VATICANO, 9 de noviembre (ACI).- El Papa Francisco se desplazó este sábado hasta la Basílica Pontificia de San Juan de Letrán y rezó frente al Sagrario situado junto a la lápida conmemorativa en honor a las víctimas de la pobreza, dando así comienzo de forma oficial a la Jornada Mundial de los Pobres.
Tras esos instantes de oración, el Pontífice presidió la Misa con motivo de la fiesta de la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán, sede de la Diócesis de Roma, de la que el Papa es titular.
En su homilía, el Santo Padre guió su reflexión en torno a tres frases sacadas de la Biblia. La primera de ellas, del Salmo 46. 5: “Un río y sus canales alegran la ciudad de Dios”.
El Papa afirmó que “los cristianos que habitan en esta ciudad son como el río que fluye del templo: llevan una Palabra de vida y de esperanza capaz de fecundar los desiertos de los corazones”:
“La ciudad no puede más que alegrarse cuando ve a los cristianos convertirse en anunciadores alegres, decididos a compartir con los demás los tesoros de la Palabra de Dios y entregarse por el bien común”.
La misión de los cristianos en la ciudad es “ir al encuentro de los demás, entrar en diálogo con ellos, escucharlos con humildad, gratuidad y pobreza de corazón”.
La segunda frase, de la Primera Carta a los Corintios, el Papa la dedicó de forma especial a los presbíteros: “Nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo”.
“Esa es vuestra función”, señaló el Papa a los sacerdotes, “el corazón de vuestro ministerio: ayudar a la comunidad a estar siempre a los pies del Señor para escuchar la Palabra, tenerla lejos de toda mundanidad, de los malos compromisos, custodiar el fundamento y la raíz santa del edificio espiritual, defenderla de los lobos carroñeros, de quien quiere hacerla desviar de la vía del Evangelio”.
Indicó que “desde que soy Obispo de Roma he conocido de cerca a muchos de vosotros: he admirado la fe y el amor por el Señor, la cercanía a las personas y la generosidad en el cuidado de los pobres”.
Francisco recordó a los sacerdotes que ellos conocen “los barrios de la ciudad como ningún otro y guardáis en el corazón los rostros, las sonrisas y las lágrimas de mucha gente. Habéis dejado de lado contraposiciones ideológicas y protagonismos personales para dejar espacio a aquello que Dios os pide”.
La tercera frase la dirigió el Papa Francisco a los miembros de los equipos pastorales. “Destruid este templo y en tres días lo reconstruiré”. Se trata de una frase que Jesús pronuncia en el Evangelio de San Juan. Jesús “se comporta de manera divinamente provocativa”.
Premio Ratzinger 2019
Francisco hizo entrega del Premio Ratzinger 2019 al filósofo Charles Margrave Taylor y al teólogo P. Paul Béré en un evento celebrado en el Palacio Apostólico del Vaticano.
Charles Margrave Taylor es filósofo, profesor emérito de la McGill University de Montreal, Canadá. Nació en esa misma ciudad el 5 de noviembre de 1931, realizó sus estudios académicos en la Universidad McGill.
También fue profesor en las universidades de Oxford y de Montreal. Sus ámbitos de estudio han sido la historia de la filosofía, la filosofía política y las ciencias sociales. Destacó por sus contribuciones en las áreas del comunitarismo, del cosmopolitismo y de las relaciones entre las religiones y modernidad. En concreto, destacó por sus estudios sobre la secularización.
El P. Paul Béré es profesor de Antiguo Testamento en el Pontificio Instituto Bíblico de Roma y en el Instituto Teológico de los Jesuitas de Abidjan. Nació el 28 de marzo de 1966 en Costa de Marfil, aunque es originario de Burkina Faso, país donde realizó su formación filosófica y teológica.
Por otra parte, el Pontífice pronunció también unas palabras dirigidas al Papa Emérito Benedicto XVI. “Estoy contento de tener esta bella ocasión para expresar una vez más mi estima y afecto por mi predecesor, el querido Papa Emérito Benedicto XVI”.
“Le estamos agradecidos por su enseñanza y ejemplo que nos ha dado en el servicio a la Iglesia reflexionando, pensando, estudiando, escuchando, dialogando, rezando para que nuestra fe se conserve viva a pesar del cambio de los tiempos y de las situaciones, para que los creyentes sepan rendir cuentas de su fe con un lenguaje capaz de hacerse entender por sus contemporáneos y entrar en diálogo con ellos para crear juntos los caminos del encuentro con Dios en nuestro tiempo”.