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Internacional

Persistir en el error

Jorge Gómez Barata

Una característica del socialismo real fue la capacidad de persistir en los errores teóricos que finalmente lo hicieron colapsar. En ningún país fueron reconocidas las malformaciones estructurales que afectaron a los modelos económicos y políticos, lo cual impidió la rectificación. No se trató de falta de capacidad sino de modos de funcionamiento del sistema que lo impidieron.

A diferencia del capitalismo gestado como parte de la evolución de la civilización europea, incluida la filosofía liberal que preconizó la autonomía de la economía respecto a la política, el socialismo, su economía y sus instituciones fueron resultado de improvisaciones condicionadas por respuestas a acciones hostiles que condujeron a la estatización de la industria, la colectivización de la tierra, la nacionalización de la educación y la socialización del sector cultural.

Compulsada por circunstancias coyunturales y no por ninguna teoría o plan preconcebidos, la economía socialista se integró al Estado y a la política, generando la necesidad de la planificación centralizada no sólo de los indicadores globales, sino de la actividad empresarial en todos los ámbitos y escalas. Así el estado incorporó a sus cometidos la administración del conjunto de la economía.

Si bien de ese modo el Estado socialista dispuso de los recursos de la economía para implementar políticas sociales, fue obligado a incurrir en enormes gastos, se erigió en único empleador y convirtió a todos los trabajadores en empleados públicos, asumiendo funciones para las cuales no estaba diseñado y en las cuales no fue competente.

Al convertirse en parte de la política, no sólo se alteró la naturaleza de la economía, sino también de la propia política obligada a modificar sus esencias y funciones para adaptarse a esas obligaciones. Semejante gestión sumó al Estado enormes cargas burocráticas, alejándolo de la función de árbitro entre los actores sociales.

Desde épocas de Lenin, cuando la economía no avanzaba, los planes no se cumplían, la productividad no aumentaba, las cosechas eran insuficientes e imperaba el despilfarro, nunca se aludió al sistema ni a las estructuras rectoras de la economía, sino que se culpaba a los administradores por ineficiencias en la gestión, incluso los líderes llegaron a responsabilizarse y autocriticarse por no resolver problemas que, en aquellos rígidos marcos, nunca tuvieron solución.

La buena noticia es que, precisamente la preponderancia del Estado sobre la economía en China, Vietnam y más recientemente en Cuba, favorecen la implementación de reformas al permitirle disponer de los recursos e instituciones económicas a discreción.

Sólo China y Vietnam se plantearon las reformas desde el punto de vista estructural, trabajando para modificar elementos esenciales, entre otros los asociados a la propiedad, la tenencia de la tierra, el monopolio del comercio y el papel del dinero y la riqueza. El esfuerzo incluye el abandono de dogmas y de nociones ideológicas erradas o desactualizadas, de ahí el éxito. Allá nos vemos.

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