Jorge Gómez Barata
Según trascendidos, el presidente Donald Trump comentó la posibilidad de utilizar explosiones nucleares para combatir huracanes. Tal vez sea un despropósito, pero no es una novedad, sino que se inscribiría en la lógica del uso pacífico de la energía atómica, una fantasía que en los años cincuenta y sesenta inspiró sendos programas de la Unión Soviética y los Estados Unidos.
En noviembre de 1949, al informar en Naciones Unidas sobre la primera prueba nuclear realizada por su país, el representante soviético, Andrei Vishinski, declaró: “…Si bien la Unión Soviética tiene tantas bombas atómicas como las necesarias para el desdichado suceso de guerra, las está usando para su economía interna; volando montañas, cambiando el curso de los ríos, regando los desiertos y trazando nuevos caminos…”
Aunque el embajador soviético se anticipaba a los hechos, lo cierto es que, entre Estados Unidos y la Unión Soviética realizaron alrededor de 150 detonaciones nucleares con fines pacíficos. Los soviéticos las denominaron “Explosiones Nucleares para la Economía Nacional y los estadounidenses Operación Plowshare.
El 15 de enero de 1965, en el polígono de Semipalátinsk se efectuó la primera explosión de este tipo denominada Operación Chagan que dio inicio a la llamada “Excavación nuclear”. En lo adelante, en un período de diez años, los soviéticos realizaron unas 165 explosiones con el objetivo de apagar incendios, construcción de embalses y canales, creación de cavidades subterráneas, investigaciones geológicas, minería a cielo abierto, investigaciones sísmicas y otras. La última detonación de este tipo se realizó en 1988.
Tal vez por el carácter privado de la economía de los Estados Unidos el programa Plowshare fue más modesto, limitándose a unas 30 explosiones destinadas a propósitos gubernamentales, asociados a estudios sísmicos, prospección geológica, creación de cámaras subterráneas y cierre de escapes de gas.
Entre lo más significativo del programa de explosiones pacíficas de los Estados Unidos figura la efectuada el 6 de julio de1962, para la creación del cráter Sedan, en el desierto de Nevada, con lo cual se trató de demostrar la capacidad para crear bahías, golfos, y otros grandes accidentes geográficos. La explosión desplazó 12 millones de toneladas de tierra y abrió un cráter circular de 390 metros de diámetro por 100 de profundidad, que puede ser visto desde la Luna.
Trump no debería sonrojarse, antes se ha especulado con ideas tan disparatadas como utilizar explosiones atómicas para ampliar el Canal de Panamá, abrir otra vía acuática por Nicaragua y otras veinte iniciativas, ninguna de las cuales fue realizada. De hecho, la ingeniería civil estadounidense nunca ha utilizado explosiones nucleares.
En 1977 cuando concluyó el programa de Estados Unidos, había aportado poco y costado 770,000,000 millones de dólares. En cualquier caso, nunca se trató de alterar el curso de un proceso natural de la envergadura de un huracán y éste no parece un buen momento para intentarlo.