Marta Núñez Sarmiento*
XX
Mi primera sugerencia para redactar el diseño de la investigación plantea: “Hay que documentarse sobre el tema mediante lecturas, por exploraciones sobre el terreno y consultando a especialistas”. A menudo me consultan por qué son imprescindibles estos pasos y por qué estos “sondeos” no se pueden hacer en el mismo escenario donde llevaremos a cabo la investigación definitiva.
“Sondear” significa que pongamos a prueba los problemas, las hipótesis, los conceptos y los métodos con el fin de asegurarnos que recopilarán las informaciones que son imprescindibles para entender aquellas partes de la sociedad que seleccionamos. Generalmente al comenzar un estudio no tenemos una idea clara sobre qué es lo que exactamente queremos y podemos investigar. Sucede frecuentemente que pretendemos abarcar demasiadas cuestiones, tantas que nunca lograremos entender ninguna de ellas. Ocurre también que al redactar las preguntas y las hipótesis no logramos aclararnos qué es exactamente lo que nos proponemos indagar. Puede también pasar que carecemos de las informaciones para definir claramente los conceptos que guiarán nuestras indagaciones. En el caso de los artículos que Unicornio recién publicó, donde analicé los contenidos de las canciones sobre las nacionalizaciones y las “sacrílegas”, tuve que “explorar” si realmente podía satisfacer mi curiosidad en cuanto a encontrar melodías que comunicaran estas dos cuestiones (las nacionalizaciones en México y Cuba, además de las profanas en estos dos países y Puerto Rico). Tras dedicar muchísimo tiempo buscando letras que cumplieran con estos temas, las encontré. Tuve que aguantar los deseos de seguir desenterrando más y más autores que compusieron canciones con estos contenidos, porque de lo contrario no hubiera cumplido con las entregas al suplemento.
Los resultados de esos artículos fueron experimentos que se aproximaron a los temas, porque un estudio de caso con todas las de la ley requeriría definiciones precisas en cuanto a los períodos que abarcaría, detallar sucintamente los contextos históricos donde se produjeron y una muestra bien fundamentada de los autores y las canciones analizadas, entre otros detalles.
En los estudios de caso que conllevan trabajos de campo o indagaciones “sobre el terreno”, tenemos que ensayar la fiabilidad de los problemas, las hipótesis, los conceptos, así como los instrumentos para “hacer hablar” a las personas y a las situaciones que indagamos. Siempre someto a prueba estos pasos de mis diseños, antes de aplicarlos definitivamente. Estas exploraciones permiten comprobar si las personas a quienes se aplicarán las guías de entrevista y las guías de observación entienden qué les preguntamos. En mi investigación sobre las características genéricas de las y los dueños de pequeños negocios privados en La Habana tuve que dedicar un tiempo considerable a experimentar mi diseño y los instrumentos. Modifiqué el lenguaje que empleé preliminarmente porque los entrevistados no comprendían lo que les preguntaba, eliminé temas que supe no podría abarcar y añadí otros, cuya existencia desconocía cuando elaboré las primeras guías. Aunque al principio quise conocer las problemáticas que confrontaban los dueños de los negocios y sus empleados en esta nueva forma de propiedad en Cuba, tuve que limitarme a los primeros. No solo fue una cuestión de tiempo, porque los trabajadores vivían en lugares muy distantes y hubiera necesitado un presupuesto para pagar la trasportación para acudir a sus casas. También consideré que si aplicaba las entrevistas en sus empleos, los entrevistados no se sentirían en libertad de opinar lo que pensaban del ambiente laboral porque el empleador los vigilaría. Estas exploraciones sirven igualmente para acortar el tiempo de las entrevistas y no cansar a los entrevistados.
La exploración busca, asimismo, perfilar qué documentos tenemos que consultar para ganar claridad en los temas que indagamos en cada escenario. Por ejemplo, siempre que analizo cuestiones del empleo femenino en los centros laborales solicito acceder a los calificadores de ocupaciones (donde se definen los salarios básicos para cada categoría ocupacional) más las nóminas de cada mes (en las que aparecen los montos salariales que recibió cada trabajador después de descontarles los días que faltaron y añadirle los montos adicionales según las calificaciones). Estos documentos permiten distinguir las diferencias que existen entre los salarios reales que perciben las mujeres y los hombres.
Otros documentos que siempre consulto son los anuarios estadísticos de Cuba. En ellos busco los comportamientos estadísticamente representativos de la población cubana, según las variables que me interesan. Estos índices me sirven para comparar los comportamientos a nivel del país con los datos que obtengo de los grupos de personas que entrevisté y/o observé. Así, cuando indago sobre el empleo por género siempre comparo los niveles de educación de los hombres y de las mujeres que entrevisté con los de los trabajadores en Cuba por sexo, para inferir cuánto se alejan o se acercan a las características cubanas.
