TIJUANA, Baja California, 30 de noviembre (AP).- El joven hondureño estaba preocupado y podías verlo en su cara: cargando a su hijo de 1 año, miraba aprehensivamente la barrera que acababa de cruzar. Estaba en territorio estadounidense y sabía que no tenía autorización para estar ahí.
Era la medianoche del jueves en la frontera de Estados Unidos con México, cerca de la primera de dos vallas fronterizas estadounidenses que separan a Tijuana de San Diego, y un fotógrafo de The Associated Press estaba ahí para capturar el momento en el que el hombre, con su bebé en brazos, decidió arriesgarse a buscar una vida distinta y mejor que la que tenían en Honduras, o en el abarrotado albergue para migrantes de Tijuana. Sabía que sería arrestado, pero parecía que el riesgo valía la pena si podía solicitar asilo en Estados Unidos.
Mientras las autoridades mexicanas intentan trasladar a los más de 6,000 centroamericanos alojados en un abarrotado complejo deportivo próximo a la frontera hacia una instalación situada a 16 kilómetros del cruce fronterizo más próximo, la desesperación aumenta entre los migrantes que llegaron a Tijuana hace más de dos semanas.
Varios migrantes nadaron o saltaron para sortear la barrera fronteriza durante la noche y fueron detenidos rápidamente.
Pero el joven hondureño esperó, y cuando vio la oportunidad, saltó la valla fronteriza mientras otras personas del lado mexicano le cuidaban al niño, que estaba abrigado con una chaqueta con capucha, calcetas y botas debido al frío de la noche. La gente le pasó después al pequeño entre los barrotes. Luego de un vistazo rápido hacia atrás, el joven desapareció en la noche mientras subía una cuesta en dirección a una segunda barrera fronteriza en el lado estadounidense.