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Yucatán

Arriesgada jovencita

Jorge Frías Castillo

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Si a un joven le preguntamos ¿te gusta la aviación? Pocos responderían en sentido afirmativo, por el riesgo que se corre en el oficio. “Más vale cobarde en tierra que valiente en la sepultura”, añadirían.

Sin embargo, México ha tenido hombres y mujeres muy decididos, que abrazaron la carrera de la aviación. En otros tiempos, a los primeros se les llamaba aguiluchos y, a las segundas, aviatrices.

La primera mujer progreseña que aprendió a volar fue Irma Morales, de conocida familia. Cuando estaba en México, la atrajo el arte de flotar en el aire y e ingresó a una escuela para sacar su licencia. Fue la primera mujer de nuestro puerto que voló sola, en los tiempos todavía heroicos de la aviación.

La segunda fue una jovencita que pudo haber figurado en las artes donde se pide más que nada la belleza, pero optó por la licenciatura aeronáutica y lo primero que hizo fue trabajar como sobrecargo en una empresa yucateca.

Nos referimos a la guapa María Eugenia Olsen Lee, que, al terminar la secundaria, definió su vocación con los riesgos inherentes a lo que se pretendía ser aviadora.

Luego de laborar atendiendo a pasajeros de la línea área, comenzó a tomar los controles de un aparato y, en poco tiempo la chiquilla ya tenía su licencia para llevar sola uno de esos vehículos por el espacio. ¡Qué arriesgada! Comentaban todos. Incluso una mañana, cuando volaba en los cielos de Mérida fue secuestrada la aeronave y llevada con ella a Cuba. ¡Qué arriesgada la progreseñita!, decía la gente.

Pero el riesgo y la temeridad se pagan a veces muy caros. Y así le ocurrió a María Eugenia. Un día, cuando retornaba de un vuelo entre Chiapas y Tabasco, se desplomó el avión en que viajaba. La muchachita voló para reunirse con los ángeles. ¡Qué arriesgada jovencita!, su recuerdo perdura en el archivo histórico de la aviación yucateca.

No podían tener hijos

Uno de esos chistosos que no faltan, contaba que las aeromozas de la empresa yucateca Aeromaya no podía tener hijos.

Cuando alguien preguntaba ¿Y por qué no podían tener bebé? Aquel respondía: “Pues porque Aeromaya tenía su matriz en la Ciudad de México.

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