María Teresa Jardí
El 19 de junio del presente año diez colectivos dieron a conocer un Pronunciamiento de Organizaciones Mayas de la Península de Yucatán, firmado por la Asamblea de Defensores del Territorio Maya Múuch’Xíinbal, el Centro Comunitario U kúuchil k chi’i’ibalo’on, del municipio de Felipe Carrillo Puerto, de Q. Roo, el Colectivo de Comunidades Mayas de los Chenes, del municipio Holpechén, de Campeche, el Colectivo de Semillas Much’Kanan Iínaj, municipio de Bacalar, Q. Roo, Colectivo K- luumil x’ko’olelo’ob, también de Bacalar; Consejo Indígena U yóol lu’um, municipio de José María Morelos, Q. Roo, y el Ejido Dziuché y U Lool Che Sociedad Cooperativa, del mismo municipio; USAEC Apicultores Sociedad Cooperativa, municipio de Kalakmul, Campeche y U Yich Lu’ um, municipio de Sanahcat, Yucatán.
Desde junio, justamente a mi regreso a Mérida para quedarme, he tenido el placer de conocer a muchos de los integrantes de esos colectivos y de manera particular a los de Múch’Xíinbal y sé que cada palabra del comunicado es atendible.
El comunicado es claro: “La tierra es comunitaria, ni la rentamos ni la vendemos. No a la división que generan en nuestros pueblos los partidos políticos y las religiones. Sí a la cultura y lengua maya. Sí a la defensa de nuestro derecho a la autodeterminación.”
Son claros los intereses del gobernador del Estado por suceder a AMLO en la encomienda presidencial. Es obvio que detrás de su campaña de promoción permanente debe contar con el apoyo de los beneficiados por el “desarrollo” que en Yucatán se lleva a cabo. No empezado por el PAN. También el PRI fue promotor de desarrollos inmobiliarios cuya extensión es ya inconcebible, convertidos en ciudades, en el caso de Mérida con dos polos, uno con cada vez más reducidos espacios para los pobres y para los ricos plagados de torres de cemento afectan de manera brutal el cambio climático con aumentos de temperatura muy lejos de ser aceptables.
La tala de un árbol es muerte, no sólo para el árbol, lo que de suyo tendría que ser condenable, la siembra de cemento, también es criminal y desde luego igual de condenable. Ese desarrollo, tan mal entendido, no es progreso. Aunque quede claro que es negocio. Y ya se sabe que aquí los negocios aunque sean de muerte, no parecen importar a muchos, hasta que no toca, no existe, esa especie de pensamiento mágico tan de moda en estos tiempos donde hasta gobiernan los Piñeira, los Trump y los Bolsonaro.
Los mayas enfrentan condiciones adversas y de despojo a manos de autoridades y empresarios.
Pero, un pueblo admirable, se encuentra en pie de lucha. Y en el comunicado reconocen: “… Aún tenemos vastas extensiones de selva, cuna y nido del agua donde los animales beben y las semillas germinan, tributo al gran acuífero y a sus aguadas y cenotes. Aún tenemos nuestras abejas y nuestras mieles, néctar sagrado ofrecido a los mortales de todo el mundo. Tenemos nuestros saberes milenarios sobre las plantas que curan y las maderas para hacer nuestras casas. Tenemos nuestros platillos culinarios para compartir la comida, la palabra y el trabajo. Tenemos nuestras ceremonias que pactan cada día nuestra vida con la madre tierra y nuestra convivencia con los animales de la selva… Aún tenemos las formas de ver la vida que nos conectan con el sueño de florecer autónomos, ejerciendo nuestro derecho de libre determinación...”.
Y puntualizan, entre otras cosas, que quieren seguir produciendo la milpa maya y exigen la suspensión de los monocultivos que envenenan la tierra. Que quieren generar y distribuir su propia energía eléctrica y exigen la suspensión de los megaproyectos privados de energías que los despojan de su territorio. Que quieren criar a sus animales y exigen el fin de las mega granjas de cerdos que contaminan el agua. Que quieren mantener y enriquecer su cultura y exigen la suspensión del mal llamado Tren Maya que los desplaza y aplasta. Que quieren fortalecer la convivencia y amistad con todos los pueblos y exigen la suspensión del modelo de turismo depredador que banaliza y mercantiliza la dignidad de los indígenas...” Sabios que son los mayas, me digo yo, frente a los occidentales que hacen estallar a pueblos, incluso domesticados por dictaduras brutales, como Piñeira en Chile.