Desde temprana hora comenzó el éxodo masivo de unos 5 mil integrantes de la Caravana Migrante dentro de territorio mexicano rumbo a Tapachula, Chiapas. Ningún nivel de gobierno asiste humanitariamente a los miles de migrantes con medidas de seguridad, salud ni con apoyo de alimentos. Son ciudadanos los que se han dado a la tarea de distribuir bolsas con agua y algunos alimentos
CIUDAD HIDALGO, Chiapas, 21 de octubre (AFP).- Miles de migrantes hondureños llegaron este domingo a Tapachula, Chiapas, la primera parada de su trayecto por México con destino a Estados Unidos, desafiando la advertencia del Presidente Donald Trump de hacer todo para “detener la embestida” en la Frontera Sur de EE.UU.
La caravana recorrió más de 700 km desde la hondureña San Pedro Sula, de donde partieron el 13 de octubre, y muchos de ellos ya están en Tapachula, una pequeña ciudad de poco más de 300,000 habitantes en el sureño Estado de Chiapas. Entre los migrantes se cuentan muchas mujeres con sus bebés y niños.
Los viajeros entraron a la ciudad tras una larga jornada de cerca de siete horas en las que recorrieron los 40 kilómetros que separan a Tapachula de Ciudad Hidalgo, en la frontera con la guatemalteca Tecún Umán.
Durante su recorrido hasta parar en el parque central de Tapachula, pudieron observarse comercios cerrados, así como personas y organismos civiles que les acercaron agua y alimento a los migrantes de Honduras.
Fuentes de los organizadores de la caravana confirmaron a Efe que la caravana pasará la noche en Tapachula para salir a las 04:00 horas con destino a Huixtan, Chiapas, para marchar poco a poco al estado de Oaxaca en los próximos días.
En el parque central de Tapachula, las y los migrantes tomaron una zona rodeada de árboles con un domo de aproximadamente 20 x 20 metros, donde llegaron a descansar y otros más se detuvieron bajo unos portales en el mismo lugar.
Este domingo, desde temprana hora comenzó el éxodo masivo de unos 5 mil integrantes de la Caravana Migrante dentro de territorio mexicano rumbo a Tapachula. Ningún nivel de gobierno está asistiendo humanitariamente a los miles de migrantes ni con medidas de seguridad, ni salud, ni con apoyo de alimentos. Son ciudadanos los que se han dado a la tarea de distribuir bolsas con agua y algunos alimentos.
La larga fila ocupa unos 6 kilómetros de la carretera Panamericana. Quienes traían a sus hijos pequeños consigo, se detuvieron por ratos a orilla de la carretera a descansar y recobrar fuerza para seguir su larga caminata.
El delegado del Instituto Nacional de Migración en Chiapas, Francisco Echavarría, advirtió que quienes se encuentran bajo el trámite de inmigración, deberán permanecer en el estado de Chiapas y en el refugio al que fueron confinados hasta que se resuelva su situación legal, no obstante rechazó que se encuentren “detenidos”.
Por su parte, el Quinto Visitador de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Édgar Corzo, declaró que lo que se ha visto “es una falta de asistencia humanitaria, lo hemos visto en el puente, falta de medicamentos, la gente se desvanecía (…) yo creo que se concentraron mucho en la contención y dejaron a un lado lo que nosotros consideramos que es primario que es la asistencia humanitaria” y reiteró que ante esta situación, se tomen en consideración la ampliación de medidas cautelares solicitadas desde el sábado para asistir humanitariamente a los migrantes, ahora, en los albergues.
Ante el hartazgo y el desgaste al que le apostó el gobierno mexicano al intentar contener y pasar a cuentagotas a los integrantes de la caravana de migrantes provenientes principalmente de Honduras, desde la tarde noche del sábado personas se arrojaron masivamente del puente fronterizo al Río Suchiate, otras tantas pasaron nadando de orilla a orilla o en balsas y con niños en brazos por la misma vía.
Muchos de ellos habían pasado más de 24 horas sin alimentos y ya no había agua para distribuir entre ellos, la temperatura rondaba los 32 grados centígrados. La desesperación los hizo tomar la decisión desesperada de pasar pese a que la entrada formal de la frontera se encontraba cerrada y pasando poco a poco a los migrantes para conducirlos a tramitar sus visas o bien iniciar su trámite de refugio.
