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Opinión

La fallida Revolución mexicana

Francisco Javier Pizarro ChávezChihuahua, cuna y tumba de

Este 23 de septiembre se cumplen 53 años del asalto al cuartel de Madera, Chihuahua, por un grupo de 13 guerrilleros encabezado por Arturo Gámiz García y Pablo Gómez Ramírez. Pese al tiempo transcurrido, es poco lo que en realidad las nuevas generaciones conocen de este episodio histórico que cimbró al país y dio inicio al movimiento guerrillero en México y, por extraño que parezca, también a la transición a la democracia.

Por eso considero que es trascendental descorrer los velos de la leyenda y profundizar en su dimensión histórica. Es importante que las generaciones que no la vivieron, estén enteradas del contexto social y político en que ocurrió, las causas que le dieron origen, así como de las motivaciones de quienes participaron y dieron su vida en forma tan generosa y osada en bien de la sociedad.

El asalto al cuartel Madera despertó la conciencia de toda una generación, que ya fuera por la vía armada o pacífica, luchó por una sociedad más justa y libre.

El movimiento encabezado por Arturo Gámiz y Pablo Gómez, formula –en el primer y segundo encuentro de la Sierra– lo que con toda justicia puede considerarse el primer programa político que plantea la necesidad de una transformación de fondo del país por la vía armada, más que por razones ideológicas, orillados por la represión al movimiento social que encabezaban, como se documenta líneas abajo.

El levantamiento armado, socialmente, es consecuencia del largo proceso de polarización que se dio a fines de los cincuenta en el agro mexicano, luego de la llamada “institucionalización de la Revolución Mexicana”, que puso fin al reparto agrario e impulsó el despojo de tierras de las comunidades indígenas y ejidales, al amparo de los certificados de inafectabilidad ganadera y forestal y la violencia desplegada por los guardias blancos de los neo-latifundistas.

En lo político fue un acto de rebeldía a la brutal represión imperante a mediados de la década de los sesenta por el gobernador de Chihuahua Práxedes Giner Durán,

Así lo visualizaba Arturo Gámiz, quien en un reportaje publicado en el periódico la Voz de Chihuahua, en febrero de 1963 intitulado “La tenencia de la Tierra”, denuncia que “trescientos latifundistas son dueños de 24.5 millones de hectáreas, mientras que 100 mil ejidatarios apenas si disponen de 4.5 millones de hectáreas para siembra”.

En esa casta divina se encontraban algunas familias potentadas como la de los Ibarra, los Vega y la empresa Bosques de Chihuahua, quienes, mediante el terror, despojaron a miles de ejidatarios de Madera y lugares circunvecinos, con el apoyo de la policía rural y el Ejército.

Las etapas de este proceso están bien definidas: de 1959 a 1961 el movimiento campesino se desarrolla en el Noroeste para cauces pacíficos y legales a través de gestiones para la dotación y/o ampliación de ejidos.

A partir de 1962 en respuesta a la indiferencia de las autoridades agrarias a sus demandas, se emprende en 1962 lo que entonces se conoció como “El Asalto Agrario”. Cientos de campesinos liderados por Alvaro Ríos, Arturo Gámiz y Pablo Gómez Ramírez, invadieron decenas de latifundios y realizaron masivas caravanas en la capital del Estado, apoyados por estudiantes de la Escuela Normal del Estado y de las normales rurales de Salaices y Saucillo.

La respuesta de Giner Durán fue intensificar la represión, clausurar las escuelas normales rurales e iniciar una persecución contra los líderes agrarios y profesores que los apoyaban.

En febrero de 1965, Arturo Gámiz convocó al Segundo Encuentro de la Sierra “Heraclio Bernal”, realizado en las Nieves, Durango, en el que se decide que no queda más camino que el de tomar las armas ante la cerrazón del gobierno.

Lo hicieron público en un comunicado dirigido al gobernador Giner: “Durante años, por las buenas estuvimos pidiendo justicia pero usted, señor gobernador, nos despidió siempre con insultos, se puso de parte de los latifundistas y les dio fueros. Empuñamos las armas para hacer por nuestra propia mano la justicia que le niegan a los pobres”.

Como podrá apreciarse, la decisión de levantarse en armas no fue una ocurrencia, un exabrupto o, como aseguraron algunos años después, una imitación del Asalto al Cuartel Moncada de Cuba. Fue una decisión política fraguada al calor de largos años de lucha social a la que se le cerraron todas las puertas legales y pacíficas. Incluso, partidos de izquierda como el Popular Socialista, en el que la mayoría de ellos militaron desde muy jóvenes, les dio la espalda y los calificó de “provocadores políticos”.

Gámiz dejó en claro su postura política. No cuestionaba la vía político electoral del PPS. Su reclamo era otro: el que como partido de izquierda no cumpliera con su responsabilidad para con el pueblo, por lo cual fue creado.

Los ya entonces guerrilleros fueron consecuentes, en su circunstancia histórica con su compromiso social y su generación. “Queremos transformar la sociedad en la que hemos nacido porque se basa en la desigualdad y la opresión. Queremos transformar nuestra Patria para no entregarla como la hemos recibido, es misión de nuestra generación”, proclamó Arturo Gámiz.

Lo cumplieron. No tomaron el cuartel, pero lograron algo mucho más trascendente para transformar la sociedad y acabar con la desigualdad y la opresión de las que fueron víctimas: Sembraron la semilla libertaria e hicieron un gran boquete al autoritarismo imperante no sólo en el Estado de Chihuahua sino en todo el país.

Tan es así, que el gobierno de la República se vio obligado a atender, así fuera años más tarde, las demandas por las cuales lucharon y murieron: la expropiación de la compañía Bosques de Chihuahua lo que dio origen a la creación del ejido El Largo Maderal; el cese del despojo de las tierras de los campesinos y que se pusiera freno a la represión.

Esto no hubiera sido posible a salivazos, discursos y mucho menos sumisión. Y es que, como dice el poeta: “Hace falta una carga para matar bribones, para acabar las obras de las revoluciones”. El asalto al cuartel Madera fue esa carga.

Paradojas de la historia. Chihuahua fue cuna y tumba de la Revolución mexicana. Se irguió desde el 23 de septiembre de 1965 en contra de la fallida revolución institucionalizada y fue el detonante del tortuoso y prolongado despertar libertario del pueblo mexicano a favor de un cambio social y político que hoy esperamos, por el bien de todos, se logre por la vía pacífica con la IV transformación de México por la que votaron los ciudadanos.

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