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Opinión

Los Trabajos y los Días

Alberto Híjar Serrano

Vivimos tiempos de organización colectiva del trabajo como respuesta al capitalismo por despojo. Vale, por esto, recordar Los Trabajos y los Días, puesta en escena por el solitario mimo Juan Gabriel Moreno con el título sugerido por su efímero suegro, el filósofo marxista Adolfo Sánchez Vázquez, que, de pasada, homenajeó a Hesíodo. La obra rendía homenaje a los trabajadores callejeros que van de puerta en puerta o que se asolean y sufren lluvias y temblores ordenando el tráfico o cuidando las cercanías de la casa de algún potentado. La obra tenía un inicio performático, con el público a punto de la indignación ante la puerta cerrada del Teatro de Arquitectura en la UNAM. De pronto era abierta desde adentro por el mimo sin maquillar que pedía perdón porque el doble trabajo le impedía llegar a tiempo, por lo que mientras ampliaba la explicación, se ponía las mallas necesarias y el maquillaje, ya en el escenario. En el intermedio repitió la explicación al abrir una torta disculpándose porque era la única comida que podía hacer durante su atareado día. Rompió este homenaje a los trabajadores sin salario ni seguridad social, con la reducción simplona de la mímica a trivialidades como el vuelo de la mariposa o el supuesto encierro en una caja. Todo esto le dio sentido a un trabajo con el cuerpo que en 1968 montó con estudiantes de Arquitectura Beatlemima con un éxito tal, que el teatro, con un gran retrato de Genaro Vázquez en el lado pintado por Mario Falcón, tuvo que ser abierto durante la huelga.

Por aquellos años hubo más apropiaciones del espacio público con el mismo sentido libertario. Tal hacían Enrique Cisneros “El Llanero” que añadiría el nombre de solitito cuando no funcionaba bien CLETA y El Papirolas quien mientras narraba con gran amenidad, hacía figuras asombrosas de papel que repartía entre el público donde ganaba adeptos, sin importarle vender un pequeño folleto de explicación de los dobleces necesarios para hacer asombrosos animales y vegetales. No sabíamos aún que el placer tendría que ser propio de todo trabajo con la condición de evitar el provecho personal y la ganancia mercantil.

Hace unos cinco años, Gonzalo Martré anunció su retiro advirtiendo que en su funeral habría pase de lista para entregar su última novela. Recluido en su casa ha seguido editando nuevas versiones de Fantomas, la famosa historieta de la que fue el argumentista principal. Con el producto de la venta de su casa y una vez cumplida la repartición familiar, la Sociedad Exterminadora de Sabandijas Asquerosas ha seguido editando poemarios, tres tomos sobre El Chanfalla y tres grande volúmenes de Sabor a PRI, una minuciosa investigación de las rapacerías del agónico partido. Encuentra el ingeniero químico devenido escritor incluyente de la sabiduría científica en su obras, a compañeros con ímpetus semejantes para editar lo mismo poemarios y narraciones de admirados escritores apartados de los privilegios oficiales, que testimonios como Lecumberri en el 68 de Pedro Castillo con ilustraciones de Mario Arturo Romero, Rama, con los sellos de Vozavisal, el Ala de la Iguana y la Casa de los Pueblos México, promovidas por Alejandro Zenteno y el apoyo de la imprenta de Pedro Castillo donde rápido, fácil y barato encuentran refugio publicaciones como Machetearte y El Zenzontle, el empeñoso periódico que difunde los avances de las organizaciones comunitarias en América Latina narradas por la revista Comunera. Nos vamos encontrando camaradas integrados por trabajos concretos que pretenden desbordar los límites particulares, para dar lugar a organizaciones tan necesarias como un frente antiimperialista para oponerlo a la escalada terrorista que agobia al mundo y especialmente a Sudamérica. Con empeños menos politizados, profesores de bachillerato de Oriente de la ciudad, publicaban periódicamente libros con sus poemas y cuentos donde la vida de los barrios del Oriente y Norte de la Ciudad de México, reciben la atención de quienes los han hecho su terruño.