El miedo a la caída desde nueve metros de altura fue menor al miedo a ser deportados a sus países de origen, a volver a enfrentar la violencia de las pandillas, la pobreza y en general, la falta de futuro digno. Cruzar el río implicaba nadar medio kilómetro, y por balsa, contar con cinco quetzales –moneda guatemalteca equivalente a unos 12 pesos mexicanos – para los balseros. Las balsas son en realidad cámaras de llanta de tractor sobre las que se ponen tablones.
Al caer la tarde del sábado, más del 80 por ciento de quienes componen la caravana migrante que salió el pasado 13 de octubre de Honduras -y al que se le fueron sumando migrantes de El Salvador y Guatemala- ya pernoctaba en el parque de Ciudad Hidalgo, Chiapas.
Por 24 horas, las autoridades mexicanas tuvieron éxito. En ese periodo, contado desde que les cerró las puertas, los migrantes permanecieron sobre el puente internacional Rodolfo Robles. Ahí durmieron, ahí se levantaron y ahí empezaron a apuntar en unas hojas de papel sus datos personales, para que “de forma ordenada y en grupos de 40”, pasaran ante el personal del Instituto Nacional de Migración (INM).
El gobierno mexicano les ofreció que, tras realizar el trámite, los llevaría a albergues, donde esperarían el dictamen migratorio. Para las 12 del día del sábado, solo 500 personas habían pasado, según cifras que informó el embajador de México en Honduras, Luis Manuel López Moreno.
“Primero mujeres y niños, primero mujeres y niños”, gritaban algunos organizadores espontáneos que surgieron entre los migrantes.
El comisionado nacional de seguridad de México, Renato Sales Heredia, y el comisionado general de la Policía Federal, Manelich Castillas Craviotto, llegaron hasta donde se encontraban los migrantes, rejas y decenas de policías de por medio. Hablaron con algunos mientras sus subalternos les tomaban fotografías donde aparecían con rostros amigables. Mandaron traer garrafones de agua y, por un momento, agentes de migración y de la policía, tras las rejas, sirvieron agua a los migrantes.
La llegada de Sales Heredia y Castillas Craviotto, explicaron sus subalternos, era para “supervisar que todo se estuviera desarrollando con apego a los derechos de los migrantes, y a las leyes mexicanas”.
Por su parte, el gobierno de Guatemala instaló en el parque central de la ciudad fronteriza Tecún Umán, un centro de atención con una leyenda grande que dice: “¿Quieres retornar a tu país? Aquí te apoyamos. Información Migratoria. Información Institucional”. Algunos migrantes sí optaron por esta opción.
Según cifras oficiales, solo 381 migrantes —casi todas mujeres y niños— realizaron su registro ante el INM, tras lo cual fueron trasladadas al albergue ubicado en las instalaciones de la Feria Mesoamericana de Tapachula, a unos 30 kilómetros de Ciudad Hidalgo. Pero si sus solicitudes de visa o refugio son rechazadas, serán deportadas a su país de origen.
Cabe recalcar que la mayor parte de la caravana migrante, integrada al comienzo por miles de personas según los organizadores, logró cruzar ilegalmente el río fronterizo entre Guatemala y México y evadir la vigilancia de cientos de policías mexicanos sobre el puente internacional, por donde solo se permite el paso a mujeres y niños.
El grupo que avanza en México -custodiado por helicópteros y la policía- está conformado por unas 5,000 personas, según cálculos de la AFP y organizadores. Unos 1,000 quedaron atrás: algunos decidieron esperar en la frontera para ingresar legalmente a México y otros desertaron debido al temor o al cansancio.
“Nadie nos va a detener, si ya nos aventamos al río y ya hicimos de todo para llegar hasta acá, no nos detienen”, dijo Aarón Juárez, de 21 años, un taxista hondureño que caminaba con dificultad debido a las llagas en sus pies junto a su esposa y su bebé de meses hacia Estados Unidos, su destino final. Si llegan habrán recorrido al menos 3,000 km a pie.
Tras más de siete horas caminando desde la fronteriza Ciudad Hidalgo bajo un intenso y húmedo calor, la caravana llegó a Tapachula, una pequeña ciudad de poco más de 300,000 habitantes en Chiapas.
