
Durante el primer semestre de 2025, Quintana Roo registró mil 303 delitos relacionados con la libertad y seguridad sexual, de acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. El abuso sexual encabeza la lista con 487 casos, seguido de la violación simple, con 354 denuncias. Junio fue el mes con mayor número de reportes para ambos delitos, con 90 y 67 denuncias, respectivamente.
La principal diferencia entre la violación y el abuso sexual radica en la presencia de violencia o intimidación. En la primera, implica acceso carnal no consentido mediante violencia física o intimidación, mientras que el segundo puede incluir tocamientos o contactos sexuales no deseados sin llegar a la penetración, o incluso actos sexuales con menores o personas incapaces de dar su consentimiento.

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En el caso del delito de violación simple, Benito Juárez encabeza la lista con 160, le sigue Playa del Carmen con 81, en este último representa un incremento, ya que durante el primer semestre del año anterior se registraron 65 casos, siendo un aumento del 24.6 por ciento, situación diferente a la de Benito Juárez, donde hubo un decremento, ya que, de enero a junio del 2024, se reportaron 187, es decir una baja del 14.4 por ciento.
Mientras que el tercer municipio con más casos fue Othón P. Blanco, con 50, seguido de Tulum, que registró 22 denuncias por este delito. Más abajo se encuentra Felipe Carrillo Puerto con 14 acusaciones, seguido de Cozumel con siete, mientras que Bacalar y José María Morelos tuvieron cinco en lo que va del año, respectivamente.

En cuanto al abuso sexual, de los 487 casos en el estado, la cifra parece ir aumentando ya que en enero se registraron 67 hechos, mientras que en febrero repuntó a 88, en marzo se registraron 83, al mes siguiente fueron 79, mientras que en mayo subió a 80, y por último, junio alcanzó 90, el pico más alto del año.
Otro delito que tuvo cifras alarmantes fue el acoso. Este comportamiento o conducta de naturaleza sexual no deseada puede manifestarse de forma verbal, física o visual, generando un ambiente laboral o social hostil, intimidatorio, degradante u ofensivo. En enero este delito tuvo 24 denuncias, mientras que en febrero registró una menos, es decir 23, para marzo hubo un repunte con 32, para el siguiente mes hubo un bajón a 26, mientras que en mayo volvió a subir con 35, por último, junio tuvo el mes más bajo de denuncias con 17.

De acuerdo con la psicóloga forense Laura Leal Méndez, este tipo de delitos, especialmente los relacionados con violación y abuso sexual, suelen tener como principal entorno de ocurrencia el núcleo familiar o círculos cercanos a la víctima. Es común que los agresores sean figuras de confianza o autoridad dentro del hogar, tales como padrastros, padres biológicos, tíos, hermanos mayores o incluso las parejas sentimentales de las madres, lo que complica el proceso de denuncia por el temor, la dependencia emocional o económica, y la manipulación psicológica.
La especialista explicó que muchos casos no se denuncian de inmediato, y en algunos ni siquiera llegan a formalizarse, debido al miedo de represalias dentro de su propio entorno o la revictimización en las instituciones. Esta dinámica de silencio propicia que las cifras reales sean mucho más altas de lo que reflejan los registros oficiales, además de que el daño psicológico en menores o víctimas que conviven con su agresor se agrava por la continuidad del abuso.