Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes
La petición de disculpas al gobierno español y al Vaticano por los agravios cometidos en siglos pasados contra los pueblos originarios de nuestro país, tiene un sentido político muy actual y así es como conviene analizarla. El presidente Andrés Manuel López Obrador sabía de antemano las reacciones que tendrían las cartas que envió tanto al rey de España, Felipe VI, como al papa Francisco. Lo que tal vez no previó fue el nivel de la controversia en México, donde actualmente empresarios españoles siguen obteniendo pingües ganancias y privilegios.
A partir del sexenio de José López Portillo, se abrieron oportunidades muy ventajosas para capitalistas ibéricos, quienes se aprovecharon de ellas con una mentalidad de “conquistadores”. Esto contribuyó enormemente a la recuperación económica de España, luego del período negro del franquismo que llevó a los españoles a vivir una nueva “Edad Media”. Gracias al oro y la plata de México y Perú, que condujo a la monarquía española a ser la más boyante de Europa; en la actualidad, merced al petróleo y negocios fabulosos en nuestro territorio es de nuevo una economía muy importante.
Sin embargo, no hay justificación para pedir disculpas al gobierno español por esta coyuntura tan bien aprovechada por empresarios de la Madre Patria, porque no tienen culpa de lo que está ocurriendo en su beneficio. Están, por ejemplo, los dos principales bancos que operan en nuestro país, cuya matriz está en Madrid, donde ni remotamente obtienen las utilidades que aquí son proverbiales. Las principales cadenas hoteleras son también de capital español y muchas otras ramas del comercio y la industria son asimismo de dicha nacionalidad.
Esta realidad contemporánea es la que debería tener muy en cuenta el escritor Arturo Pérez-Reverte, quien dicho sea de paso obtuvo enormes ganancias con un tema muy mexicano con su novela “La reina del Sur”, cuya protagonista es una mujer dedicada al narcotráfico. Con una soberbia propia de los encomenderos del siglo XVII, dijo que López Obrador es quien debería disculparse porque “tiene apellidos españoles”. Con torpeza incalificable en un intelectual de su tamaño afirmó: “Si este individuo se cree de verdad lo que dice, es un imbécil. Si no se lo cree, es un sinvergüenza”.
Esta controversia vino a evidenciar un hecho ineludible que de tan sabido no se ha tomado en cuenta como debiera: el saqueo que sufren los pueblos originarios en la actualidad por partida doble: por lo poco que les queda y por el imperativo de tener que emigrar en busca de un mejor destino, pues las condiciones en que sobreviven se agravaron en el período neoliberal.
En la Conquista, no fue la violencia contra las etnias lo más dramático, sino el saqueo inmisericorde sin otro fin que esclavizar y explotar humanos y riquezas naturales. Hasta la propia reina Isabel tuvo que intervenir personalmente para frenar tanta iniquidad contra los indígenas en el nuevo continente.
Ahora son extranjeros en su propia tierra y se les agrede sin misericordia por los nuevos terratenientes: grandes empresarios que codician sus tierras para edificar lujosas fincas, megaproyectos industriales y desarrollos inmobiliarios. Cabe puntualizar que el tono de la respuesta del gobierno “socialista” español deja ver que se sigue pensando que México es una colonia. ¿Será porque continúan explotándonos, pero ahora con modernas tecnologías?
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