Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes
Al cumplirse cien días del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, puede decirse que avanza por un rumbo que ha favorecido lo fundamental en esta etapa: la reconciliación nacional. Esto no obstante el interés de algunos sectores de la derecha por sembrar semillas de odio, con las cuales hacer germinar el fracaso de un régimen que busca fortalecer el Estado de derecho y sentar las bases de un crecimiento real de la economía.
El fracaso de la marcha convocada por las organizaciones Somos Más y Chalecos Amarillos México, es la mejor demostración de que la mayoría de la sociedad está consciente de que quienes promueven acciones políticas contra el gobierno de la Cuarta Transformación, las llevan a cabo con propósitos mezquinos y contrarios a los mexicanos. Sin embargo, cabe apuntar que no cejarán en su intento de sabotaje del proyecto democratizador, porque esa es la consigna de las grandes corporaciones imperiales en esta etapa de definiciones geopolíticas globales.
En los tres meses del gobierno de López Obrador han sido incesantes los ataques de los voceros de la derecha, pero han sido infructuosos por el apoyo masivo del pueblo al mandatario del cambio. Las clases mayoritarias han comprendido, mejor que muchos intelectuales y pensadores, que los procesos de transformación social no pueden darse por decreto ni mediante una simple manipulación ideológica, sino que deben realizarse conforme a las circunstancias que va generando la propia coyuntura política.
Lo que más motiva la esperanza es la habilidad de López Obrador para desbaratar provocaciones, desarmar sabotajes, calmar los ánimos de los ultras de uno y otro bando que quisieran que la realidad caminara según sus intereses particulares. Se nota, en quienes cuentan con alguna tribuna, que les causa escozor que López Obrador no caiga en las trampas que le ponen a cada paso. El sigue adelante, sin preocuparse más que en no perder el rumbo de conducir al país a su recuperación social y económica.
Puede afirmarse que ningún otro mandatario ha sido tan observado y acotado por los poderes fácticos como éste. La verdad es que le han hecho un favor, porque así se ha evitado que dé pasos en falso, como hubiera sido el caso si el gobierno caminara bajo las sombras, como era habitual en el pasado reciente. Las políticas públicas llevadas a cabo se han puesto en práctica con total transparencia, hecho que han confirmado las entrevistas “mañaneras”, donde se explica con toda claridad lo que está haciendo cada área del gobierno.
Por otro lado, los poderes fácticos globales se han percatado que López Obrador no va a radicalizar un proceso que conviene llevar a cabo de manera programada, sin brincos ni sobresaltos ni mucho menos encubriendo ideologías inviables en esta hora del mundo. Los radicalismos no tienen cabida, como ha quedado claro en Estados Unidos, donde el presidente Donald Trump está cada vez más aislado por su radicalismo obsoleto.
López Obrador está consciente de que cualquier paso en falso será aprovechado por los radicales para hacerlo perder el rumbo, por lo mismo se ha visto obligado a ser un eficaz estratega, lo cual le ha permitido adelantarse a los acontecimientos. Lo importante es que la sociedad mayoritaria está consciente de que no habrá de transigir en su proyecto mientras se afiance la alianza entre ambas partes.
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