Síguenos

Internacional

El paraíso perdido

Zheger Hay Harb

El país está conmocionado por el asesinato de una joven pareja de ecologistas en las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta cuando se dirigían a celebrar su boda.

De inmediato volvió a la memoria la muerte aleve de otra pareja de ambientalistas ocurrida también en la costa caribe pero en el extremo occidental del país.

Dos muertes absurdas, al parecer inexplicables pero enlazadas por una circunstancia común: estaban en tierras controladas por los paramilitares que según el gobierno dejaron de existir en 2004 cuando se realizó el proceso de su desmovilización. El gobierno de Álvaro Uribe se negaba a aceptar como desplazadas a las personas que a partir de esa fecha solicitaban que el Estado les reconociera el estatutos de desplazados por haber sido expulsados de sus tierras por los paramilitares, porque, según, ellos ya no existían.

Pero como en el dicho de las brujas, de que las hay las hay.

No hay necesidad de hacer una investigación exhaustiva, apenas hay que tomar un taxi en Santa Marta y oír que el chofer asegure que el gran señor de la Sierra, el jefe paramilitar Hernán Giraldo, se entregó pero nunca se desmovilizó. Sus numerosos hijos, producto posiblemente de las 200 violaciones de menores por las que está siendo investigado en el país, recibieron el control de la zona y continúan la misma labor de su padre, de secuestro y extorsión, en espera de que el extraditado regrese al país con su plata intacta y ya (espera él) libre ante la justicia por haber cumplido su condena por narcotráfico en Estados Unidos.

Solo que a ese cálculo se le atravesó la Justicia Especial de Paz (JEP), aunque sus herederos no sean muy conscientes de eso engolosinados porque secuestran y narcotrafican a sus anchas y asesinan a quien creen que les estorba su negocio.

Después del chorro de babas que soltó el ministro de Defensa en un consejo de seguridad en Santa Marta prometiendo aumentar el pie de fuerza, queda clara la omisión gubernamental porque desde hace meses se conoce el dominio paramilitar en la región. Hace aproximadamente dos meses capturaron a dos hijas del hoy extraditado jefe de esa banda de asesinos por extorsionar a los comerciantes y emprendedores turísticos de la zona y se dijo con todas las letras que los hijos de él continuaban las acciones ilegales de su padre en narcotráfico y control de las tierras porque, como se sabe también hace tiempo y se ha comprobado miles de veces, en el corazón de la violencia siempre está el problema de la tierra.

Ahora, como antes, el fondo del problema es el control de los corredores para el tráfico de drogas, armas y contrabando y la propiedad de la tierra. Y los campesinos y sus líderes son un estorbo. Nada nuevo bajo el sol. Los únicos que parecen no saberlo son el presidente y su inepto ministro, así como el establecimiento, en el que desempeña un papel principal la prensa que habla de atentados contra el turismo y demás bobadas como si esos fueran simples atracos de ladronzuelos para no decir la razón real.

Natalia, la chica de esta pareja, era líder social, ecologista, y su defensa de los campesinos de la zona se convirtió en un estorbo para los señores de la Sierra. El único que parecía ignorarlo era el gobierno.

Hace poco nos estremecíamos con el descubrimiento de la fosa común en donde el ejército tiró como basura a las víctimas inocentes cuyas muertes les significaban como recompensas en dinero, permisos y ascensos. Un capitán ® de la brigada IX a la que correspondía esa zona de Dabeiba, decidió hablar ante la JEP: “…cuando el presidente Álvaro Uribe fue gobernador de Antioquia y se formaron en esta zona las Convivir (cooperativas de autodefensa) yo pregunté quiénes eran ellos. Y me dijeron que era un grupo para la defensa de las personas con mucho dinero que estaban ayudando al progreso de la región. Sin embargo, en ese momento, se desplazó mucha gente”.

Hablando de su mayor, de quien dice que también manejaba el narcotráfico, dice que “Él manejaba todo, a él le decían El Tigre, en Santa Rita. Era el terror allá. En Dabeiba (donde encontró la JEP la última fosa) formaba a todo el batallón y decía “que vengan los guerrilleros para ver cómo es…Pero todos sabíamos que eso no iba a pasar porque en esa región desde el 97 estaban todas las Autodefensas”.

Y en la Sierra Nevada, ese paraíso que los indígenas kogy, wayuu y arhuaco buscan proteger, lo único que cambia son los nombres. Denominaciones nuevas para un problema viejo; a pesar de los cientos de diagnósticos, para no hablar sino de entidades oficiales, de la Defensoría del Pueblo, los antiguos jefes paramilitares Hernán Giraldo y Jorge 40 seguirán como amos y señores. Ambos regresarán de la extradición con sus fortunas intactas, asesinarán a los testaferros que hayan querido pasarse de vivos, como ya ha ocurrido y la Sierra será como desde hace tiempo un paraíso ajeno para todos menos para ellos mismos.

Y el gobierno, como desde hace por lo menos cincuenta años, seguirá haciéndose el sorprendido y escandalizado ante cada matanza que lo saque de su sopor acomodaticio y el paraíso seguirá perdido para todos menos para ellos, los amos de la guerra.

Siguiente noticia

Hondureños convocan a nueva caravana migrante rumbo a EE.UU.