Roldán Peniche BarreraGran obertura de Wagner / Un Concierto de intrincada sindéresis / La notable 3a. Sinfonía de BrahmsWagner: los maestros cantores y Hans Sachs
El remoto año de 1960, con 24 ó 25 años de edad, accedí al Shrine Auditorium de Los Angeles para ver y escuchar en vivo por primera vez “Los Maestros Cantores de Nuremberg” de nuestro dios de la juventud, Wagner. Recuerdo repetitivamente a un viejo zapatero componiendo calzado mientras hablaba y cantaba en alemán sin que yo le entendiera una palabra. Hans Sachs, poeta, además de zapatero (Nuremberg 1494-1576) y dramaturgo religioso adicto a la Reforma, llamó la atención de Wagner mientras leía literatura alemana y más tarde lo hizo personaje central de la ópera supracitada, la que en contraste con el corpus wagnerianus, deviene una suerte de comedia. Y lo que es el arte: “Los maestros…” hicieron reír al público y permanece como una obra maestra del autor de “Los nibelungos”. Lamentablemente, en muchos lugares hoy sólo se toca la obertura, que es genial y a la que nuestro director huésped, el maestro polaco Piotr Sulkowski, ya conocido de los meridanos, brindó el tratamiento esperado con nuestra orquesta.
El Concierto de Lutoslawski: la disonancia a la orden del día
Después de escuchar a Wagner en este 3er. Programa de la actual temporada, oímos un tanto aturdidos, el Concierto para Oboe y Arpa del compositor polaco vanguardista Witold Lutoslawski. Demasiado vanguardista, demasiado disonante. El compositor es heredero de Schomberg y su extraño atonalismo y pienso que el polaco aún supera a su maestro. Pero el que la música sea atonal o dodecafónica, no invalida la soberbia actuación tanto del oboísta ruso Alexander Ovcharov como la de la arpista inglesa Ruth Bennet, antigua conocida nuestra. Es de justicia decir que ambos virtuosos lucieron en sus instrumentos a pesar de las erizadas dificultades de la pieza que se pasa por el arco del triunfo las armonías y las líneas melódicas de los clásicos.
La 3a. Sinfonía de Brahms: 33 minutos de bella música
Johannes Brahms, no cabe duda, es uno de los más notables músicos, no sólo alemanes, sino universales. Sus 4 sinfonías son paradigmas del atardecer de la gran música romántica del XIX, en especial esta tercera llena de vitalidad, la cual, desde el inaugural Allegro con brío nos indica el estilo armónico y melódico del autor. Ya hemos dicho en pasadas crónicas que Brahms posee una manera de expresar su filosofía de la vida un tanto diferente de sus contemporáneos. No le gusta soltar las melodías in toto, sino con ecuanimidad, dándosenos el disfrute a pausas. Pero de pronto nos sorprende con un Andante donde debería ir un Scherzo, o con una bellísima melodía en un Poco Allegretto, melodía de líneas largas a las que el compositor no está usado. Y esta melodía ha sido explotada en películas y programas de radio y de televisión. El Finale: Allegro es de gran aparato y los metales lucen el esplendor de sus sonidos. Sin embargo, contra toda lógica brahmsiana, no concluye el movimiento postrero con bombo y platillos como ocurre con sus demás sinfonías y sus conciertos, sino suavemente, apaciblemente. No importa. La ovación estalló desbordada ante la ejecución de la orquesta dirigida por Sulkowski, claro, con sus fallas y sus virtudes. Hasta la próxima.