Jorge Lara Rivera
Como una plaga bíblica cuya propagación en el ámbito intelectual ha sido interesadamente promovida por los autodesignados (con propósitos desinformadores) “neoliberales” avanza la repetición dócil, acrítica, entre el provincianismo global de la derivación prohijada por la falacia que sustentó Francis Fukuyama en su ensayo ‘Hacia el fin de la Historia’.
Así se ha insistido ‘ad nauseam’ en el sofisma de que “las ideologías fueron la peor plaga del siglo XX”, ocultando sesgadamente que son éstas –políticas, religiosas y económicas– las que desde siempre han movido al hombre y las sociedades en el mundo, porque representan la inconformidad con el estado de cosas imperante en cada época y la esperanza de poder modificarlo para bien –utopía, reforma y revolución– de nuestra existencia, lo cual necesariamente es ingrato y perturbador para quienes lucran con el status quo.
De ahí la nada sorprendente –más que para los incautos y pacatos– crisis del pragmatismo cínico que aupó a esas pifias que resultaron las acedas tramposas ¿soluciones? presentadas como “novedad” por el mismo ‘marketing’ que alarmó al pensador italiano Umberto Eco (Hommo videns) y se apoderó del show político vaciándolo de contenido, sustituyendo los propuestas y programas sociales por encuestas y estadísticas demoscópicas, y los idearios por ‘slogans’ de mercadeo; y de responsabilidad social con el venal pero eficaz –temporalmente, desde luego– truco de la “asesoría de imagen” y la “construcción de percepción” y esa perversidad de percepción anticipada (desinformación, distorsión y calumnia) que hoy con astuto cálculo denominan “posverdad”.
Son los mismos inescrupulosos mecanismos que propiciaron el ‘Brexit’ de la zona euro y el advenimiento al poder de Theresa May en Gran Bretaña, el cosmético apartidismo del tecnócrata Emmanuel Macron en Francia (que dio coartada a una camarilla para imponer a José Antonio Meade Kuribreña como candidato del PRI) cuya hipocresía evidencia su ambigua relación con su favorito Alexandre Benalla y las desbordadas protestas de los ‘chalecos amarillos’ por todo el país, quien con grosero objetivo de lucro político, pretende capitalizar la sangre vertida en el Mercado Navideño de Estrasburgo –urbe fronteriza con Alemania– a causa del atentado que perpetró Cherif Chekatt (al parecer bajo la égida del autonombrado ‘Califato o Estado Islámico’) para reposicionarse tras su caída en las encuestas de aprobación a su mandato; en Argentina, Mauricio Macri que pretende favorecer a los oligarcas con el cuento de la macroeconomía destruyéndole la vida a los ciudadanos, y el demencial ascenso del –literal– (Jair) Messias Bolsonaro en Brasil cuyo disparatado ‘ideario’ recuerda las paranoias del politólogo Samuel P. Huntington y la merolica Sarah Palin (sólo equiparables por endebles a los rebuznos del mercenario Vicente Fox Quesada, hoy metido a entrevistador de TV); y el advenimiento de ese espejo de vicio incivil que es Donald Trump en Estados Unidos.
Pero tales fiascos ya se habían descrito desde ‘El Capital’ de Karl Marx cuyo centenario es inminente. Estaba advertido que la burbuja estallaría… Y lo hará.