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Internacional

Tradición expansionista yanqui sigue viva

Manuel E. Yepe

La “genial” idea del presidente Donald Trump de adquirir Groenlandia encaja en la tradición expansionista de EEUU.

El periodista conservador norteamericano Patrick J. Buchanan vincula esta idea con una historia que comienza con la marcha del entonces oficial colonial George Washington hacia el Fuerte Duquesne en 1754 con la aplastante derrota y casi su muerte en Fort Necessity, donde, según el mito, hizo el primer disparo de lo que se convirtió en la guerra contra los indios.

Con la victoria británica, George Washington regresó a su hogar en Virginia, para liderar en 1775 el Ejército Continental en la Guerra de Independencia de Estados Unidos, que duró seis años, hasta la victoria en Yorktown.

Con el Tratado de París de 1783, los estadounidenses se apoderaron de todas las tierras entre el Océano Atlántico y el río Mississippi, desde Canadá hasta la Florida.

En 1803, el presidente Thomas Jefferson y el secretario de Estado James Madison aprovecharon una oferta de Napoleón y compraron por 15 millones de dólares el extenso territorio de Luisiana, con lo que prácticamente duplicó el tamaño de EEUU.

En 1818, Andrew Jackson, héroe de la Batalla de Nueva Orleáns en la Guerra de 1812, fue ordenado por el presidente James Monroe a marchar hacia el Sur para repeler las incursiones de los indios seminoles desde la Florida hasta Georgia.

Excediendo, según Buchanan, sus órdenes, Jackson irrumpió en Florida, aplastó a los seminoles, ahorcó a dos “espías” británicos, embarcó al gobernador español hacia Cuba y se convirtió en héroe nacional.

El Secretario de Estado John Quincy Adams se enfrentó así, directamente, a los españoles que no podían controlar a los indios.

Adams le dijo al embajador español que ellos lo harían. Y para evitar más visitas del general Jackson, la mejor solución para Madrid era ceder esta provincia a Estados Unidos abandonándola.

España capituló y Florida pasó a manos de Estados Unidos.

En 1835, los colonos estadounidenses en la provincia mexicana de Texas, bajo el liderazgo del viejo teniente Jackson y su compañero de lucha Sam Houston, se separaron. En San Jacinto obligaron al general Santa Anna a aceptar la independencia de una nueva república con una Estrella Solitaria en su bandera.

En sus últimos días en el cargo, en 1845, el presidente John Tyler trajo a Texas a la Unión, y su sucesor, James Polk, envió un ejército a Texas para asegurar que la frontera de Estados Unidos fuera ahora el Río Grande, mucho más al Sur de lo que los mexicanos consideraban aceptable.

En la siguiente guerra, de 1846-48, el ejército estadounidense invadió México y marchó hasta la capital, donde Nicholas Trist, del Departamento de Estado, negoció una paz por la cual México se vio obligado a ceder la mitad de su país.

El presidente Ulysses S. Grant, un veterano de esa guerra, la llamaría la “guerra más injusta jamás librada”. Sin embargo, México, en 1853, vendería un área del doble del tamaño de Massachusetts, Connecticut y Rhode Island juntos. Se convertiría en parte de los estados de Nuevo México y Arizona.

Cuando terminó la Guerra Civil, el Secretario de Estado William Seward -quien sobrevivió la noche en que John Wilkes Booth asesinó a Lincoln- intentó comprar las islas de Groenlandia, Islandia, Saint Thomas y la República Dominicana. Fracasó, pero compró Alaska a Rusia por 7.2 millones de dólares.

Así, desde que el presidente John Adams dejó el cargo, en sólo 67 años, Estados Unidos había crecido hasta convertirse en la segunda o tercera nación más grande del mundo.

Luego de la erróneamente llamada Guerra Hispano-Americana de 1898, William McKinley convertiría a EEUU en una potencia imperial anexándose Puerto Rico, Hawai, Guam y las Filipinas, la última mediante una guerra que costó 200,000 vidas filipinas.

El sucesor de McKinley, Theodore Roosevelt, diseñaría la secesión de Panamá de Colombia y la adquisición de la Zona del Canal por EEUU.

“¡Yo tomé Panamá!” se jactaba Roosevelt.

La oposición de Ronald Reagan a la transferencia de Jimmy Carter de la Zona del Canal y del canal mismo a Panamá sería crucial para la nominación de Reagan en 1980 contra Carter.

Truman también quiso adquirir Groenlandia, y en 1946, le ofreció 100 millones de dólares a Dinamarca pero fue rechazado.

“Aunque la diplomacia de Trump en el asunto de Groenlandia no fue tan hábil como la de Seward para la adquisición de Alaska, la actitud exhibida no sería desconocida para muchos de los grandes hombres de nuestra historia”, ha escrito Patrick J. Buchanan.

Y dejando de lado la cancelación de la visita de Estado de Trump a Copenhague, ahora ha surgido la cuestión del futuro de Groenlandia que todo hace pensar que no va a continuar.

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