Alfredo García
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El secretario de Estado de Estados Unidos y exdirector de la CIA, Mike Pompeo, llegó el pasado sábado a la ciudad colombiana de Cúcuta fronteriza con Venezuela, como escala final de una gira que lo llevó a Paraguay, Chile y Perú, países junto con Colombia utilizados por la Casa Blanca como ariete contra el gobierno del presidente, Nicolás Maduro. La segunda visita de Pompeo en menos de 2 meses, indica la importancia que Washington concede a Colombia en la campaña contra la democracia venezolana.
El objetivo público del viaje de Pompeo, que no convenció a nadie, era conocer “personalmente” los Centros Transitorios donde centenares de emigrantes venezolanos se encuentran alojados temporalmente y los almacenes que concentran la “ayuda humanitaria” disfrazadas de “altruismo” enviada desde EE.UU. el pasado mes de febrero, para provocar la violación a la soberanía venezolana.
La visita se produce en medio de sorpresivos comentario del presidente Donald Trump sobre la gestión del presidente colombiano Iván Duque, con relación al narcotráfico: “Déjenme decirles algo, Colombia tiene un nuevo presidente, es realmente un buen tipo. Yo lo conocí, vino a la Casa Blanca. Él dijo que iba a detener las drogas” (…) “Hay más drogas saliendo de Colombia ahora mismo, que antes de que fuera presidente. Él no ha hecho nada por nosotros”, aseguró Trump. Días después el excéntrico presidente reiteró la crítica hacia Duque, agregando que Colombia está enviando “sus peores criminales a EU intencionalmente”, declaración atribuida a satisfacer su base electoral con un prematuro tema de campaña para la reelección presidencial.
Acompañado por el canciller colombiano, Carlos Holmes Trujillo, y el embajador de Colombia en EU y exvicepresidente durante el gobierno de Álvaro Uribe, Francisco Santos, Pompeo fue recibido por el presidente Duque en uno de los campamentos para emigrantes venezolanos, para después trasladarse al Puente Internacional Simón Bolívar, donde tuvo lugar la frustrada provocación del pasado mes de febrero. Trascendió que además de la inspección ocular del exjefe de la CIA al subversivo escenario colombiano, el tema de las conversaciones fue el mutuo compromiso de restablecer la “democracia” en Venezuela y nuevas medidas migratorias en los más de 2,000 kilómetros de frontera con la nación venezolana.
Bajo el estupor provocado por las declaraciones de Trump, el presidente Duque defendió su gestión de gobierno en la erradicación de cultivos ilícitos y el combate a las estructuras vinculadas al narcotráfico, recordando que se trata de una tarea que debe ser compartida por todos los países del mundo: “Por un lado enfrentar la oferta y por otro la demanda”, afirmó el mandatario colombiano en clara alusión a EE.UU., tras destacar que mecanismos de “cooperación” como el Plan Colombia, “deben mantenerse”.
El Plan Colombia es un acuerdo bilateral entre Washington y Bogotá firmado en 1999 entre los presidentes Bill Clinton y Andrés Pastrana, con el objetivo de “generar una revitalización social y económica, terminar el conflicto armado en Colombia y crear una estrategia antinarcótica”. Sin embargo, las relaciones EE.UU.-Colombia demostraron que el convenio fue en realidad una pantalla para justificar la intervención del Pentágono en la guerra de baja intensidad contra la insurgencia colombiana que culminó en un acuerdo en octubre de 2009 firmado por el canciller colombiano, Jaime Bermúdez y el embajador de EE.UU. en Colombia, William Brownfield, para desplegar tropas norteamericanas en 7 bases militares del territorio colombiano. Entre 2001 y 2016, EE.UU. invirtió 10,000 millones de dólares en Colombia en ayuda militar, el mayor presupuesto de asistencia militar después del concedido a Israel.