Las consultas a los expertos en las cuestiones que indagaremos no recomiendo que se hagan solo a los principiantes en un tema, sino también sugiero que consulten a los más avezados investigadores. Para los primeros, conversar con especialistas les enrumba las búsquedas de saberes que ya han producido otras personas sobre los contenidos que les interesan y les ahorra tiempo buscando a ciegas informaciones que ya existen. Los investigadores experimentados acerca de una cuestión siempre agradecerán a otros colegas que los actualicen en sus hallazgos para enrumbar con más precisión los nuevos estudios que emprendan. Les pongo un ejemplo personal. En mis estudios sobre mujer y empleo siempre tengo en cuenta las bajas tasas de fecundidad de las cubanas desde 1978, hasta el punto en que estimo que tener sólo un hijo es parte de la cultura de género de nosotras, en especial, de las asalariadas. En mi estudio de caso sobre las características genéricas de los emigrados cubanos, esta conducta salió a relucir. Pero solo la pude corroborar hace dos años cuando leí la tesis de doctorado de la demógrafa cubana Daylín Rodríguez, quien analizó una muestra estadísticamente representativa de las cubanas que emigraron a EE. UU. entre 2000 y 2014, para concluir que prácticamente reproducen la fecundidad de las cubanas que permanecen en la Isla.
Respondo la segunda pregunta: ¿por qué no podemos emprender la exploración en el mismo lugar donde realizaremos la investigación definitiva? Cuando sometemos a estudio una localidad, un centro de trabajo, una escuela o un grupo de personas con lazos de afinidad creamos un ambiente diferente al que existe cuando no están bajo el microscopio de uno o varios investigadores. Desde que los investigadores llegan a un centro de trabajo trastornan sus condiciones normales de vida. Así nos ocurrió en 1986 con la fábrica textil Alquitex, cuando probamos el diseño de la investigación que haríamos en la textilera Ariguanabo bajo la dirección de la profesora norteamericana Helen Safa. Pero como nuestro propósito fue “afilar” el diseño original y adaptar los cuestionarios y las guías de entrevista, nos resultó útil. Por ejemplo, allí resolvimos cambiar la alusión a si respetaban más a las obreras desde que comenzaron a trabajar como asalariadas. Nos dispararon que a ellas las respetaban siempre, antes y después que se convirtieron en trabajadoras. Habíamos herido sus sensibilidades. Pero si eso hubiera ocurrido en medio de la investigación definitiva en Ariguanabo, habríamos perdido la ocasión para indagar este aspecto tan relevante en sus relaciones interpersonales.
Asimismo, nos dimos cuenta que nos faltaba utilizar los momentos primeros en que arribáramos al centro laboral para entablar lazos de empatía con los trabajadores, especialmente con las obreras. Lo ideal, pensamos, era practicar al menos una semana de observación participante para que nos acribillaran a preguntas sobre qué hacíamos allí. Solo después aplicaríamos los instrumentos. Esta observación participante la implementamos en la fábrica textil de Santiago de Cuba Celia Sánchez, una vez que concluimos en la Ariguanabo. Ese estudio no fue con la Dra. Safa, sino que Vilma Espín, presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas, vio la posibilidad de utilizar los conocimientos que habíamos adquirido para construir nuestro propio diseño en esa industria. Su interés residía en añadir al estudio de la Dra. Safa en la Ariguanabo, que consistía en conocer las percepciones sobre lo que significaba ser madre, ser mujer y ser trabajadora, cómo pensaban críticamente las obreras santiagueras los procesos de producción y de dirección que se empleaban en esa fábrica textil recientemente inaugurada en la segunda ciudad de Cuba. Esas trabajadoras constituían una fuerza laboral femenina compuesta por obreras de una primera generación de asalariadas. Es decir, sus madres eran amas de casa y ellas se convirtieron en las primeras asalariadas de sus familias.
Por tanto, los estudios que llevamos a cabo, primero de manera experimental en la Alquitex, y luego definitivamente la textilera Ariguanabo, se convirtieron en “pilotajes”, como también llamamos en Cuba a la fase experimental de los diseños de las investigaciones, para llegar al estudio mucho más completo en la Celia Sánchez.
Cada uno de estos estudios se convirtió en una fuente de aprendizaje para emprender estudios posteriores. Pero, recuerden, es erróneo aplicar los diseños sin antes someterlos a una prueba en otro espacio diferente al que se convertirá en el ambiente definitivo de nuestras pesquisas.
*Doctora en Ciencias Económicas por la Academia de Ciencias de la URSS. Profesora titular y consultante de la Universidad de La Habana. Investiga sobre mujer y empleo en Cuba y su influencia en las relaciones de género. Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.