Antropólogo Jorge Franco Cáceres
Sobre los recursos renovables de la península de Yucatán, procede señalar que el espacio-territorio marino-costero ha tenido dos valiosos patrimonios en las especies de plantas y animales de valor comercial para consumo humano y alimentación de otros seres vivos. Ambos recursos han sido objetos de explotación fuera de control durante los dos últimos siglos y han padecido los impactos antropogénicos debidos a la industrialización y la urbanización.
La destrucción sistémica de los mares y las costas está detrás de la cada vez más decadente captura regional de peces en las aguas del golfo de México para los casos de Yucatán y Campeche, y en el mar Caribe para el correspondiente a Quintana Roo. La mayor parte de la pesca que aún sucede, se realiza en aguas bajas y cálidas, debido a que casi no hay captura de peces en ríos, lagos y otros cuerpos internos de agua como cenotes y aguadas, y tampoco se tiene gran cultivo controlado de los mismos en granjas acuícolas. La acuacultura ha sumado rotundos fracasos empresariales dejando enormes paisajes de lastre y abandono en las costas.
La captura a nivel peninsular es para ventas de exportación en primer término; en segundo plano está la parte que sirve para alimento humano, y al final la destinada a fabricar harina para el ganado, debido a que los peces son una fuente importante de proteína. A pesar de los impactos letales de la industria petrolera y el cambio climático sobre su espacio-territorio marino-costero, Campeche va delante de Yucatán y Quintana Roo en captura total debido a que una gran cantidad de especies marinas de interés comercial están en las aguas del golfo de México.
Las pesquerías yucatecas, campechanas y quintanarroenses han sido estudiadas por instituciones federales y estatales durante varias décadas, sin que sus estudios especializados hayan tenido mayor trascendencia en términos de desarrollo sostenible para la organización, la tecnología y la cultura de los pescadores artesanales o tradicionales. La explotación fuera de control ha continuado como norma regional, a pesar de las nuevas leyes, aunándose a ella la captura furtiva de empresas extranjeras y la pesca advenediza de turistas extranjeros y excéntricos locales.
Yucatán, Campeche y Quintana Roo no han adoptado grandes iniciativas científicas para la sostenibilidad de las pesquerías de la península de Yucatán bajo las actuales condiciones de explotación mercantil y cambio climático. Se carece de investigación avanzada de la destrucción integral que actualmente sucede del espacio-territorio donde se realiza la captura de interés comercial. En ninguno de los tres estados se ha fijado alguna estrategia con objetivos económico-patrimoniales sujetos a un programa regional de desarrollo sostenible, que prescriba pesquerías basadas en el concepto de la captura máxima sostenida.
El colapso de varias pesquerías locales no ha motivado estudios comprensivos de corriente marinas relacionadas con pesquerías de interés comercial, para establecer nuevos espacio-territorios para la captura de especies, a pesar de sus estados de destrucción marino-costera. Procede señalar que los futuros desarrollos en pesquerías regionales deben enrutarse hacia la exploración de variedades para contar con proteína capaz de aliviar los graves problemas nutricionales en los municipios yucatecos, campechanos y quintanarroenses.
El transporte de carga marítimo ha sido otro causante de destrucción de los mares y las costas de la península de
Yucatán. Los principales usos, particularmente esos que son motivados por su capacidad de transportar grandes volúmenes de cargas a los más bajos costos, se han convertido en impactos letales sobre los paisajes marino-costeros bajo las actuales condiciones de explotación mercantil y cambio climático.
El siglo xxi es testigo de los daños económico-patrimoniales, medioambientales y socioculturales de los mares y las costas de Yucatán, Campeche y Quintana Roo, debidos a los rastros químicos y biológicos dejados por los volúmenes transportados, los impactos submarinos debidos a los diseños de los buques, las tecnologías contaminantes de transporte y las infraestructuras destructoras de los muelles y los puertos.
El transporte de combustibles fósiles desde los enclaves petroleros de la Bahía de Campeche hacia los puertos peninsulares, ha incrementado los volúmenes transportados por vía marítima y ocasionado que sean unos cuantos los puertos donde los buques puedan atracar. Esto ha llevado a que transiten en rutas y descarguen en sitios de aguas profundas, desde donde el combustible no es llevado a tierra en forma pulcra, ni siquiera cuando sucede por tuberías a lo largo del fondo del mar.
Finalmente, el transporte de contenedores ha impuesto que los buques permanezcan más tiempo en los puertos en labores de carga y descarga, con el agravante de que nadie se entera del tipo de cargas que transportan ni cómo proceden con sus aguas de lastre y los residuos contaminantes de sus operaciones.