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Quintana Roo / Chetumal

Habitantes de Juan Sarabia, continúan viviendo con miedo de ser secuestrados

Ni las autoridades locales se salvan de lo que ocurre y casi lamentan haber accedido a velar por la comunidad.

Habitantes de Juan Sarabia, continúan viviendo con miedo de ser secuestrados
Habitantes de Juan Sarabia, continúan viviendo con miedo de ser secuestrados / Por Esto

A más de un mes de que 20 personas fueran privadas de su libertad por presuntos miembros del crimen organizado, los habitantes de la comunidad de Juan Sarabia no han recobrado la tranquilidad al grado de que decidieron proteger a sus adolescentes a quienes no dejan ir a la escuela mientras que los docentes evitan hospedarse en alguno de los hogares por el temor a ser los siguientes levantados, mientras tanto las autoridades de la alcaldía brillan por ausentes. 

En el recorrido realizado por el PorEsto! de Chetumal -en dos ocasiones- el alcalde no ha estado “localizable” tanto en sus oficinas como en su casa, situación que desconcierta a los pobladores debido a que no permanece en la localidad en estos tiempos difíciles. 

Y aunque el director de general de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, Joaquín Morales, garantizó la permanencia de un significativo número de elementos y patrullas en el lugar hasta conseguir que retornara la paz al sitio, este viernes sólo un par de patrullas vigilaban el lugar. 

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De la misma manera, la presencia de las autoridades relacionadas a la seguridad como el Ejército y la Marina también es escasa, aunque según afirmaron los policías del sitio, hay rondines e incluso vigilancia en los cuerpos de agua de la zona, donde se han visto lanchas con gente que, según los ciudadanos, no son de la zona. 

Esto mantiene en incertidumbre a los pobladores, pues aunque los alumnos de primaria ya asisten en importante número, la preparatoria se mantiene vacía dado que los habitantes consideran a la juventud como el factor de mayor riesgo. 

Si bien se percibe un poco más de actividad y movimiento en las calles de la comunidad, se puede ver a jóvenes juntarse a platicar, señoras andar con sus bebés en carriola o niñas yendo solas a la tienda, esta es una realidad que sólo es posible apreciar cuando es de día, pues en las noches a temprana hora el pueblo vuelve a quedar en silencio y soledad total, cuando los únicos vehículos que se escuchan son de aquellas personas que vuelven de su trabajo, pero van directo a sus casas a resguardarse como todos los demás.   

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La escuela llena de niños crea la ilusión de que las cosas marchan bien, pero en el recuerdo de los menores todavía está aquel día en que se llevaron a un joven frente a la primera, justo cuando los infantes entraban a clases. Niños que apenas hace dos semanas se reincorporaron a sus clases, pero que antes incluso les suplicaron a sus padres para abandonar el pueblo porque no querían que se los “roben”, según platicaron madres de familia. 

En la memoria de los adultos está aún más marcado, no sólo la desaparición de aquel joven, sino de las 20 personas de las en la mayoría de los casos aún se desconoce su paradero, pues no tienen siquiera algún rastro a seguir; sólo hay preguntas: ¿quiénes serán?, ¿por qué a ellos?, pero ninguna respuesta, por lo que todos se sienten vulnerables de que les suceda lo mismo. 

“Si tan sólo supiéramos el motivo, al menos podríamos estar tranquilos sabiendo que no nos pasará lo mismo”, lamenta una de las pobladoras.   

Mientras en la entrada a la comunidad ya no está el retén del Ejército Mexicano, que ahora permanece hasta el interior del pueblo, los vecinos aseguran que todas las mañanas aparecen personas ajenas al lugar a bordo de motocicletas, como si estuvieran tanteando la zona. Y que apenas hace una semana, durante dos noches, se escucharon balazos. 

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Ni las autoridades locales se salvan de lo que ocurre y casi lamentan haber accedido a velar por la comunidad, porque se saben tan en riesgo como todos; en tanto que las autoridades estatales les exigen que apacigüen a los pobladores, pero cómo lo van a hacer si ellos mismos temen ser los siguientes.   

Incluso los visitantes respiran la intranquilidad y el temor se les contagia con sólo ver a la población. Los maestros que llegaron al pueblo para impartir las clases de las Misiones Culturales con trabajo pueden cumplir con su labor, porque después de las 16:00 horas se resguardan en las casas donde les dan alojo los habitantes. “Ni sus clases pueden dar bien, ¿en tres horas qué hacen?”, señala una vecina.   

Y es que la gente tampoco acude a las clases porque no quiere salir y quienes salen son aquellos que cuentan con vehículo para volver a sus hogares, para que no los vayan a agarrar mientras caminan. O las maestras tienen que ir a las casas a impartir ahí las lecciones para que las personas puedan aprovecharlas.   

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Incluso los jóvenes ya no se juntan a platicar como antes, porque los padres ven a los adolescentes como la población más vulnerable y no quieren que se los lleven. Por eso al bachillerato sólo acuden los profesores para impartir desde ahí sus clases en línea, mientras los jóvenes las toman desde sus casas, y los pocos que acuden a asesorías sólo están una hora y sus padres los llevan y los van a buscar; no quieren dar espacio a ningún descuido que después se pueda lamentar.   

Porque la presencia policiaca ha disminuido, aunque las autoridades digan que no, pues cuando recién se reportaron las desapariciones hasta faltaba comunidad para que las patrullas recorrieran, pero ahora sólo hay dos y permanecen junto al río, al final del pueblo, señalaron los temerosos habitantes.

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