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Quintana Roo

Retén policial en la zona hotelera

De la Redacción

Severo congestionamiento vial, con filas de casi cuatro kilómetros, causó un operativo policial a la altura del kilómetro 2.5 de la zona hotelera en los carriles de bajada, principalmente porque se atravesó una patrulla de la Policía Estatal en el carril de baja, lo que ocasionó un estrecho cuello de botella que orilló a los vehículos a avanzar a vuelta de rueda.

Peor aún cuando los elementos detectaban “sospechosos”, pues antes de invitarle a orillar su vehículo para no estorbar, efectuaban una revisión preliminar en el único carril por el que circulaban todos los carros, que obligaba a detenerse momentáneamente a los que iban detrás, con lo que el caos era incluso peor.

Antes del mediodía, elementos de las policías estatal y municipal, con la presencia de la Policía Militar, que en todo momento se mantuvo al margen, instalaron un retén muy cerca de playa Las Perlas, en dirección al kilómetro Cero, donde atravesaron una patrulla de la estatal sobre el carril de baja velocidad, lo que obligaba a los conductores que circulaban por esa vía a cambiar de carril y colarse como buenamente podían entre los vehículos que avanzaban con exasperante lentitud.

A esas horas, el tráfico para salir de la zona hotelera por el kilómetro 0 y Puerto Cancún no es demasiado denso, pero se hizo insoportable a causa del operativo de revisión, que provocó tremendas aglomeraciones vehiculares con filas que sobrepasaban el puente Calinda y avanzaban con tremenda lentitud, hasta el punto que los peatones rebasaban a los carros.

Muchos automovilistas se sentían molestos por la situación y algunos turistas, al llegar al punto del retén, observaban con mirada recelosa, sobre todo si coincidía con el momento en que se revisaba físicamente a algún sospechoso.

Incluso un taxista que llevaba de pasaje a un par de extranjeros, mencionó al equipo de Por Esto! de Quintana Roo que esa manera de hacer operativos sólo asusta al turismo, en lugar de ayudar a reforzar la imagen de seguridad.

El hermetismo prevaleció en todo momento y ningún elemento quiso aclarar el motivo del retén; cuando se preguntó si formaba parte del operativo de Semana Santa no supieron dar razón, pero trascendió que fue por un reporte que se había hecho, sin mayores detalles.

Cada que los uniformados detenían un vehículo de los que avanzaban por el único carril disponible a la altura del retén, lo retenían momentáneamente para una primera verificación superficial y de no detectar nada sospechoso, se permitía que continuase su camino.

En esta primera revisión se invertía un promedio de 20 segundos, angustioso lapso en el que los automovilistas quedaban completamente detenidos, muchos de ellos sin saber a ciencia cierta qué sucedía, sobre todo si estaban al final de la larga hilera, aunque posiblemente imaginando que se trataba de un accidente, por la gran lentitud en el avance.

Si hubiese sospechas, el conductor era invitado a orillarse y bajar de la unidad; al hacerlo, los oficiales “esculcaban” a los ocupantes, abrían la cajuela del carro y revisaban el interior del vehículo, aunque en ningún momento retuvieron coches ni ocupantes.

El retén fue tan exhaustivo que incluso los uniformados subían a los camiones urbanos y, tras observar a los pasajeros, volvían a descender. Tan rápida y sorpresivamente como se instaló, los elementos levantaron el filtro sin haber encontrado objetos ni personas sospechosas.

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