Estos trabajos constructores de comunidades, proyectos educativos y tendencias sindicales, han sido constantes desde el siglo pasado como respuesta a la explotación capitalista. Aquí hay que contar al Autogobierno de Arquitectura de la UNAM y al Cogobierno de la Escuela Nacional de Antropología e Historia en los setentas del siglo pasado cuando se construían universidades con los apelativos de críticas, científicas y populares en Guerrero, Oaxaca, Sinaloa y con duraciones efímeras en otros estados como Monterrey y Tabasco. La CNTE se mantiene en lucha desde entonces y a la par de las movilizaciones, organiza el Taller Nacional del Educador Popular que cada año publica una antología con las ponencias. Debe andar en el número 15 de esta colección. Algunas de esas tareas son proyectos personales como el del ingeniero petrolero recientemente fallecido, Eduardo Soto Yáñez, que publicó alrededor de diez libros de sus memorias y de sus intentos de novelas y cuentos. El trabajo intenso de Ricardo Infante, un pintor devenido historiador de Guerrero, rescató de la basura un offset, animó su restauración con trabajadores universitarios y en su taller José Clemente Orozco ha dado lugar a importantes libros sobre la historia regional culminados en uno de gran formato con textos e ilustraciones de su autoría sobre un antepasado inventado de nombre Conrado Chazari. Anarquista confeso, Ricardo Infante distribuye gratuitamente sus ediciones.

Los trabajos de las mujeres organizadas para combatir los feminicidios tienen, en este mes de marzo, coloquios, movilizaciones y trámites con el Estado, dados a conocer en la muy nutrida marcha del 8 de marzo por el Centro de la Ciudad de México y en otros estados. Un camión al frente de esta marcha se estacionó en la acera de enfrente al Palacio de Bellas Artes, mientras el colectivo Marabunta con sus playeras rojas, hacía un cerco alrededor de un cuadrado de tierra con mujeres embrazadas, con una volteada hacia el público que primero curioso y luego asombrado, vio a las mujeres con casco de trabajadoras al ritmo de una gran batucada con unos veinte tambores que marcaban el ritmo con consignas para animar las duras tareas de escarbar en la dura tierra, bajar “la antimonumenta” de tres metros y medio de altura y unos 800 kilos de peso con la coordinación perfecta de quienes contaban 1, 2, 3, y cargaban poco a poco hasta dejarla junto a la excavación. Otras construyeron un andamio de dos pisos y al paso de las horas permitieron la inclusión de dos compañeros y una más que era un joven rapado con minivestido de mujer que se incorporó a la hechura de la mezcla de cemento, arena y grava. Las duras tareas culminaron hacia las once de la noche y al día siguiente continuaron con el reforzamiento de la base del monumento. Rápido se organizaron turnos de vigilancia con campamentos que han estado día y noche para cuidar una exposición tendedero con denuncias de desapariciones forzadas, con colocación de cruces, una gran corona mortuoria y flores, sembradas y en ramos homenajeantes. La praxis estética en acción como trabajo colectivo organizado sin más remuneración que el bien común. Dos que tres familiares de víctimas se incorporaron, una niña de unos ocho años, hermana de una asesinada por su profesor y dos estudiantes cómplices, ayudó con una pequeña pala a las arduas y duras faenas. Todo lo contrario a las reuniones de intelectuales y burócratas de la cultura de Estado peleando becas y patrocinios. Por estos días, distinguidos estudiosos universitarios integrados a las luchas populares discutirán en el Museo de la Ciudad de México, megaproyectos como el de Huexca y el Tren Maya, con todo el saber técnico arraigado en los conocimientos nacidos y crecidos en las prácticas de los trabajadores organizados. Pocos pero buenos, estos intelectuales marcan la diferencia con los arrogantes doctorados en el extranjero para servir a los consorcios transnacionales y a los gobiernos que controlan.

La aprobación legal de la Guardia Nacional tendría que ir a la par del reconocimiento legal de la Coordinadora Regional de Autodefensas Comunitarias (CRAC) y sus Policías Comunitarias (PC) que tienen como ejemplo a Gonzalo Molina quien se negó a aceptar indulto, amnistía o convenio traicionero para resistir más de cinco años de prisión injusta hasta lograr su libertad sin cargo alguno. La dignidad de quienes no sucumben ante las propuestas corruptoras del Estado que tienen como agente a Alfredo Castillo Cervantes, promotor de divisiones, asesinatos, encarcelamientos, amenazas contra las asambleas de las Policías Comunitarias, para construir un engendro como Juan Manuel Mireles, quien luego de sufrir terribles cárceles con traslados continuos, mantiene grupos de autodefensa con transportes, armamentos y uniformes pagados por terratenientes y empresarios del campo para ponerse a disposición de la ley y el orden del Estado hasta llegar a la espantosa propuesta de acabar con el EZLN. Queda claro que la autonomía organizada por asambleas comunitarias tendría que ser el correlato necesario de la seguridad nacional. Policías y ejércitos están formados para reprimir, recibir órdenes superiores sin discusión y matar sin compasión, mientras las policías comunitarias tienen como fundamento la asamblea, el cumplimiento de comisiones y la decisión inclaudicable de proteger a las comunidades en las que viven y trabajan.

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