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Internacional

Los muchos colores de Obispo

Por Marina MenéndezFotos: Lisbet Goenaga(Especial para POR ESTO!)

LA HABANA.— Usa un sombrero de yarey a modo de improvisada chistera, y lo levanta para saludar aunque no conozca al transeúnte; porque el tornillo que tiene movido este joven no le ha zafado su educación ni el buen carácter.

Vestido con pretendida elegancia aunque su ropa no sea de lujo, el hombre se pierde, como un caballero errante, entre el profuso paso de la gente...

Eso tiene de bueno la calle Obispo: los autos no transitan porque hace años fue convertida en lo que los cubanos llamamos un boulevard, y una puede andar a sus anchas tomando helado y mirando las vidrieras: más cómodo que ir con velocidad, pues a veces no resulta fácil el paso.

En la esquina un hombre maduro empuja su bicitaxi por la calle aledaña, y arranca justo ante la pequeña tienda donde la dependienta espera a clientes que entrarán por artesanías o a contemplar, al menos, las imágenes del Che impresas en camisetas variadas.

Dos cuadras más arriba, está llena también la plazoleta erigida en el sitio donde hubo un edificio, y una mujer hermosa y aún joven, sentada sobre el muro, aguarda, seguro, a su amor, custodiada por la escultura equina del inseparable consejero del Quijote… ¡Se ve muy bien aquí Sancho Panza!

En breve llega Lizeth con sus pregones, luciendo los trajes del panteón yoruba y, al brazo, la cesta llena de cucuruchos de cacahuetes. “Manicera llegóoo”, entona con su voz potente, que para nada recuerda a Rita, la original intérprete de la canción de Moisés Simons. Pero muchos la contemplan y no pocos se detienen. Algunos le compran.

El ir y venir no molesta. Por el contrario. El mosaico polícromo de personas y sitios diversos que inunda la calle es lo que le da vida y permite calibrar el estado de ánimo de una ciudad que aquí parece vibrar de modo más sincero.

Porque en esta parte de la capital la gente parece ser más ella misma, desenfadadas, cómodas.

Son esas personas disímiles quienes le devuelven a Obispo el aire de sabrosa y auténtica habaneridad que tuvo siempre y que pareció extraviarse hace algunos años, cuando la isla abrió las puertas al turismo, y el pasaje más concurrido y comercial de la urbe se colmó de hombres y mujeres casi todos blancos y rubios, ataviados con simpáticos sombreritos de lona o paja, preferentemente calzados con sandalias y en short.

Pero Obispo siempre fue esta de ahora.

Una via fundacional

Es una de las calles más antiguas de La Habana colonial, y siempre estuvo marcada por ese deambular propiciado, primero, por su cercanía al puerto y, ya en los años de 1900 por las numerosas tiendas, cafeterías, bares, farmacias, joyerías, hoteles y baratos y sencillos expendios de comida que pululaban aquí, algunos de los cuales perviven aunque con otra fisonomía.

Algunos la describen como un bullicioso corredor comercial que tenía también, sin embargo, el glamour de ciertas calles parisinas, ostensible en su morfología.

Entre los inmuebles mejor conservados deben anotarse las farmacias Johnson y Taquechel, dos de las más prestigiosas droguerías de la isla, dotadas aún de los añejos morteros de loza y acristaladas estanterías.

También se conserva y hospeda el breve hotel Ambos Mundos, donde vivió Ernest Hemingway hasta que compró la finca Vigía en Cojímar y escribió allí su libro “El Viejo y el Mar”, que puso en la literatura estadounidense y mundial el nombre de Cuba, cuando ya él era un novelista famoso.

Hasta hace poco era posible visitar su habitación, en la planta alta, como si se estuviera en un museo. Y asomada a la terraza una se imaginaba al hombre corpachón caminando Obispo arriba, en busca de su daiquirí en el bar del Floridita, justo donde Obispo muere.

Pero lo más emocionante para un cubano es saber que por sobre sus adoquines caminó el General Antonio Maceo, héroe de las guerras de independencia, quien por su arrojo y fuerza perdura en la historia como el Titán de Bronce… Un mulato mambí que atrajo la vista de todos cuando paseó por aquí, vestido de levita inglesa y pantalón a cuadros de casimir, según narra el historiador Ciro Bianchi, al comentar un pasaje del que aquí se habla poco.

Tan poco, como escaso es lo que se cuenta acerca de que en Obispo vivieron el intelectual y presbítero Félix Varela (nos inculcan a los cubanos en la escuela que fue el hombre que nos enseñó a pensar) y, a varios siglos de distancia, también lo hizo el luchador revolucionario Julio Antonio Mella, asesinado en México.

La peculiaridad de su ubicación concede, por sí misma, importancia especial a esta calle. Arranca justo en la Plaza de Armas, primera que tuvo la ciudad y donde se levantan el Templete —sitio en que se celebró, bajo una ceiba, la primera misa—, y el viejo Palacio donde vivieron tantos gobernadores y que por eso se nombró De los Capitanes Generales.

Por antigüedad y por ser tan concurrida, también fue una de las primeras de la isla en recibir el alumbrado eléctrico. Y acogió el primer estudio fotográfico de que se tenga noticia en Cuba.

Hacia el oeste, desde el mar

Precisamente, Obispo fue concebida con la fundación de La Habana, en el año 1519. Y se la construyó desde el mar (nace a unos metros de la bahía), buscando el Oeste, como estaba previsto en las antiguas Leyes de las Indias, y se extiende por 12 cuadras adentro.

Como todas las de La Habana colonial conserva su nombre primigenio, que fue Del Obispo en honor a Fray Jerónimo de Lara y al también prelado Pedro Agustín Morell de Santa Cruz, quienes caminaban asiduamente por ella en los 1600.

Pero tuvo la calle la desdicha de que se le usase para reconocer al sanguinario capitán general de la isla, Valeriano Weyler; el mismo que ejecutó la llamada reconcentración, por lo que la decisión fue impopular y los mismos vecinos arrancaron de las paredes los letreros con su nombre, cuando el militar fue sustituido.

También Obispo fue humillada cuando se le impuso la identificación de Francisco Pi y Margall: diputado, gobernador y luego presidente del Ejecutivo de España.

Mas, por suerte, en 1936 se dejó sin efecto aquel bautismo gracias a la presión popular, y las gestiones del entonces Historiador de La Habana, Emilio Roig de Leuchsenring.

…Un detalle menos que dejó por resolver a su sucesor, el Doctor Eusebio Leal, para no enturbiar la cubanía que en Obispo se respira.

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Capturado en Belice