“Llegamos quemados por el sol, con llagas, pero llegamos. Nuestros coraje es más grande que las amenazas de Trump”, dice Britany Hernández, una joven morena de grandes ojos negros mientras recibe algo de comida tras hacer una larga fila.
El parque central de Tapachula, una pequeña plaza salpicada con diminutas jardineras, un escenario y una explanada de cemento parcialmente techada, resultaba insuficiente para cubrir a los cientos de migrantes de la torrencial lluvia que caía la tarde del domingo.
“Para nosotros este piso, esta ciudad es la gloria. Para usted puede ser algo feo, pero nosotros estamos felices”, dice Brandon Ruíz, un agricultor que huye de la amenaza de las maras, mientras extiende una bolsa en el suelo para acostarse.
Honduras es uno de los países más violentos del mundo, con una de tasa de homicidios de 43 por cada 100,000 habitantes, superando ampliamente el promedio mundial de países sin guerra. Siete de cada diez hondureños viven en la pobreza, según el Banco Mundial.
3,000 kilómetros
Muchos migrantes prefieren permanecer en las calles antes que en los albergues implementados por el gobierno estatal, por temor de ser detenidos por las autoridades migratorias, expresaron.
Unas 370 personas que recibieron permisos migratorios arribaron a uno de los principales albergues de Tapachula el sábado, dijo a la AFP Ángel Ordóñez, funcionario estatal de Derechos Humanos.
La caravana recorrió más de 700 km desde la hondureña San Pedro Sula, de donde partieron el 13 de octubre. Entre los migrantes se cuentan muchas mujeres con sus bebés y niños.
La mayor parte de la caravana migrante, integrada inicialmente por miles de personas según los organizadores, logró cruzar ilegalmente el río fronterizo entre Guatemala y México y evadir la vigilancia de cientos de policías sobre el puente internacional.
“Detener la embestida”
El Presidente Trump aseguró que está haciendo todo lo posible para “detener la embestida de migrantes ilegales” a su Frontera Sur. “Esas personas deben primero solicitar asilo en México, y si no lo hacen Estados Unidos los rechazará”, escribió el Mandatario en Twitter.
“Debo pedir, en los términos más enérgicos, a México que frene esta embestida, y si no es capaz de hacerlo llamaré al ejército estadounidense y CERRARÉ NUESTRA FRONTERA SUR”, había advertido el jueves.
De no contener la caravana, Trump ha amenazado a Guatemala, Honduras y El Salvador con quitarles ayuda financiera.
“Mejor llegarle a la caravana”
Un grupo cada vez más reducido permanecía varado en el puente internacional fronterizo esperando ingresar legalmente a México, aunque el acceso era a cuentagotas dando prioridad a mujeres y niños.
En el lugar los migrantes eran poco más de medio millar, estimó la AFP, en comparación con los más de 4,000 que llegaron el viernes.
“Mejor me voy en balsa y llegarle a la caravana. Yo creo que lo que quieren (las autoridades mexicanas) es que nos volvamos para atrás”, dijo un hombre con el rostro maltratado por el sol.
Gobernación de México informó el sábado que ya recibió 640 solicitudes de refugio en el paso fronterizo.
El Gobierno hondureño acusó a la oposición política de convocar a la caravana para provocar ‘ingobernabilidad’ en el país, señalando como instigador a Bartolo Fuentes, un exdiputado coordinado por el expresidente y líder izquierdista, Manuel Zelaya.
Pero Fuentes aseguró a la AFP que lo que hizo fue reproducir en su Facebook un afiche -que no sabe quién divulgó en varias redes sociales-, invitando a la “Caminata del migrante” con un slogan: “No nos vamos porque queremos, nos expulsan la violencia y la pobreza”.
“No hay futuro” en Honduras
Un grupo más reducido permanecía varado en el puente internacional fronterizo esperando ingresar legalmente a México, aunque el acceso era a cuentagotas y dando prioridad a mujeres y niños. Un centenar de ellos entonaba cánticos cristianos para levantar el ánimo.
“Aquí voy a seguir esperando, no hay futuro para nosotros en Honduras”, dijo a la AFP Selvis Rivas, de 41 años quien espera conseguir asilo con su hijo de 16.
Cinco mujeres, ubicadas primeras en la fila para pasar al lado mexicano, responden “¡No!” a coro cuando se les pregunta si quieren regresar a Honduras.