Quintana Roo ocupa el quinto lugar a nivel nacional con 18 mil 240 casos de violencia contra mujeres, de enero a septiembre; hasta julio se contabilizaban 12 mil 747, ubicando a la entidad en el séptimo lugar.
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Yucatán reportó 8 mil hechos y Campeche 4 mil 177, lo que demuestra que Quintana Roo concentra más del doble de denuncias de violencia que sus estados vecinos, evidenciando una problemática regional con raíces estructurales y sociales, de acuerdo con el Banco Estatal de Datos e Información sobre Casos de Violencia contra las Mujeres (Baesvim).
Las estadísticas revelan que el 99 por ciento de las víctimas son mujeres, mientras que sólo el 1% corresponde a hombres. El 42% del sector femenino fue canalizado a distintas instituciones para recibir asistencia y el 26% obtuvo al menos una medida de protección. En total, se registraron 52 mil 639 servicios otorgados.
El municipio de Benito Juárez concentra la mayor incidencia, con 5 mil 286 mujeres atendidas, lo que representa el 9 por ciento del total femenino del municipio. En la Supermanzana 259 se detecta el número más alto de reportes, con mil 68 casos, convirtiéndose en una de las zonas con mayor índice de violencia.
La modalidad de agresión más frecuente en el estado es la violencia familiar, con 16 mil 969 reportes (92.4%), seguida por la comunitaria (810), digital y mediática (324), laboral (168), institucional (52), escolar o docente (37), política (5) y obstétrica (2).
Los tipos de maltrato más habituales son el físico (8 mil 272 casos), económico (3 mil 411), patrimonial (mil 928) y sexual (2 mil 198). Además, el 92% de las mujeres registradas sufrió más de una forma de violencia, lo que evidencia un ciclo sostenido de agresión y control.
La violencia de género continúa siendo una de las problemáticas más graves y persistentes en Quintana Roo. El caso más reciente, en el que un adulto mayor atacó a su expareja y posteriormente se quitó la vida, volvió a encender las alarmas sobre la magnitud del fenómeno y las causas psicológicas que pueden detonar este tipo de conductas extremas.
La psicóloga Tely Rishmawy Ávila explicó que, cuando un adulto mayor agrede a su expareja y luego se suicida, se interpreta como un acto extremo de violencia de género, donde el agresor, impulsado por celos, desesperación o pérdida de control, busca mantener poder incluso al final de la relación.
Según Rishmawy, los factores desencadenantes suelen ser la ruptura sentimental, celos, sentimientos de abandono, el consumo de alcohol o drogas, trastornos emocionales y la falta de control impulsivo. Todos ellos generan las condiciones para que las emociones se transformen en violencia.
Desde el punto de vista psicológico, los agresores comparten ciertos rasgos, como la necesidad de dominio, baja autoestima, dependencia afectiva y aprendizaje de modelos violentos en el hogar. En el ámbito social, el machismo, la desigualdad, la normalización del maltrato y la ausencia de apoyo institucional contribuyen a que este tipo de comportamientos perdure a lo largo de generaciones.
Advirtió que las señales de alerta que indican la transición de una relación conflictiva a una violenta son claras: el control excesivo, insultos, celos constantes, aislamiento, miedo, agresiones verbales o físicas y la justificación del maltrato. Cuando estos patrones se repiten, la violencia se integra en la dinámica cotidiana.
En cuanto al papel de los celos, el control y la dependencia emocional, Rishmawy enfatizó que “son el núcleo del ciclo de la violencia: los celos generan dominio y la dependencia mantiene a la víctima dentro de la relación”. Este proceso no sólo atrapa a las mujeres, sino que también perpetúa un entorno donde la agresión se vuelve común.
También subrayó la relevancia del acompañamiento psicológico para las mujeres que han vivido o viven violencia doméstica. Agregó que la terapia individual, grupos de apoyo, atención en crisis, fortalecimiento de la autoestima y el asesoramiento jurídico y social son esenciales para romper el ciclo.
Mientras tanto, las cifras continúan mostrando que la violencia contra las mujeres en Quintana Roo no disminuye. De acuerdo con Baesvim, los principales agresores son hombres, con 16 mil 61 registros, seguidos por mil 614 mujeres y 19 personas no binarias. En total, se documentaron 4 mil 218 medidas y órdenes de protección, de las cuales el 94% fueron preventivas y solo el 6 por ciento judiciales.
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Los datos reflejan una tendencia alarmante: Quintana Roo registra 176 mujeres víctimas de violencia por cada 10 mil habitantes femeninas, una proporción muy superior a la de estados vecinos como Yucatán (8 mil casos) o Campeche (4 mil 177).
La violencia de género no distingue edades, clases sociales ni zonas geográficas. Sin embargo, como destaca Rishmawy Ávila, la prevención y la intervención temprana pueden salvar vidas:
“Cada acto de control, cada amenaza o agresión es una señal de advertencia. La violencia no comienza con un golpe, sino con el intento de dominar”, concluyó.