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Internacional

Bolsonaro contra la memoria y la historia de Brasil

Adriana Robreño

Crónicas brasileñas

Los brasileños quedaron horrorizados esta semana con las palabras del presidente Jair Bolsonaro, no porque desconozcan al ocupante del Palacio de Planalto, sino por pensar que podía haber límite para sus absurdos y fechorías. Evidentemente el límite para él nunca existió.

En otro episodio más de su cruzada contra las instituciones democráticas, Bolsonaro no emitió una crítica política sino un ataque personal contra el presidente de la Orden de Abogados de Brasil (OAB), Felipe Santa Cruz.

“¿Qué es la OAB? Si un día el presidente de la OAB quiere saber cómo su padre desapareció en el período militar, se lo cuento. No va a querer oír la verdad. Yo se lo cuento”, dijo el mandatario, quien nunca ha ocultado su devoción por el régimen castrense.

Así el gobernante desató una nueva polémica donde el nivel de cobardía indigna a los ciudadanos de este país cuando habla de esa forma de hombres y mujeres que, como el padre de Felipe, Fernando Santa Cruz, fueron capturados, posiblemente torturados y asesinados por la dictadura militar (1964-1985), tal y como determinó la Comisión Especial sobre Muertos y Desaparecidos Políticos.

Al parecer al presidente no le gustó el resultado de esa Comisión sobre el caso de Fernando Santa Cruz y este jueves sustituyó a cuatro de los siete integrantes de ese organismo, establecido en 1996 con el objetivo de investigar las violaciones cometidas en ese periodo. Al preguntarle sobre las razones de ese cambio el excapitán no dudó en responder a los periodistas: “El motivo es que cambió el presidente, ahora es Jair Bolsonaro, de derecha. Punto final. Cuando ellos (en alusión a los gobiernos del progresista Partido de los Trabajadores) colocaban terroristas allí, nadie hablaba nada”.

Ante los ofensivos y disparatados desahogos del mandatario, Felipe Santa Cruz respondió que exigiría a la Corte Suprema para que se aclaren tales confesiones. No solo el líder de la organización de juristas, muchos brasileños se sintieron indignados ante tal referencia a una época oscura de la historia brasileña durante el cual, según Bolsonaro, no hubo violaciones a los derechos humano, solamente hubo unos “problemitas”.

Es sabido que el presidente idolatra la dictadura. Recordemos cómo hace unos meses alentó a los militares en activo a conmemorar el golpe de Estado de 1964 y cómo el 17 de abril de 2006, en uno de los gestos más aborrecibles de su carrera política, dedicó su voto a favor de la destitución de la entonces presidenta Dilma Rousseff al torturador de la mandataria en el cargo, al coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra.

A la indignación popular se suma el hecho de que al afirmar conocer lo sucedido con el padre del presidente de la OAB, el mandatario reconoce un crimen de responsabilidad, con lo cual puede perder el cargo mediante un impeachment o juicio político por proceder de modo incompatible con la dignidad, la honra el decoro del cargo”, según estipula el artículo 5 de la ley 1079.

Ahora, mientras la izquierda debate la viabilidad y el costo político de presentar una solicitud de “impeachment” (juicio político) contra Bolsonaro, queda claro una vez más quién es ese presidente que además de aprobar medidas para acabar con el futuro del país también pretende borrar la realidad de la historia brasileña.

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