Jorge Gómez Barata
El desempeño de la sociedad cubana está ligado al crecimiento económico, y éste depende del levantamiento del bloqueo de los Estados Unidos, y de la ampliación y profundización de las reformas económicas que favorezcan la elevación de la eficiencia de las empresas estatales y la ampliación del sector privado. Todo ello mediado por las posibilidades de atraer inversión extranjera.
Debido a la agresividad de la administración de Donald Trump, que a la política estadounidense para forzar un cambio de régimen en Cuba, suma el rencor a Barack Obama, y lo lleva a deshacer todo lo que su predecesor hizo, no sólo se descarta un levantamiento del bloqueo, sino que debe esperarse su recrudecimiento, incluso mediante la activación del capítulo III de la ley Helms-Burton.
Perjudicadas por el bloqueo que dificulta sus operaciones, impide la renovación de su equipamiento, la adquisición de materias primas, y la exportación de sus producciones; las empresas estatales cubanas, afectadas por malformaciones estructurales y ligadas a una gestión centralizada e inflexible, difícilmente puedan liderar cambios decisivos en la economía nacional.
Por otra parte, debido a las enormes dimensiones del sector estatal formado por unas tres mil empresas, y a la miríada de regulaciones y fórmulas burocráticas que rigen su desempeño, cualquier cambio sustantivo en esa área será forzosamente lento, requerirá estudios, experimentos, y decisiones, por lo cual se realizará en plazos dilatados.
El incipiente sector no estatal, como llaman en la isla a la economía privada, junto al turismo y la industria biotecnológica pudiera convertirse en un dinámico protagonista de la economía cubana, entre otras cosas por su capacidad para generar empleos, aportar al presupuesto nacional, y crear bienes con destino al mercado nacional y la exportación.
A pesar de la falta de estímulo, y de no contar con el marco jurídico para el fomento de cooperativas y de pequeñas y medianas empresas en áreas productivas, el sector no estatal ha fomentado cientos de miles de empleos, reanimando el mercado inmobiliario, aportando a los ingresos del estado, y a corto plazo, pudiera sumar a la creación de bienes que tributen al aumento del Producto Interno Bruto, convirtiéndose en protagonista del progreso nacional.
Bien concebido, adecuadamente ordenado, y abiertamente apoyado por el estado, el sector no estatal es una de las mejores opciones de los operadores de la economía cubana, para en cortos plazos, generar empleos, y contribuir al bienestar general. De hecho, los emprendedores privados pudieran contar con ingresos procedentes de los cubanos radicados en el exterior, y convertir parte de los más de dos mil millones de dólares que se reciben por concepto de remesas en capital de inversión.
Paradójicamente, la única reserva que abiertamente se levanta contra el sector no estatal es la percepción de que, con el éxito, sus operadores pueden enriquecerse. En realidad, cuando se trata de economía, crear riquezas y realizarlas es el objetivo, y enriquecerse mediante ganancias legítimas es magnífico. Nadie lo logra sin crear bienes y ofertar servicios rentables y de calidad.