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Internacional

El rayo socializador

Zheger Hay Harb

La nota colombiana

El embajador de Colombia ante la OEA dijo en la sesión extraordinaria del Consejo Permanente de ese organismo que “La dictadura de Nicolás Maduro hace parte de una agenda global para irradiar en la región el socialismo del siglo XXI. Para ello la migración, y las alianzas transcontinentales son parte de la estrategia para concretar este propósito”. Con lo cual les colgó una lápida del cuello a los migrantes venezolanos que con grandes penurias han venido a este país, fomentando la xenofobia contra ellos.

En esa alocución arremetió contra los gobiernos de Venezuela, Rusia, Cuba, China, Irán y Siria con un lenguaje más propio de plaza pública que de un diplomático, a no ser que tuviera el encargo de romper relaciones con esos países.

Esa declaración se suma a la del rayo homosexualizador que según este personaje iba a arrasar a la juventud colombiana si se aprobaba el plebiscito por la paz y con ello convenció a muchos ingenuos de que debían atravesarse a la implementación de la paz porque corrían el riesgo de que sus hijos fueran obligados a volverse homosexuales.

Si uno sigue la trayectoria de este embajador, no hay asombro posible; esa declaración es coherente con su historia, no hay sino que recordar que en sus años de seminarista organizaba quemas de libros que él consideraba pecaminosos (como las obras de García Márquez); pero eso no fue sólo un pecado de juventud: siendo procurador general de la nación declaró que volvería a hacerlo como instrumento pedagógico. El regreso a la hoguera de la Inquisición y las quemas nazis de libros.

Cuando fue elegido procurador general de la Nación se opuso a leyes y a fallos de la Corte Constitucional como fue el caso del aborto que en Colombia está permitido en tres casos: cuando hay peligro para la vida de la madre; cuando las malformaciones del feto hacen inviable su vida en condiciones de dignidad o cuando el embarazo es producto de una violación. Sin embargo él, que como procurador estaba obligado por la Constitución a ser representante de la sociedad como cabeza del ministerio público, se oponía férreamente a que esta ley se aplicara.

Lo mismo ocurrió con el matrimonio igualitario, aceptado por la normativa colombiana y declarado constitucional por la Corte de cierre en la materia. Basado en sus convicciones religiosas se opuso obstinadamente porque considera que la única unión y familia válidas son las de un hombre y una mujer. De igual manera emprendió una cruzada contra el tratamiento de salud pública dado por el Estado al consumo de estupefacientes aceptado en su dosis mínima o personal que la misma Corte aprobó con base en el libre desarrollo de la personalidad y que este personaje calificó de “libre desarrollo de la animalidad”. Fue tal su empecinamiento que ese tribunal tuvo que llamarle la atención públicamente para decirle que el acatamiento de los fallos de constitucionalidad no es optativo; que debía someter su criterio personal a ellos.

Fue reelegido en el cargo y luego destituido por el Consejo de Estado porque se demostró que fue producto de un ilegal tráfico de favores a los magistrados encargados de su escogencia. El procurador influía en su elección y les nombraba parientes en la procuraduría y ellos votaban por él. Es lo que se dio a conocer como el “yo te elijo, tu me eliges”, una muy común forma de corrupción.

Sin embargo, una vez elegido Duque, uno de los primeros nombramientos fue el de este destituido procurador. Y nada menos que en la OEA, organismo que hace parte del Sistema Americano de Derechos Humanos junto con la Comisión Americana de Derechos Humanos y la Corte Interamericana de Derechos Humanos ante los cuales tantas veces ha sido denunciado y luego condenado el Estado colombiano por su violación.

Su nombramiento obedeció a cálculos electorales pues si bien este señor no cuenta con una gran cauda de seguidores sí tiene el apoyo de sectores de extrema derecha y retardatarios que marcan la agenda pública de derechos humanos aún en contravía de lo que preceptúa la Constitución.

Esta última declaración resultó escandalosa porque representa una carga adicional a la ya pesada situación de estos desplazados económicos, muchos de ellos en la indigencia, pidiendo limosna en las calles con sus niños famélicos para quienes la ayuda que el Estado colombiano, las organizaciones internacionales y las nacionales brindan, resulta a todas luces insuficiente.

La repercusión en medios de comunicación fue tan severa que el canciller se vio obligado a rechazarla y pedirle al embajador que rectificara. Pero como si la opinión de éste no fuera vinculante en asuntos de relaciones exteriores, no ha habido rectificación. Por el contrario, la vicepresidente, como si no hiciera parte del mismo gobierno, salió a defender al embajador diciendo que habían sacado sus palabras de contexto, como dicen los políticos siempre que quieren asegurar que no dijeron lo que todo el mundo oyó y leyó. Y en un juego de compadrazgo, éste salió a defender el absurdo de la funcionaria cuando dijo que si uno se toma 500 vasos de agua se envenena igual que si lo rocían con glifosato.

El asunto del glifosato no es inocente: están apoyando la posición de Estados Unidos que se empecina en que Colombia debe envenenar los campos y las fuentes de agua en el intento de acabar con los cultivos de coca aunque por años se haya demostrado que esa no es la solución.

Ya sabemos por qué el gobierno ha optado por un silencio cómplice ante el hecho bochornoso de que Estados Unidos presione a las altas cortes para que condicionen sus fallos sobre glifosato, extradición y concretamente en el caso de Santrich a sus intereses.

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