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Internacional

Un crimen de lesa humanidad

Pedro Díaz Arcia

La política de sanciones de Estados Unidos es “un crimen de lesa humanidad”: una acción que por sus características constituye una ofensa para la comunidad internacional. Se tipifica como “de especial gravedad” y forma parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil y con conocimiento de las consecuencias. No así un hecho aislado.

Un ejemplo a la vista de todos y el sentir de muchos, en el que sobran argumentos, es el bloqueo contra Cuba. ¿Se levanta o se alivia momentos de pandemia? No, por el contrario, se recrudece.

En el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, de julio de 1998, en su artículo 7 se definen hechos de este tipo, entre los que se encuentran: el exterminio, la esclavitud, la tortura o la privación de libertad física violando las normas del Derecho Internacional, la persecución de una comunidad con identidad propia por diferentes motivos como la desaparición forzada de personas, la esterilización, delitos sexuales, u otros abusos “de gravedad comparable”. Hay que rechazar convivir con esas atrocidades por su carácter cotidiano. La lucha está planteada.

Sin una solución a los retos citados, llama la atención que frente al gigantesco desafío del Covid-19, que exige colaboración y solidaridad, Washington rechace levantar sanciones contra terceros países a los que considera “enemigos”, entre ellos: Irán, Rusia, China, Venezuela y Cuba.

Al respecto, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, señaló cómo estos actos punitivos impiden el envío y la entrega de ayuda a naciones afectadas y afirmó que la pandemia muestra que “o nos unimos” o “podemos ser derrotados”.

Lejos de buscar siquiera un acercamiento entre las mayores economías del mundo, el presidente Donald Trump promulgó el jueves la llamada “Ley TAIPEI 2019” violatoria del principio de Pekín de “una sola China y los tres comunicados conjuntos que rigen los nexos entre ambas potencias”.

La Asamblea General de la ONU aprobó en 1971, con la decisión de 170 países, que la isla es parte inalienable de China. Mientras el texto de la legislación estadounidense otorga poderes al Departamento de Estado para que disminuya sus compromisos económicos y diplomáticos con las naciones que se destacan por acciones significativas para quebrantar a Taiwán. Por su parte, Pekín advirtió que, de no revocarse la ley bipartidista, lo que parece improbable, responderá con fuertes contramedidas.

El intento por “independizar” el territorio taiwanés podría acarrear riesgos incalculables; es como si China tratara de arrancar a Hawai de la Unión Americana.

En medio de una fiesta de brujas, Estados Unidos ha iniciado una escalada en las tensiones en puntos neurálgicos del planeta. El nuevo ataque contra el gobernante venezolano, Nicolás Maduro, por quien Donald Trump ofrece una recompensa de 15 millones de dólares, en una subasta aparentemente surrealista si no fuera cierta, implica la constante movilización militar de la nación sudamericana en funciones de guerra, cuando debía concentrar sus esfuerzos en labores de control, higienización y de carácter humanitario para enfrentar los estragos del virus.

¿Qué persigue con su política típica de terrorismo de Estado?

Al alertar sobre los planes desestabilizadores de Washington, el gobernante cubano, Miguel Díaz- Canel Bermúdez, advirtió en Twitter que el “Ataque a Venezuela y contra el presidente Nicolás Maduro, es ataque a Latinoamérica como Zona de paz. La jugada imperial”. Parte de una maniobra para “desviar la atención de la situación de la pandemia en su país y ganar favores electorales”.

Bloquear, crear divisiones, cerrar vías de financiamiento, atentar contra la cooperación y dar las espaldas a la solidaridad en horas cruciales para la humanidad, es propio de seres miserables.

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