véase nota biográfica de la contraportada en Fernando Martínez Heredia: A viva voz, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2010.

8 Fernando Martínez Heredia: Ob. cit. (Recopilación de entrevistas, artículos y conversaciones).

9 Fernando Martínez Heredia: “Conversación acerca de la filosofía en Cuba”, revista Temas, nos. 18-19, abril de 1999, pp. 90-112, en Fernando Martínez Heredia: A viva voz, ob. cit, p. 181.

10 Ibídem, p. 182.

11 “Conversación sobre los años sesenta”, entrevista a Fernando Martínez Heredia de la investigadora Yohanka León del Río, del Instituto de Filosofía, Citma, La Habana, realizada en 1999, en Fernando Martínez Heredia: A viva voz, ob. cit, pp. 71-104.

12 Esta entrevista fue publicada en Marxismo y Revolución, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2006, pp 183-212, y en el libro de Fernando Martínez Heredia: A viva voz, ob.cit., pp. 71-104. Este último es el que ha sido tomado como fuente para las citas bibliográficas.

13 Fernando Martínez Heredia: A viva voz, ob. cit., pp. 71-72.

14 Los aspectos a tratar en la entrevista-conversación, aparecen en negrita y han sido subrayados por la autora de este ensayo.

15 Fernando Martínez Heredia: Ob. cit., p. 74.

16 Ibídem, p. 75.

17 Ibídem, p. 74.

18 Ibídem, p. 76.

19 Ibídem, p. 77.

20 Ídem.

e-mail: rita@cubarte.cult.cu

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