Romeo Frías Bobadilla
Hay enfermedades muy delicadas y fatales que vienen de herencia unas y que se contraen, otras.
La vida es un reguero de males por todos lados. Mucha gente se libra de tener alguna dolencia por su contextura orgánica y porque el destino así lo manda.
“Yo tengo 98 años y nunca he tenido una enfermedad grave”, dicen ufanos muchos. En cambio otros, infortunados, desde que nacieron padecen males de todas clases y muchos más desafortunados todavía, emprenden el viaje a la eternidad antes de tiempo, es decir, cuando no han llegado a la vejez.
Como ya dijimos, la vida riega enfermedades, pero hay un mal que a la larga acorta la vida de muchos.
Curiosamente esta enfermedad, en la mayoría de los casos es producto de la maldad de infinidad de individuos que de alguna manera ponen su granito de arena para que el mal aparezca en el cuerpo del individuo, hombre o mujer.
Esa enfermedad se llama “cirrosis” que puede afirmarse que la mayoría de la gente que la contrae, se debe a la bebida. ¿Y quiero que nos diga el lector cuánta gente no está involucrada en producir esa enfermedad que es un verdadero azote?
Desde el que blasona de haber hecho su grande fortuna fabricando bebidas -cerveza o licores- hasta el modesto vendedor de “caguamas” o “tanlacs”, ponen su granito para que se vaya acumulando el virus de la dolencia mencionada en el cuerpo del adicto a la copa.
Se ha dicho que la fabricación de bebidas es una de las industrias más grandes de México y de la que no se puede prescindir porque de ella viven millones de trabajadores, repartidores, distribuidores, vendedores, anunciadores y hasta los que lo venden de manera clandestina y las tolerancias; todos, repetimos, ponen a diario su tantito así de contribución para que el terrible mal se vaya propagando, diezmando poco a poco a la población.
Tienen su nombre “ésos”, pero preferimos no remarcarlo porque esta sección funciona a manera de observatorio de curiosidades, aunque a veces pretendemos que lleve un mensaje.