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Internacional

Qué significa oponerse al bloqueo a Cuba

Manuel E. Yepe

Es indudable que la inmensa mayoría de la población de Estados Unidos considera injustificable el bloqueo económico, comercial y financiero que su gobierno ha venido imponiendo a Cuba durante medio siglo. Así lo demuestran numerosas encuestas de todo tipo.

Pero no todas las personas tienen las mismas motivaciones para rechazar la medida imperialista. Incluso gente de ideas políticas avanzadas, propensas a comprender el proceso socio-político cubano, como por ejemplo empresarios, comerciantes, académicos, religiosos o estudiantes, algunos de los cuales han tenido la voluntad y la posibilidad excepcional de esquivar las prohibiciones legales impuestas por su gobierno de viajar a Cuba.

El solo hecho de que se hubieran propuesto conocer este país indica algún interés que excluye la disposición hostil que es política oficial de su gobierno.

Pero la condena al bloqueo por visitantes estadounidenses se manifiesta de maneras muy diversas.

Por ejemplo, algunos creen que el bloqueo debe levantarse porque de esa forma Estados Unidos no logra el objetivo de extender “su democracia” a otros países -papel que estiman esencial en la política global estadounidense- y por ello debían ensayarse otros mecanismos para lograr tal propósito.

Esta concepción deriva de muchas décadas de propaganda omnipresente que ha sembrado en la mente de generaciones de ciudadanos estadounidenses la concepción imperialista del “destino manifiesto”, que atribuye a EE.UU. la supuesta misión especial de llevar su sistema de organización económica, social y política, al resto del mundo.

Sin consideraciones éticas ni morales, otros fundamentan su rechazo al bloqueo en el hecho de que, con ello, Estados Unidos pierde oportunidades económicas que son aprovechadas por otros países desarrollados competidores que son los que, en última instancia se benefician con el cerco a Cuba.

Algunos excepcionales visitantes estadounidenses van un poco más allá y advierten que se trata de una política global impopular, rechazada no sólo por los cubanos sino por todo el mundo, lo que perjudica el prestigio internacional y la política exterior de su país.

Sin embargo, la mayor parte de los visitantes con quienes he tenido la posibilidad de dialogar, y que se adscriben a una o varias de estas opiniones, entiende que el bloqueo debe quitarse pero que es necesario que la parte cubana lleve a cabo alguna acción para que ello pueda ocurrir por efecto recíproco.

Sostienen, ingenuamente, que si Cuba convocara a elecciones multipartidistas; si Cuba liberara a todos los contrarrevolucionarios presos, si Cuba admitiera la propiedad privada de los medios de prensa; si Cuba hiciera tal o cual apertura grata a Estados Unidos -argumentan- ello por sí sólo haría insostenible el bloqueo.

En diversos momentos de la contemporaneidad, las personas que -de buena fe o sin ella- han mantenido estos puntos de vista, han sostenido que el bloqueo se irá cuando Cuba rompa sus lazos con la Unión Soviética, o cuando la isla deje de prestar su ayuda solidaria aquí o allá, si orientara más su economía por la leyes del mercado, si se abriera más ampliamente a la inversión extranjera, o cuando no gobiernen ni Fidel Castro ni Raúl Castro, entre otros anhelos de Washington que muchos norteamericanos asumen como propios sin apenas advertirlo, por efecto de un mensaje que les es inculcado desde la niñez hasta la sepultura con todos los recursos de las técnicas más avanzadas de la comunicación.

Por eso, lamentablemente, no son muchos los que llegan a la verdadera esencia del asunto que es tan simple como esto: nadie ha dado al gobierno de Estados Unidos la facultad de intervenir en los asuntos internos de otras naciones o para determinar lo que conviene a otras naciones soberanas, y lo que no.

El diferendo Cuba-Estados Unidos, a corto, mediano o largo plazo, sólo podrá resolverse, como casi todos los conflictos entre naciones: con dos ganadores.

El pueblo cubano no se conformará nunca con menos que el respeto a su soberanía, su independencia y su autodeterminación.

Estados Unidos, por su parte, puede ganar mucho con el aporte que haría a la objetividad de sus relaciones internacionales el establecimiento de relaciones en pie de igualdad con su vecino y el cese de su campaña hostil contra otros países por motivos ideológicos.

Esto último debía serle de gran utilidad en las circunstancias actuales, cuando cada vez más Norteamérica tiene que lidiar con un número mayor de países que avanzan por caminos de desarrollo diferentes a los del capitalismo y no son del agrado de su gobierno, como son los casos de China, Vietnam y los nuevos gobiernos populares de América Latina que, como el de Venezuela con Maduro al frente por el voto mayoritario del pueblo han votado por una alternativa socialista.

(http://manuelyepe.wordpress.com)

(*) Este artículo se puede reproducir citando como fuente al periódico Por Esto!.

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