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Opinión

El feminismo en México: de la ira a la Revolución

Jorge Canto Alcocer

Miles de mujeres recorren las principales calles de una de las ciudades más grandes del mundo. A su paso hay saqueos, insultos, enardecimiento generalizado. Los símbolos máximos del poder sufren las vejaciones mayores. Los conservadores, los partidarios del statu quo, emprenderán en los días posteriores una campaña mediática, descalificando la violenta manifestación, indignados ante la falta de respeto hacia los símbolos y el agresivo comportamiento de quienes, de acuerdo con los parámetros socialmente aceptados, siempre deben mostrar dulzura y pasividad. Pero no importaron los ataques a posteriori, ese día las miles de mujeres celebrarán uno de los triunfos mayores que un movimiento popular haya conocido en la historia humana. La evocación corresponde a la famosa Marcha sobre Versalles, el 5 de octubre de 1789, cuando las mujeres parisinas obligaron a Luis XVI, a su pomposa Corte y a los Estados Generales –un cuerpo similar al Poder Legislativo actual- a regresar a París, dejando los deslumbrantes lujos de Versalles, para enfrentar los graves problemas de la capital de Francia.

La marcha de las mujeres parisinas en octubre de 1789 no sólo es una de las más grandes jornadas de la Revolución Francesa, sino uno de los hitos fundacionales del feminismo, la doctrina política y humana que lucha por la plena igualdad de mujeres y hombres, lo que la obliga, por tanto, a combatir el arreglo social imperante, que sacraliza el dominio masculino a través de una normativa que se materializa en absolutamente todos los ámbitos de la vida. Ese dominio, que como todos los dominios es injusto, violento y discriminador, fue bautizado, a mediados del siglo pasado, como “patriarcado”, definido como un sistema que de manera sistemática divide a la humanidad en hombres y mujeres, concediéndole a los patriarcas (padres y esposos de las féminas) el derecho a controlar cada aspecto de la vida de la mujer. En los casos más extremos, el patriarca incluso puede tomar la vida de las mujeres como parte de sus privilegios, pero siempre las pone en condición de subordinación e infravaloración.

México entero tembló el viernes 16 de agosto con la ya histórica marcha de las mujeres que en decenas de ciudades de nuestro país salieron a protestar contra la violencia de género, por la igualdad y, en última instancia, por la demolición del patriarcado. En unos casos las marchas fueron convocadas con el carácter de exclusivas para mujeres, lo que derivó en ligeros enfrentamientos; en algunos lugares, principalmente en la Ciudad de México, donde ocurrieron recientemente dos casos de violencia sexual de policías hombres contra mujeres menores de edad -uno de los cuales sigue impune-, se realizaron pintas y algunos leves destrozos en edificios públicos. Casos focalizados de verdadera violencia ahora sabemos que fueron realizados por HOMBRES infiltrados, vinculados a organizaciones de derecha, es decir, fueron actos de auténtico sabotaje hacia las protestas. El intento de manchar el movimiento motivó reacciones adversas en sectores conservadores, pero con la información con la que se cuenta en este momento podemos afirmar que ha fracasado.

Las fuertes movilizaciones del 16 de agosto son una clara y contundente respuesta al escalamiento de la violencia de género, que se ha dado en México por diversos factores, principalmente por el desbocamiento de la violencia en general, y por la conflictividad que surge entre los varones patriarcales ante los innegables avances de las mujeres. Fue, sin duda, una explosión de ira, como la de las mujeres parisinas de octubre de 1789, que originalmente protestaron por la causa coyuntural de la hambruna, pero convirtieron sus demandas en políticas y humanas, confrontando al patriarcado francés de aquella época, en los albores de la modernidad. ¿Puede ocurrir algo similar en el México de 2019? Estamos convencidos de que sí. La combativa aparición de miles de mujeres conscientes de sus derechos y del tamaño del monstruo que se combate, así como el creciente apoyo de otros sectores que buscan el progreso social y saben que el patriarcado es un inmenso muro que impide lograrlo, permite avizorar ello. Si bien no se ha cuestionado directamente al presidente, la histórica jornada del 16 de agosto es una inmensa llamada de atención a AMLO, quien no contempló entre las prioridades de su agenda el tema de los derechos de la mujer y la urgencia por contener la violencia de género. Parafraseando una demoledora frase del movimiento, el mensaje de las protestas hacia el presidente se debe leer así: la Cuarta Transformación será Feminista, o no será.

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