CIUDAD DE MEXICO, 20 de enero.- “Si nos quitan el huachicol, ¿qué vamos a hacer?”. Esta es la interrogante que se formulan varios hombres, habitantes de la comunidad San Primitivo, en el municipio de Tlahuelilpan, después de que fue mitigado el fuego que causó la tragedia que arrebató la vida a 85 personas y dejó un saldo de 58 lesionados, hasta ayer.
Una pregunta para la que muchos no tienen respuesta. Menos aún los menores de edad que desde hace tiempo se han acostumbrado a esta peligrosa actividad, como una forma de vida, a pesar de que es un delito grave sancionado por la ley con una penalidad de entre 20 y 30 años de prisión.
Tlahuelilpan es uno de los municipios de menor tamaño en suelo hidalguense, con apenas 18 mil habitantes, quienes históricamente se dedicaron a la agricultura y al comercio. A diferencia de otras alcaldías aledañas, como Tula de Allende, Tlahuelilpan no es un expulsor de migrantes hacia Estados Unidos.
Son 13 los kilómetros que separan al punto del incendio registrado este viernes, de la refinería Miguel Hidalgo, en Tula. Una zona llena de ductos y en la que desde hace por lo menos una década surgió el robo de hidrocarburo, al que poco a poco se fueron sumando ciudadanos que encontraron en ello la oportunidad de obtener un ingreso a pesar de los enormes riesgos que representa.
Y son sólo unos tres kilómetros los que dividen a la Presidencia Muncipal de Tlahuelilpan del lugar de la tragedia. ¿Por qué las autoridades municipales no impidieron que se escarbara y se hiciera una zanja? Preparar esas condiciones debió llevar varios días a la gente. ¿Acaso no se percató la autoridad?
Estas personas ganan unos cuantos pesos, mientras los verdaderos huachicoleros generan pérdidas al gobierno federal por 60 mil millones de pesos al año.
“La necesidad es más fuerte que el miedo”, afirman.
En Hidalgo son varios los municipios en donde se han registrado acciones de huachicoleo, especialmente durante los últimos años. En la región de Tulancingo se encuentra Cuautepec, Singuilucan y Santiago Tulantepec, por donde pasa el ducto Tuxpan-Azcapotzalco; en la región de Tula, Tezontepec de Aldama, Tepeji del Río y el propio Tlahuelilpan, por donde pasa el ducto Tula-Salamanca; además de Mineral de la Reforma, Pachuca y Epazoyucan.
Pero este fenómeno no sólo se repite en municipios hidalguenses. Es una realidad que se extiende a diferentes Entidades del país, como Veracruz, Tamaulipas, Puebla y Guanajuato, entre muchos otros. Tan sólo en el periodo del 2011 al 2016 las autoridades detectaron más de 21 mil tomas clandestinas en el país.
Y siempre se encuentra un común denominador en el entorno: la pobreza.
El ducto perforado en Tlahuelilpan tiene capacidad para transportar 70 mil barriles diarios, con una presión de 20 kilogramos, en operación regular, como lo explicó ayer el director de Petróleos Mexicano (PEMEX), Octavio Romero.
Y este viernes cientos de personas captaban en bidones o cubetas el hidrocarburo en una escena que se ha vuelto común para la gente que participa, pero que resulta indiferente para quienes viven lejos de esa cruda realidad.
No importa el Estado de la República de que se trate; no importa el municipio ni la comunidad, el huachicol es el pan de cada día para muchos.
Hoy la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador implementó un operativo para contrarrestar el robo de hidrocarburo.
Cerraron ductos para evitar que siguieran operando las tomas clandestinas y con ello, afirman, ya hay un ahorro importante.
No obstante, el operativo trajo consigo la escasez de gasolina en varios estados de la República. Hidalgo es uno de ellos. Y aún no se restablece totalmente. Los automovilistas han tenido que esperar hasta por más de 10 horas para poder cargar gasolina.
(LA PRENSA)